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‘El mapa de los afectos’, de Ana Merino

JUAN FRANCISO QUEVEDO.

Ana Merino es una escritora radicada desde hace más de dos décadas en Estados Unidos donde ejerce su labor profesional como Catedrática en escritura creativa en español y estudios culturales, en la Universidad de Iowa. Su primera novela, El mapa de los afectos, ha sido galardonada con el último Premio Nadal.

En la lectura de esta nueva obra, desde las primeras páginas, en seguida se percibe la mano de una escritora con un sólido bagaje literario, no en vano lleva estrenadas hasta la fecha varias obras de teatro y publicados ocho libros de poemas, entre los que se encuentra Preparativos para un viaje, premiado con el Premio Adonais de Poesía en 1994. Es autora de varios ensayos habiendo, así mismo, colaborado como columnista de opinión en el diario El País.

La novela arranca y se desarrolla en un pequeño pueblo del Medio Oeste americano, siendo este marco rural el escenario en el que se desenvolverán los personajes que irán apareciendo en múltiples pequeñas historias que, en muchos casos, se acabarán entrecruzando mientras vamos descifrando los avatares y las circunstancias que les atañen.

La novela comienza con la historia de Samuel, un joven introvertido que descubre el mundo desde la soledad y la impunidad que le proporciona un árbol, que se constituye en una alegoría de su propia memoria, un lugar desde el que escrutará lo que le rodea y desde el que cuidadosamente anotará lo que va descubriendo. Desde su atalaya conocerá la secreta historia de amor de la joven maestra Valeria con Tom, un hombre mucho mayor que ella y con la que soñará introduciéndola en su universo, aquel donde se siente más feliz y que no es otro que el de los héroes del cómic. Sin duda, un guiño de la autora a una cultura a la que ha dedicado diversos estudios especializados, sin olvidar que es miembro del Comité Ejecutivo del Internacional Cómic Art Forum (ICAF), dedicado a promover el estudio académico del cómic. En la mente juvenil de Samuel aún prefiere a las chicas perfectamente delineadas en una tira que a las de carne y hueso, por lo que no tardará en ver a Valeria como una heroína recién salida de una viñeta.

Con esta historia iniciática de Samuel comienza una novela en la que Ana Merino, valiéndose de un narrador externo que nos lleva de la mano en tercera persona por los entresijos de una novela apasionante, nos arrastra hacia la descripción sublime de un torrente de sentimientos que van surgiendo desde el corazón de los personajes.

No tardará en adentrarnos en el mundo y la desilusión de Valeria, la joven maestra que, tras un breve matrimonio fallido, se alejará en un autobús a la espera de lo que el destino le depare en un viaje que, como el de Samuel desde su árbol, también es de conocimiento y de búsqueda de sí misma.

Pocos escritores son capaces de hacer llegar al lector con tanta verdad y con tanta autenticidad los movimientos internos que provocan los sentimientos en el ser humano, tanto los más evidentes como aquellos más escondidos. Con una prosa clara y clarividente, con los adjetivos precisos, Ana Merino nos conduce y nos introduce en ese mapa de los afectos por los que transita con soltura y sapiencia, haciéndonos partícipes de los mismos sin violentarnos. Sin concesiones fáciles, ni al sentimentalismo vacuo, ni a los fingimientos, penetra en el alma y en la sicología de los personajes hasta lo más profundo, presentándolos al lector en toda su amplitud y complejidad. Son seres a los que acabamos conociendo, de los que podemos llegar a intuir lo que piensan y lo que sienten, ya que con gran habilidad consigue que tengan esa proximidad con el lector.

Las historias en ese pequeño pueblo se suceden con rapidez; de repente tiene lugar un asesinato incomprensible, el de una mujer apacible, madre tranquila que lleva una monótona vida mientras su marido está en una de esas guerras tan lejanas. Con el crimen, un aldabonazo bronco trunca la paz de una comarca donde aparentemente nunca pasa nada a pesar de que nunca dejan de pasar cosas. Un culpable al que, sabiéndose inocente, todas las pruebas acusan. Se verá condenado a pasar el resto de su vida en prisión por los celos de su esposa, una dentista que le creía atado a una amante inexistente.

Cada capítulo es una nueva exploración, una indagación en esa sociedad rural en la que la autora maneja el tempo de la novela con precisión, tejiendo una tela de araña con pequeñas historias que acabarán confluyendo. Valiéndose de un variado crisol de personajes va desmenuzando sus vidas y sus sentimientos. Aparecen y desaparecen por sus páginas conectando entre ellos hasta conseguir atraparnos y despertar nuestra curiosidad. Van sucediéndose desde camareros hasta agentes de seguros, pasando por bailarinas, como Emily, a quien la vida cercenó un futuro prometedor por lo que ha de sufrir sobre su piel las babas alcohólicas de los clientes de un club de mala reputación.

Nada se escapa a la mirada de Ana Merino, tanto las inquietudes de nuestro tiempo como el machismo, la emigración, la prostitución, la demencia senil o el feminismo como las preocupaciones que siempre han acompañado al hombre, el paso del tiempo, la ambición, la guerra o la falsa religiosidad. La autora hace un recorrido exhaustivo y lúcido por lo que constituye la esencia de la condición humana, conoce sus pasiones y rastrea sus miserias. Nos habla, mientras lo desmenuza desde sus pequeñas historias, de la violencia, la injusticia, la explotación, la muerte, la maldad, el amor… Llega al fondo de ellas y las muestra a través de una masa coral tejida con coherencia, la de los personajes que la constituyen, que no son más que un muestrario fidedigno de las pasiones humanas.

Con todo, Ana Merino construye un atlas espléndido de afectos y desafectos con los que nos guía por las incógnitas de una novela que va mucho más allá de las historias que nos traslada. Articula un puzle creíble y emocionante de sentimientos encontrados.

Aproximadamente quince años es el período  temporal en el que se desarrolla la novela, desde el año 2002 hasta el 2017, lo que nos permite cerrar en muchas de las historias que nos presenta cierto círculo vital, dándonos una visión más bondadosa del ser humano. Samuel reaparecerá, ya con unos treinta años, poniendo nombres de Los 4 fantásticos a sus gatos, siendo el epítome perfecto de lo que el destino deparará a muchos de los personajes de la novela.

Nos despedimos de las páginas de El mapa de los afectos con una placentera sensación, la que destila la buena literatura. Ana Merino ha trazado con destreza y sabiduría una pintura realista de la sociedad occidental, trasladando lo que la acucia, la guerra, la estupidez, la demencia o la desolación vital a un pequeño escenario del Medio Oeste americano. Esa traslación de sentimientos es universal y más cuando se expresa desde la pureza que da la creación literaria, donde Ana Merino consigue expresar los sentimientos revistiéndolos de un halo poético, consiguiendo conectar con la realidad sin alarmismo pero con toda su crudeza. Denuncia sin ambages todos los excesos del individuo y de la sociedad-prejuicios, racismo, explotación sexual, maltrato animal, fanatismo, crueldad…-, confinándolos y recreándolos en la vida de los pequeños pueblos, allá donde todos se conocen y donde todo se acaba sabiendo. Lo lleva a efecto sin caer ni en el pesimismo ni en la exaltación. Cada personaje sirve para descubrir e indagar en alguna virtud o en algún defecto tanto de la sociedad como del individuo.

El mapa de los afectos de Ana Merino es una mirada precisa y un reflejo luminoso de nuestro tiempo. 

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