El Móvil, una vivificante comedia sobre la verdadera amistad
Por Ana Riera
La capacidad de trabajo de Ramón Paso es, a todas luces, impresionante. En lo que va de postpandemia, ha estrenado una adaptación de Sueños de un seductor, de Woody Allen, y esta semana repone La importancia de llamarse Ernesto, de Oscar Wilde, ambas como adaptador y director. Al mismo tiempo, ya empezó los ensayos como director de un proyecto que estrena en gira en octubre, y prevé su aterrizaje en Madrid para el próximo mes de febrero en los Teatros del Canal. Se trata de Blablacoche, una obra con texto de Eduardo Galán e interpretado por Pablo Carbonell, Soledad Mallol, Víctor Ullate Roche, Ania Hernández y Luciana De Nicola. Y por si todo esto no fuera suficiente, acaba de estrenar —como autor y director— la pieza que nos ocupa en estas líneas, El Móvil, con su propia compañía, la PasoAzorín.
No es la primera vez que Ramón Paso tiene varias obras en cartel. De hecho, empieza a convertirse en una hermosa costumbre. En cualquier caso, el principal mérito no está en la cantidad de obras, sino en la calidad de las mismas. Y esta última no es una excepción.
Cuatro amigas de la infancia se reúnen en casa de una de ellas porque acaba de sufrir un accidente. Lo que debería ser una visita de cortesía y un reencuentro, se acaba convirtiendo en algo bastante distinto.
Susana (Ana Azorín) es la más centrada y práctica de las cuatro. Quizás por eso ejerce a ratos de narradora saliéndose de la escena. Le bastan unas pocas palabras, irónicas casi siempre, mordaces a veces, para situarnos y proporcionarnos la información precisa para poder seguir el hilo de la historia. De Ana Azorín sigue maravillándome su dominio de las pausas, su acierto al escoger una mueca o una expresión facial y, sobre todo, la aparente facilidad con la que consigue arrancar una carcajada al público.
Vanessa (Ángela Peirat), la Vane para sus amigas, es la más atolondrada, la eterna inconsciente a la que le da miedo madurar. Lleva toda la vida refugiándose en Susana. Vanessa miente más que habla. De hecho, se esconde tras las mentiras para no afrontar la realidad, o para hacer que esta parezca más bonita, más apropiada. Se ha hecho un esguince de grado dos y recibe la visita de sus amigas. Su interpretación resulta creíble de principio a fin. A medida que transcurre la obra, y a pesar de sus muchos defectos, consigue ganarse la simpatía del público.
Beatriz (Inés Kerzan), a la que todas sus amigas llaman Betty, es hipersensible y neurasténica. En realidad, ha hecho de la neurosis su modus vivendi. Vive en una continua montaña rusa de inseguridades y miedos. Pero a la vez es un alma cándida y dulce que se hace querer. Un papel que parece hecho a la medida para esta actriz que irradia luz propia, una luz tenue, casi etérea, pero muy poderosa y llena de matices, que igual nos hace caer la lagrimita que está divertidísima, como tras tomarse unos inofensivos “calmantes”.
Carmencita (Eva Bonald), que se hace llamar Claudia, un nombre que le parece mucho más adecuado para su faceta de artista, es la cuarta amiga en discordia. Esta joven actriz sevillana, que se une por primera vez a la compañía PasoAzorín, borda su papel de chica naif que a menudo parece vivir en una realidad paralela que sólo ella ve. Clava las expresiones, el tono de la voz, los movimientos de niña que se asombra por todo, incluso por las nimiedades más obvias.
A esas cuatro amigas, se une Samanta (Ainhoa Quintana), la hermana pequeña de Vanessa, Aunque su papel es algo más breve, también es bastante intenso. Le toca representar un ataque de pánico, un ataque de histeria y… bueno, muchas otras cosas más que no deben desvelarse. Lo importante es que consigue transmitir todas esas emociones y estar a la altura en todo momento.
Blanca Azorín es la ayudante de dirección, la iluminación es de Carlos Alzueta, y el espacio sonoro de César Camino y Ramón Paso.
Como ya viene siendo habitual en los textos de Ramón Paso, los diálogos son frescos e hilarantes, pero a la vez están llenos de verdad y sentimiento. Son sin duda uno de los grandes aciertos de este autor, marca de la casa. Y las actrices, tanto las que trabajan habitualmente con él, como Ana Azorín, Inés Kerzan y Ángela Peirat, como las que se unen a sus proyectos de forma más puntual, como en este caso Ainhoa Quintana y Eva Bonald, los hacen suyos, los interpretan con el tono y el ritmo justos, consiguiendo que fluyan y que funcionen a la perfección.
Otro gran acierto de la representación es la maestría y oficio con la que Ramón va engarzando las distintas situaciones, sin que el ritmo decaiga en ningún momento, manteniendo la tensión y la atención del espectador.
Así pues, El móvil es una historia muy divertida que nos habla de la verdadera amistad, esa que es capaz de superar las situaciones más extremas y las diferencias más irreconciliables, precisamente porque es verdadera y nos aporta algo que va directo al corazón. Una propuesta muy apropiada y absolutamente recomendable para plantar cara a la pandemia y apoyar el teatro, que no tendría sentido sin su público.