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Creadores de imágenes: Scorsese, Fellini, Luis Buñuel…

Por Gaspar Jover Polo.

Como en el cine o Séptimo Arte entran a formar parte muy diversos componentes (las imágenes, el argumento, los diálogos, la música, la interpretación actoral…), al director de películas se le presenta la oportunidad de otorgar más importancia a alguno de esos componentes cuando se deja llevar por sus gustos personales. Unos autores se decantan por realzar la viveza de los diálogos, otros prefieren destacar la contundencia y la originalidad de las imágenes, que consideran incluso por encima del argumento, hasta el punto de que estos últimos no se preocupan demasiado por que en su película aparezcan bien definidos y acotados el principio, el desarrollo y el desenlace. Dos de esos cinco componentes básicos, el argumento y los diálogos, pertenecen al mundo de la literatura; la música es una de las siete bellas artes en sí misma; la interpretación tiene que ver sin duda alguna con el teatro, por lo que podemos concluir que el componente más genuinamente cinematográfico de los cinco es, tal vez, la imagen, las fotografías en movimiento. 

Las imágenes son lo que a algunos aficionados nos interesan por encima de todo, lo que más nos llama la atención cuando vemos una película; y, tal vez por las mismas razones, hay directores de cine que parecen tener preferencia por la parte más visual de sus obras. No creo que nadie discuta que esta preferencia se da en el director italiano Federico Fellini, por poner un ejemplo, o en Luis Buñuel, sobre todo en sus inicios como director y en sus películas más surrealistas, en El perro andaluz o en La edad de oro. La potencia de las imágenes surrealista de Buñuel es tan extraordinaria, que algunas de ellas han llegado incluso a convertirse en iconos de la cultura moderna, como es el caso de la navaja que rasga el ojo humano en El perro andaluz. Hay aficionados, pocos, que se atreven a decir que, cuando van al cine no quieren perderse detalle: los efectos del encuadre, los matices en el gesto del actor, y les es imposible, por tanto, ponerse a leer en vez de enfocar la vista sobre la totalidad de la pantalla; y yo puedo comprenderlos por todo lo que acabo de explicar, aunque sé que esta confesión va directamente en contra de lo que opinan los más destacados especialistas. Al no conocer bien el idioma original, entiendo a los espectadores que prefieren la versión doblada a la subtitulada, siempre y cuando los dobladores sean buenos profesionales y la película sea de aquellas en las que los personajes destacan por su locuacidad.

Recuerdo con cariño y emoción el impacto que me produjeron las imágenes de una secuencia en concreto, de la secuencia inicial de la película Toro salvaje. Todavía guardo la viva impresión que me produjeron en su día los títulos de crédito de Toro Salvaje, la película del director Martin Scorsese sobre el mundo del boxeo, y por eso voy a poner esas imágenes como ejemplo del poder que lo visual puede tener en el cine. Detrás de los títulos de crédito, estaba Robert De Niro haciendo el papel del famoso boxeador Jake La Motta. Era el momento antes de empezar un combate y De Niro aparecía muy concentrado calentando ya sobre la lona del ring. Pero ese ring del principio de la película aparecía rodeado de una extraña niebla, de una atmósfera sorprendente por fuera de lo normal. Y sorprendía también el hecho de que Robert De Niro se encontrara completamente solo dentro del cuadrilátero mientras saltaba sobre la lona y lanzaba al aire sus golpes, con el albornoz y la capucha puesta mientras sonaba la música de la ópera Caballería Rusticana. Seguramente el actor De Niro habría estudiado con detenimiento los movimientos característicos de aquel boxeador, de La Motta, los de un toro salvaje enfurecido, y los imitaba, o mejor dicho, los reproducía en la pantalla con singular acierto. Toro salvaje es una de las mejores películas de Scorsese: el guion de Schrader no se deja detalle, la fotografía de gran Michael Chapman impresiona a lo largo de todo el metraje; pero el recuerdo principal que me ha quedado es que todo se queda un poco por debajo del nivel de las imágenes que acompañan a los títulos de crédito. Esas primeras imágenes sin texto, sin sonido ambiente, solo con la música del compositor Mascagni, me parecieron muy cerca de lo sobrenatural.

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