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Contigo pero sin ti: FIL Lima virtual 2020

CÉSAR MUNDACA.

Cualquier persona que leyera el título de esta crónica, quizás, me diría: “César, ese título parece una contradicción, cámbialo, mejor”. “No, no lo es. Y te voy a explicar por qué”, le respondería con blindada contundencia, elevando el dedo índice, como quien se dirige a la masa sobre una tarima embanderada. Entre el 21 de agosto y el 06 de setiembre se realizó, bajo la glacial virtualidad, la XXV Feria Internacional del Libro de Lima 2020 (FIL). En pocas palabras, una feria transmitida mediante una laptop o un smartphone. El clímax de la atipicidad, la naturalización de lo anómalo. 

Adiós a las siete visitas ansiosas, adiós a los faraónicos stands de los imperios editoriales, adiós a los puestos acogedores de las editoriales independientes, adiós a los establecimientos de los países que, año tras año, son invitados, tales como Chile, Uruguay, Italia, etc. No hubo churros de cuatro soles (¿muy carito, no?), ni libreros de confianza que, de manera bastante generosa y desoyendo las instrucciones de sus jefes, le aplicaran un mayor descuento al libro de mi elección. Ni siquiera me corté un pedazo de piel revoloteando novelas de los olvidados del boom.

Tampoco salí del recinto con las uñas ennegrecidas luego de buscar, sin desmayo, la antología cuentística que tanto quería. Interpreto las ferias de libros como dulces encuentros impregnados de alborozo y vívida libertad. Sin embargo, dada la peligrosa coyuntura sanitaria imperante, sólo hubo clic acá, clic allá y clic acullá. De lejitos, estamos bien. ¿Te dijeron eso alguna vez? La participación de Portugal, como país invitado de honor, quedó cancelada. El espacio fue ocupado, en parte, por nuestra variopinta, pero infravalorada, riqueza cultural. 

Del otro lado de la pantalla escuché, a veces con fallas de conexión, a una pléyade de autores y autoras nacionales e internacionales de acreditada calidad: Mario Vargas Llosa, Nélida Piñón, Marco Martos, Megan Maxwell, Jorge Eslava, Fernando Savater, Andrea Marcolongo, Juan Villoro, Victoria Guerrero, Rodrigo Blanco Calderon, Jhmpa Lahiri, Felipe Restrepo Pombo, Sabrina Duque, Jesús Marchamalo, Nicole Krauss, Leonardo Padura, entre tantas otras plumas resplandecientes.  

Claudia Salazar, narradora peruana radicada en Estados Unidos, presentó Pachakuti Feminista, una antología de ensayos escritos por diecisiete voces desde la perspectiva del vasto movimiento social que busca la igualdad entre hombres y mujeres. El libro recorre el arte, la historia y el derecho. Luego se posa sobre la actividad cinematográfica y emprende vuelo alrededor de la literatura, el activismo, la escritura, el lenguaje y el periodismo. La antología lleva una dedicatoria a Patricia de Souza, ensayista ayacuchana que perdimos, físicamente, en octubre pasado. 

Eduardo Sacheri, uno de los escribidores contemporáneos más futboleros del continente, presentó Lo mucho que te amé, su novísima novela. Además, expuso sobre las técnicas narrativas empleadas para montar la estructura de su texto. Claudia Piñeiro, dramaturga argentina y una de las cabezas visibles de la iniciativa por el aborto legal en su país, presentó y diseccionó su más reciente novela: Catedrales.

Me quité el sombrero ante la enfática disertación de Darío Sztanjszrajber acerca de categorías como la comodidad existencial, la otredad, la deconstrucción, el poder, la idea controvertida de que somos dueños de nuestro deseo y la auscultación de los sentidos más recónditos del ser humano. Fue tremendamente enriquecedor. 

Pero esta crónica no culmina aquí. ¡No, no, no! Iré por un tarro de leche condensada, la beberé con lentitud y los dejo con la exasperante intriga tintineando al interior de sus cabezas.

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