La vuelta al cole en un mundo del revés
Sí, el mundo se ha vuelto del revés en tan solo seis meses.
Y aunque la mayoría intenta adaptarse como puede a la incertidumbre, tratando de entender, asimilar y manejar la abrumadora avalancha de cambios que se producen cada día, no parece que aún todos se hayan dado cuenta.
Algunos se niegan a verlo obstinados en su extremismo, su individualismo o su ignorancia la cual, como dice el refrán, es atrevida y sale a pasearse por las calles con ostentación y pancartas.
Muchos otros aplican un entendimiento intermitente, apagándolo cuando se juntan con sus grupos a celebrar cumpleaños atrasados, a compartir las patatas del aperitivo y a tomar cervezas rebosantes de espuma, desapego y superficialidad.
Quizá si al salir del confinamiento nos hubiéramos encontrado eventos extraordinarios y grandilocuentes de esos a los que el cine de acción, la literatura fantástica o los videojuegos nos tienen acostumbrados: calles llenas de zombis, explosiones planetarias, Apocalipsis violentos, monstruos malvados luchando contra superhéroes… no estaríamos hoy tan divididos y polarizados frente a la misma realidad.
Pero en la cultura de la espectacularidad en la que vivimos, las pequeñas cosas cuentan poco y, al fin y al cabo, la nueva normalidad estaba también llena de viejos conocidos: gente que se muere, amigos y amigas sin trabajo y negocios que cierran… Nada nuevo bajo el sol. Son muchas las banalidades que dan forman y estructuran el horror y las tragedias de todos los días pero nunca son suficientes para un cambio social si en el aire no se respira la empatía.
Pero bueno, el verano es el verano, y al cuerpo, al alma y la consciencia siempre les viene bien un garbeo y unas vacaciones y este año más que nunca. Y si hay que prestar atención y sufrir por algo que sea por el futuro de Messi que, como muchos otros jóvenes de su generación, no puede permitirse los 700 millones de euros que necesita para poder cambiarse de trabajo y ser feliz.
Y mientras los ciudadanos seguimos montados cada día en una montaña rusa y los políticos juegan a la ruleta rusa de la polarización social y política ocurre otra banalidad absolutamente imprevisible: el calendario, insolente y tozudo marcando su ritmo, llega a septiembre y anuncia, ¡oh, sorpresa! la vuelta al cole.
Con un mundo del revés, parece este el año apropiado para cambiar de paradigma, pensar diferente y aprender a manejar una nueva realidad que ha empezado yéndosenos de las manos.
Y para que en las aulas profesores y alumnos no se despisten con las pequeñas cosas que pasan cada día, quizá fuera útil, como sutil recordatorio, descolgar de la pared y recortar de los libros el viejo y tradicional mapamundi de Mercator, un mapa de 1569 hecho para navegantes que no representa las dimensiones geográficas tal y como son pero que lleva educando a millones de personas generación tras generación fijando en nuestras mentes la representación visual errónea del mundo; y cambiarlo por algunos de los productos cartográficos más modernos que han podido superar las dificultades intrínsecas de representar en un plano una realidad esférica (como, por ejemplo, el AuthaGrahp creado por el arquitecto japonés Hajme Narukawa) y mostrar con mucha más exactitud la verdadera dimensión de países, continentes y océanos.Una imagen nueva, extraña, desconcertante pero, sin duda, más fiel al mundo en que vivimos.
Quizá fuera ese el recordatorio constante que necesitamos todos para entender que el mundo que creíamos conocer es ahora distinto. Que es el momento de empezar a aprender y educar diferente para un mundo nuevo en el que hay que asumir y gestionar cambios que van mucho más allá de ponerse una mascarilla, aplicar la distancia social intermitentemente o aplaudir desde un balcón a los sanitarios (y seguro también en un futuro cercano, a los profesores) cuando el agradecimiento vuelva a ponerse de moda en Instagram.