‘Krakauer esencial’, de Jon Krakauer
Krakauer esencial
Jon Krakauer
Traducción de Ton Grass y Alberto Delgado
Geoplaneta
Barcelona, 2020
206 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
Poseedor de un estilo directo, dinámico, ágil y potente, John Krakauer (Massachusetts, 1954) se lanzó al mundo de las grandes ventas con su obra Hacia rutas salvajes. Aunque más significativa, en el mundo de la literatura de aventuras y realidad, fue la aparición de Mal de altura, en la que relata su versión de una experiencia en el Everest, donde tuvo lugar una de las grandes tragedias que ha sucedido en las cumbres. Aunque, quizá, donde corra más riesgos sea en sus artículos, en los que afronta asuntos relacionados con los viajes, el riesgo y la condición humana frente a lo que solemos mirar con distancia y, con frecuencia, tachamos como locura.
La locura es pensar que lo importante es morir lo más tarde posible. Lo importante, a lo que deberíamos consagrar nuestros días, es a cómo vivir. De eso trata el primero de los artículos que participan en esta selección y que ahora nos regala Geoplaneta. Y el centro de interés será el surf en grandes olas, una de las actividades a las que se consagran aquellos que para unos serán valientes y para otros estúpidos, pero que no puede evitar quien posee un mapa genético que reclama algo que puede ser equilibrio o embriaguez. Krakauer nos habla de las leyendas y de convertirse en leyenda, mientras elabora un elogio dionisíaco de los personajes. Krakauer vuelve a idealizar, sí, y vuelve a no tener la impresión de que está idealizando. Pero para nosotros este detalle no es relevante. Lo que destaca es la pasión, lo que valora es la lucha por no estar muerto en vida.
A continuación, irá desgranando algunas de sus otras debilidades y algunas de sus cualidades como escritor. Por ejemplo, la propuesta de reunir periodismo y geología, mientras nos habla sobre los peligros potenciales, al narrar una ascensión al monte Rainier. O el aterrizaje en la realidad, mientras nos comenta la situación actual de las grandes expediciones comerciales al Everest, obviando a los clientes y humanizando a los sherpas, que trabajan y sufren. O la exposición de la espeleología como una enfermedad mental, entablando paralelismos entre ésta y la búsqueda de vida en marte: ni en lo más profundo de las grandes cuevas ni en el planeta rojo resultará sencillo investigar.
También volveremos a sus afanes, entre los que se encuentra la escalada, y a sus miedos, casi denuncias, como al combinar la escalada con los abogados, tal y como se entiende la abogacía en Estados Unidos, al recordar y tratar de resolver un accidente de montaña en que se ve involucrado el mismísimo Jim Bridwell, un escalador legendario. El sentido de la culpa, nuevamente, de la culpa que uno puede intentar ignorar y de la que uno debería sentir, regresa a los escritos de Krakauer. Incluso, en cierta medida, a cuentagotas, está presente en su retrato de un parque nacional de Alaska que pretende mantenerse inmaculado. Por no hablar de los sangrientos negocios de terapia en la naturaleza, casos que ha investigado y que llevaron a adolescentes hasta la muerte.
El libro termina con dos maravillosos perfiles: el de un arquitecto diferente, que no pretende deslumbrar sino ser funcional y de ahí extraer belleza, un tipo sensato y natural; y el de un escalador maldito, que es un reclamo contra el tedio y las convenciones, y que presenta el reverso del arquitecto, una versión humana de la determinación y la obsesión. Todo para configurar un libro que se puede leer sin levantarse del asiento. Otra experiencia grata, otro buen viaje para el hombre inmóvil.