José Luis Morante sorprende con una antología a contrapié
Cuando la tendencia del mercado editorial aforístico venía siendo la de publicar antologías con un número cada vez mayor de autores (las más recientes, editadas este mismo año, El cántaro a la fuente. Aforistas españoles para el siglo XXI reunía a 66, mientras que Espigas en la era. Micropedia de aforistas españoles vivos ya pasaba del centenar), priorizando la dimensión documental y panorámica frente a la crítica y selectiva, José Luis Morante, uno de los más denodados defensores del género en nuestro país, sorprende con sus 11 aforistas a contrapié (Liliputienses, 2020), un florilegio extremadamente parco en cuanto a la nómina de escritores incluidos, aunque generoso en el caudal del material de cada uno de ellos, con abundante material inédito.
Desde el primer momento, en apenas unos párrafos preñados de concisión y sustancia, el antólogo deja clara cuál es, a su parecer, la naturaleza más íntima del aforismo, y glosa los motivos por los que considera que los aforistas presentes en el libro vienen a ilustrar las distintas vertientes por las cuales discurre actualmente. Así, al calificarlo como “género proteico”, Morante acierta al poner en énfasis su capacidad de adaptación a cada voz personal: el aforismo, en su brevedad, se muestre inerme ante las pretensiones de cada escritor, el cual, al optar por la contención o por el abuso, plasma un autorretrato certero de su propia magnitud literaria. Morante, como autor, es un ejemplo de esa modalidad elusiva del aforismo, próxima a la poesía, y más concretamente, al haiku, que en opinión de muchos constituye la apuesta de futura más segura, frente al agotamiento de las fórmulas más trilladas, que lo emparentan con la máxima y la sentencia.
Que la elección de los autores presentes en el libro suscitará discrepancias es algo con lo que, sin duda alguna, ya contaba su artífice: de hecho, constituye un signo de saludable libertad el que haya prescindido de muchos autores de primerísima línea (Ramón Eder, Manuel Neila, Carmen Canet, Sergio García y tantos otros), y en cambio haya optado por dar cabida a otros de su entera predilección, algunos de ellos apenas conocidos y con una trayectoria editorial en el género más bien corta: de este modo, 11 aforistas a contrapié se ubica a sí mismo en otra liga, la de la antología personal, de autor, con todo lo que ello implica en términos de riesgo, pero también de frescura y renovación. A cambio, el resultado se presenta a sí mismo en términos de complementariedad con otras antologías, renunciando de entrada a cualquier vestigio de absurda competencia: en el mundo aforístico, tan exiguo en sí mismo, todo suma.
El resultado final lo juzgará el lector. Sea cual sea su veredicto final, no caba duda de que nos encontramos ante una propuesta divergente -como el aforismo mismo, en cuanto género literario-, que no rinde pleitesía a nada ni a nadie, y que confirma a José Luis Morante como un observador libre y juicioso de la literatura breve que se escribe actualmente en nuestro país.