Rivero Taravillo: «El aforismo es un flotador que se llena con el aire que le inspiramos»
Nacido en Melilla en 1963 y residente en Sevilla, Antonio Rivero Taravillo cuenta con una amplia trayectoria en el ámbito de la poesía, la biografía literaria, la traducción y el aforismo. En el género breve ha editado anteriormente Vilanos por el aire (La Isla de Siltolá), Especulaciones ciegas (Fundación Rafael Pérez Estrada) y Vida en común (Libros al Albur). La orfandad de Orfeo, que acaba de ver la luz dentro de la colección Gnomon publicada por Thémata Editorial, es su cuarto libro en este género y se organiza en cuatro secciones: literatura, vida, aforismo y ángeles. Son sus aforismos de carácter enjundioso, lúcido y penetrante, y en ellos se dan la mano la inteligencia y la piedad, combinación indisociable pues, como advirtió Ramón Eder, “sin compasión no hay cordura”. En este libro hay mucha cordura, sentido común y capacidad de análisis, pero también ironía, empatía y solidaridad en la tormenta. Hablamos con el autor sobre todo ello.
– La orfandad de Orfeo es su cuarto libro de aforismos. A estas alturas, ¿se considera usted aforista a sí mismo, al igual que poeta o traductor? ¿O tan solo un poeta que escribe aforismos?
Hay quienes tienen de sí mismos una idea zoomorfa que en su visión egotista los asemeja a semidioses: águilas, leones. Yo me considero más bien un ciempiés: la pata de aforista es una más. Me sirve para dar pasos cortos, que a menudo son los más largos.
– ¿Qué encontramos en su nuevo libro de aforismos que no hayamos leído ya en los anteriores?
Una nueva circunvalación de la espiral: cada vuelta es única y se acerca más al centro. Creo que cada vez me encuentro más cómodo en el género del aforismo. Creo que este es el mejor de los libros que he publicado en el género, el más completo.
– ¿Qué le da un buen aforismo que no le pueda proporcionar un poema mediocre?
La mala poesía puede disfrazarse con una prosodia correcta. Eso hace que muchos versificadores pasen por poetas aunque, efectivamente, sus creaciones sean mediocres. Una buena vaina puede disimular una espada roma, oxidada, sin filo. Ahora bien, un aforismo no se apoya en la medida o en la ordenación de las sílabas en tónicas o átonas: por ello va a cuerpo, sin funda que lo proteja. Se lo juega todo en lo que dice, con menor dependencia del cómo lo dice (o al menos, con no tanta supeditación al ritmo). Por eso, cuando es bueno, da una verdad desnuda que penetra, corta (y si es preciso amputa limpiamente) mucho mejor de lo que lo hacen unos versos mohosos. Por otra parte, en el poema busco más mi verdad; en el aforismo, una verdad ante la que puedan asentir todos.
– ¿Considera que su bagaje como poeta le facilita la condensación lingüística que exige el aforismo?
Quiero creer que sí. El poema es un bote salvavidas del que hay que arrojar muchas cosas para que no se hunda. Más modesto, el aforismo es un flotador que se llena con el aire que le inspiramos, que ha de ser el justo: suficiente para que se mantenga a flote y pueda agarrarse a él el lector, pero no tan hinchado que explote. Por otra parte, el poeta ha de corregir, reordenar, no conformarse con la primera versión; esa disciplina favorece igualmente al aforismo.
– ¿Escribe habitualmente aforismos? ¿A rachas? ¿Cuando le asaltan? ¿Cuál es su método, si lo tiene?
Rara vez los escribo de forma premeditada: surgen como el primer verso de un poema (que luego no necesariamente ocupa la posición inicial), de manera espontánea pero en el terreno abonado de la lectura y la reflexión. A menudo, dentro del tiesto de una red social. En ocasiones, sin embargo, escribo una serie como “Colección de ángeles” (una de las partes de La orfandad de Orfeo) abordando desde diferentes ángulos un mismo tema. Una vez se está en modo aforístico, la creatividad se desencadena. También (porque el aforismo, al igual que el poema, medita sobre sí mismo), una de las cuatro partes del libro se dedica al propio género.
– Por último, ¿podría decirnos cuál es el último buen aforismo que ha escrito, y que aún no se ha publicado?
No sé si será bueno, pero el último es este, rigurosamente inédito: “La prosa es la colmena; el poema, la abeja; el aforismo, el aguijón”.