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Entrevista a Manuel Martín-Arroyo, autor de Los pasos en el vacío

Sinoposis:

Luis es un joven que está atravesando una época realmente gris en su vida, pero un buen día descubre que su hermana está siendo terriblemente atacada por su nuevo y flamante marido. Es un maltratador, un chulo, un déspota y una incógnita…. eso sí, un claro amante de su estirpe, de su patria y de su trabajo: Miguel es policía del Estado.

Paradójicamente, Luis acaba con sus huesos en el talego tras una dura pelea en la que vence a Miguel contra todo pronóstico, aunque… ¿quién ganó realmente después de aquel acontecimiento que marcaría la vida de ambos?

Tras superar la inevitable caída moral que supone entrar en prisión sin antecedentes y siendo tan joven, Luis intenta salir de esa boca del lobo con unas peculiares nuevas amistades y con un “ejército de mujeres” que cree que hizo lo correcto, y que lo apoya dentro y fuera de unos muros no tan infranqueables.

Entrarán en juego respetados y controvertidos psicólogos, jueces de mármol, delincuentes sin nada que perder y policías corruptos en complot contra aquel que discrepa… Y Luis es uno de esos.

Motivos por los que escribiste la novela. ¿Cómo fue el proceso de redacción? 

Todo surgió con la necesidad de dejar plasmado la docena de casos que vivía y sentía a diario. También quise recopilar las frases, los rostros, las situaciones y los personajes que iban apareciendo en mi jornada laboral. Lo que empezó siendo un anecdotario profesional, acabó siendo una trama novelada de personajes que están inmersos en una maldita burbuja. Mis personajes han caído en un agujero en el que pasan a convertirse en un número sin nombre y en un rostro olvidado y despreciado por tantos. A veces, los presos pasan a formar parte de un club de zombies que deambula por un lugar inerte, delimitado y vigilado sin que nadie mueva un dedo por ellos, día tras día, año tras año. Llegaba a casa tras mi jornada, y mis familiares no daban crédito a mi relato, y a veces, mis emociones me sobrepasaban. Fíjate, me he encontrado con  antiguos compañeros de pupitre, con drogodependientes sin presente o futuro, narcos, pederastas, concejales de pueblo, entrenadores de fútbol, algún alcalde, yihadistas, presos vascos, El Solitario, La Manada… Este libro me lo tomé como una pequeña terapia y así poder desahogarme, bien para contarle al mundo lo que sucede en una prisión, para exponer mi punto de vista, o bien lanzar un grito contra las injusticias. Aunque también se convirtió en un gran reto personal, por qué no decirlo. Empecé a hilarlo todo hasta que se tejió una cruda historia carcelaria. Los Pasos en el Vacío es una novela negra en la que podemos encontrar violencia, traición, leyes internas, drogas o soledad, pero también compañerismo, esperanza y alguna lección vital.

¿Crees que desarrollas una literatura comprometida?

Me he nutrido de mis experiencias profesionales a la hora de escribir. Eso es innegable, ya que había veces que tenía los personajes y los hechos en mis narices.

He sido testigo de muchos atropellos e injusticias, aunque también de momentos esperanzadores. No creo que el compromiso tenga que ser siempre negativo o trágico, aunque yo venga de un lugar realmente oscuro.

He conocido a muchos “sin voz”, quizás demasiados, a los que el tiempo, la incomunicación y el azar, harán que se pierdan en el tiempo como un número de usar y tirar.

También he observado el devenir político, esos partidos prometiendo o gobernando sin tener nada más que palabrerío a la hora de afrontar problemática tan seria  como a la que me enfrento. Por parte de las administraciones, solo desamparo, silencio o inacción, y ahí sí es donde encontrará el lector mi compromiso.

El lugar que le doy a la verdad en esta novela es fundamental, y me comprometí el día que me abrieron las puertas de la cárcel (en mi caso, once puertas). Comencé a trabajar con ese tipo de  público, con esas administraciones que no comprenden que ir a la raíz del problema es solucionar los futuros engorros, y comencé a descubrir esos lugares de una realidad paralela que la mayoría desconoce.

Este compromiso con una literatura “que cuenta verdades” también está salpicada por situaciones surrealistas y entrañables, personas con un corazón enorme y por alegrías muy diversas.

 

 

-¿Qué elementos de la realidad de las cárceles has introducido en la novela?

El protagonista de la novela es un joven que no se siente delincuente. Tampoco tiene a priori nada que ver con el mundo carcelario, y se ve en muy poco tiempo en el módulo más chungo de la prisión rodeado de desconocidos. A partir de ahí, todos los elementos que detallo son pura verdad, la concertina de los muros, el zumbido de las puertas, el chabolo, los códigos personales, el ritual diario de la metadona, o los diferentes tipos de violencia que existen. Incluso me planteé muchas veces si el relato de la verdad de una cárcel iba a ser cien por cien creíble, pero me lancé y en cierta manera me desahogué.  Tratar diariamente de tú a tú con personas que no tienen nada que perder, o con aquellos que aparcan la sensación de vivir en libertad  por un ideal o una bandera, hace que tu prisma de la realidad se altere notablemente. A algunos lectores les ha encantado tener por fin la percepción real del lugar más oculto del Estado, bueno, supongo que con permiso del CNI.

 

 

-Situación de las cárceles que conoces y reflexión general sobre el sistema penitenciario. ¿Sirve a la reinserción de la que hablan las leyes o es un mero lugar donde meter a la gente que no se adapta a la convivencia estándar convencional?

Parafraseando la novela, te diría que «las cárceles están llenas de huéspedes indeseables pero necesarios. En Villa Candado habita a sus anchas la nada pegajosa. Los relojes son basura, te adaptas por supervivencia básica y si ríes será por pura inercia».

Las cárceles sirven para castigar, no hay más. ¿de qué reinserción le podemos hablar a un preso si está rodeado de gente que solo piensa en chutarse o en pegarle al que le debe un cigarro? ¿qué posibilidades laborales o personales se le ofrece tras este paréntesis vital si sigue siendo preso de la droga o de la soledad? ¿Sabes que solamente hay un psiquiatra para los dos mil presos de las tres  prisiones del Puerto de Santa María siendo la patología mental el principal problema médico? ¿Qué valores puede tener un ex convicto al que jamás le dijeron que la escuela o la cultura son beneficiosos? ¿Cómo puede mejorar su vida un interno que sigue sin saber leer? Empecé siendo maestro de niños en zonas deprimidas del Bajo Guadalquivir, y ahora, diez años más tarde, me encuentro en la cárcel a los padres de esos niños, o incluso a mis propios alumnos… y empiezas a replantearte el sistema que tenemos desde lo más bajo hasta lo más alto, las políticas sociales, la educación, la atención primaria, los valores…  Las cárceles son factorías públicas que cada día dan trabajo a más gente, y el Código Penal siempre se modifica para endurecer la ley y que sea aún más fácil entrar. Al mismo tiempo, las políticas de atención y ayuda a los más necesitados van disminuyendo porque no nos gusta rascarnos el bolsillo por mi vecino el problemático, aunque eso implique que quizá podamos evitar que entre en el talego. Leo con estupefacción y cierta envidia las noticias que nos llegan de otros países de Europa en las que se anuncian los cierres de prisiones por falta de presos. ¿y aquí, qué hacemos para ello?

Mi objetivo, y también mi ilusión, es empoderarlos a través de una educación permanente de calidad. Piensa en los inmigrantes por ejemplo. La sociedad no puede, colaborando poco, plantear como baremo la reinserción para que todos obtengan trabajo, familia o desintoxicación. ¿qué tipo de venda nos estamos poniendo?

Trabajo con los presos, pero en realidad también comparto con ellos el espacio común en nuestros pueblos, las tradiciones, la cultura… pero hay una fractura enorme entre ellos y yo cuando analizamos la idea de libertad, y eso me quita el sueño. Debes ser capaz de tatuarte lo más duro para poder disfrutar de lo más sencillo,y créeme que la fortaleza mental de un preso es digna de estudio.

 

¿Legalizarías las drogas? ¿Crees que las cárceles se podrían gestionar de otro modo si empezamos a tener una relación menos hipócrita con las drogas?

Es el eterno debate y tan pocas veces tratado seriamente. He hablado varias veces este asunto con algunos narcos, y evidentemente ellos se posicionan en contra de la legalización, para no perder su pan, su sistema y también su estatus. Sin embargo, te encuentras al drogodependiente que está loco por salir de la clandestinidad y afrontar su enfermedad sin tapujos, con medios y atenciones.

Desde que tengo uso de la razón he defendido la legalización de las drogas blandas. Ya lo son el tabaco y el alcohol, dejemos de ser hipócritas con respecto al hachís o la marihuana, ya que la ilegalidad de estas sustancias solo hacen apuntalar un sistema paralelo e ilegal, que beneficia a las mafias e indirectamente eleva hasta casi a los altares a ciertos narcos en determinadas barriadas. Me planteo que el gasto en policías, investigaciones, radares, patrulleras, jueces, abogados, cárcel, funcionarios… es enorme en comparación con lo que supondría una regulación seria de ciertas drogas.

-¿Puedes contarme alguna anécdota de tu tiempo con los presos que te parezca reveladora del funcionamiento del sistema?

 

Cierto día, al entrar en el módulo, me crucé con un vecino de mi pueblo (Rota). Empezamos a hablar sobre su situación y sus motivos de ingreso… Me comentó que estaba en tratamiento para dejar las drogas y me lanzó: «Con este documento del centro de drogodependencia al que asisto, creo que me pondrían en libertad ahora mismo, y se lo debo entregar al psicólogo, pero hace días que no viene. ¿podría dárselo usted mismo?» A la hora, se lo di al psicólogo, y por la tarde, estaba en su casa. ¿Qué quiero decir con esto? pues que lo primero es el ingreso en prisión, y después los detalles y los atenuantes. Pero por supuesto, recalco y denuncio que el personal que trabaja en las prisiones está desbordado por la ingente cantidad de trabajo.

El menudeo de drogas es tremendo, y el mono es la principal fuente de conflicto en las prisiones. Los internos terminan hechos polvo de droga adulterada, metadona, pastilleo variado, tabaco permanente y además poco ejercicio. Cierto día, en mitad de la clase, un preso me pidió la hojilla clásica con todas las tablas de multiplicar. Reconoció delante de todos, que como dormía en la litera de abajo, la quería para pegarla al colchón de arriba, y que tras fumarse el clásico porro de las buenas noches, los números le bailaban muy gustosamente, y que su colocón era muy simpático con todas aquellas operaciones moviéndose.

La prensa ha dicho:

“Un libro que se empieza y no se acaba. Me terminó de enganchar hasta acabarlo con satisfacción”

Javier Ramajo www.eldiario.es

 

«Los pasos en el vacío es una novela ágil, que vuela en las páginas del lector y que golpea su conciencia, porque se dirige hacia esa parte de la sociedad que preferimos ignorar.»

Pablo Gutiérrez (Seix Barral)

 

Con un ritmo de lo más fluido, una narrativa ágil y un uso del argot carcelario que pone todavía más si cabe en escena al lector, Martín-Arroyo firma una historia que atrapa. Una novela muy recomendable”.

Manuel Muñoz www.masleer.com 

 

“Si quieres una lectura que te remueva por dentro, este libro es el adecuado. Una trama atractiva, descriptiva, y cruelmente sincera. Un libro duro, directo y con una alta dosis de drama, pero muy humano

https://fantasticomundodelibros.blogspot.com/

 

“Una novela valiente, atrevida y sincera. Muy recomendable para reflexionar sobre las 59.000 personas presas que hay en España”

http://lecturasquemegustan.blogspot.com/

 

 

 

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