Al habla con la escritora uruguaya Cecilia Curbelo

CÉSAR MUNDACA.

Cecilia Curbelo es una arrolladora bestseller de la literatura uruguaya. Nació en Montevideo hace cuarenta y cinco años. Empezó a escribir relatos cortos a los seis y desde entonces no ha abandonado el bolígrafo. Se licenció en Ciencias de la Comunicación Social con énfasis en Comunicación Organizacional por la Universidad Católica del Uruguay. Es autora de la multipremiada serie Decisiones, compuesta por cinco novelas: La decisión de Camila, Las dos caras de Sofía, La confesión de Micaela, La otra vida de Belén y La búsqueda de Lucía. Su escritura escruta las andanzas y vicisitudes que afrontan los adolescentes de hoy. Lo que Natalia no sabe es su última novela que, desde el pasado tres de agosto, relumbra ante los ojos de sus lectores. Página de Amazon con todos sus ebooks: amazon.com/author/ceciliacurbelo.

1. A Chéjov se le atribuye esta frase: “La medicina es mi esposa legal; la literatura, mi amante. Cuando me canso de una paso la noche con la otra”. Usted, ¿en qué estado civil sitúa a la literatura?

Bueno, se ve que Chéjov era infiel… (risas). Yo, por el contrario, soy fiel, por lo tanto la literatura es mi esposa y amante a la vez.

2. Se ha hablado y se ha escrito peyorativamente sobre la literatura comercial, ¿cómo se lucha contra eso?

No creo que haya que luchar. Es perder energía y tiempo. En todo caso sería positivo definir claramente qué constituye la “literatura comercial”. La definición parece variar de acuerdo al emisor. Hay quienes consideran “comercial” aquello que se produce con puros fines económicos, otros aquello que “vende” mucho, otros aquello que supone meramente entretenimiento sin adentrarse en aspectos más complejos, otros aquello que tiene como empuje una campaña de marketing… Entonces, detenerse a analizar primero a qué nos referimos con literatura comercial es esencial. Por ejemplo, a priori puedo estar de acuerdo en que no es lo mismo un libro que saca el Youtuber de moda a uno que publica un autor de novelas históricas. Pero, para poder opinar, debería leer lo que escribió el Youtuber, a lo mejor me llevo una sorpresa. ¿Es malo que un Youtuber publique? Creo que si ese negocio sostiene económicamente a una editorial y le permite publicar otros textos con menos chance de ser vendidos masivamente, se podría ver con benevolencia. Además, tampoco podemos medir a todos con la misma vara. Siguiendo con el ejemplo de los Youtubers, están aquellos que ni siquiera saben qué hay escrito en su libro, porque lo hizo un ghostwriter contratado por la editorial, y están aquellos cuyo sueño siempre fue escribir y lo hacen bien. En todo caso, si esa es la forma para que muchos “no lectores” comiencen a encontrarle el gusto al libro, bienvenido sea. No podemos plantarnos en una posición de condescendencia creyendo que los que leen determinados textos son menos inteligentes, carecen de capacidad analítica, o son meros títeres movidos por el aparato marketinero. Esta postura constituye una posición altanera y de menosprecio a la inteligencia y a la capacidad del otro. Un libro con un excelente marketing, puede venderse muchísimo. Pero te aseguro que si el libro es malo, no hay una segunda oportunidad. Al siguiente libro que publique ese autor, por más marketing que le haga de soporte, no lo vende.

3. ¿Qué opinión le merece los críticos literarios?

La misma que me merece los críticos de cualquier otro rubro. Se me viene a la mente el crítico gastronómico. ¿Quién puede afirmar que aquello que no le gustó, no me irá a encantar a mí? Por más que esa persona haya estudiado sobre combinaciones, aromas, texturas, etcétera, relacionadas a la gastronomía, el momento de la verdad es cuando yo misma me llevo el bocado a la boca y lo saboreo. Solo entonces sé si lo que estoy comiendo me genera placer, rechazo o me da igual, porque lo que experimento es personal e intransferible, como lo es el arte en todas sus formas. El paladar del crítico es “su” paladar. El mío, es el mío. Y, en un aspecto aún más personal, no me sentiría a gusto siendo esa persona que se gana la vida hablando acerca del trabajo o el arte de otro. Me siento más feliz, más plena, siendo aquella que crea, que se arriesga, que “hace”.

4. ¿Cuál era la realidad literaria uruguaya antes de la pandemia?

Uruguay es un país muy lector y con una excelente producción: es el país que registra la mayor cantidad de solicitudes de ISBN per cápita en todo el continente. Así que tenemos una buena producción y un buen número de lectores. Pero como sucede en todo el mundo editorial las ventas han ido menguando, año tras año, en todos los géneros. No escapamos a la crisis. Y, por supuesto, tampoco a la crisis de la “nueva normalidad”. Porque aún no podemos hablar de post-pandemia.

5. ¿Qué está leyendo?

Soy una lectora compulsiva, que lee más de cien libros al año. Hace dos noches terminé “Secretos Ocultos” de Michael Robotham (a quien Stephen King ha llamado “el maestro absoluto del thriller psicológico”) y hoy estoy terminando “El día en el que todo cambió”, de Robin Morgan-Bentley, un escritor joven que debutó con esta novela y me está resultando muy atrapante. Soy una adicta al domestic noir. De este sub-género, no me pierdo los libros de Fiona Barton, Liane Moriarty, Charlotte Link, Paul Pen, Shari LaPena, Mary Kubica, Alafair Burke, Annie Ward, Megan Goldin, entre otros.

6. Si usted fuese directora de un liceo y contara con un vasto presupuesto, ¿cuál sería su estrategia para fomentar la lectura y la escritura entre los escolares?

Invertiría en multimedia y en teatro. Crearía salas donde, antes de presentarles un texto, viesen el booktrailer, o disfruten de una actuación relacionada al libro. Creo que tenemos que utilizar estas herramientas para acercarlos a la lectura. Son generaciones hiperconectadas que les cuesta pensar como algo atractivo un elemento que parece estático como el libro. Y digo “parece”, ¡porque los lectores sabemos que un libro es lo menos estático del universo! Pero ellos no lo saben. Los textos los trabajaría mediante un mix entre lectura y actuación, e incentivaría la creación de grupos de teatro que representen diversas escenas. Haría buzones virtuales anónimos con consignas mensuales, en los que pudieran opinar acerca de temas que les llegaron de cerca con la historia leída, problemáticas que necesitan hablar, y buscaría libros relacionados a sus realidades para intentar que empaticen con las vivencias a leer. Llevaría autores, organizaría encuentros por zoom y generaría concursos que abarquen tanto lo literario como lo artístico, relacionando los textos con diversas formas de arte: dibujo, comic, teatro, videos por tik-tok o la red de moda en el momento…

7. ¿Qué tanto han influido Susan Eloise Hinton y Mariana Furiasse en su producción literaria?

¡La verdad que nada de nada! ¡Es que recién descubrí a ambas autoras hace dos años! Para entonces, yo ya tenía publicada una docena de títulos. Pero debo decir que las dos son increíbles. Particularmente, disfruté muchísimo de “Rafaela”, de Furiasse. ¡Querría que siguiera publicando! Se necesita seguir ahondando en temáticas que importan y deciden sobre los adolescentes. Por eso, en mis libros siempre trato de cubrir algún área que siento que es de especial interés para la etapa de la pre-adolescencia y adolescencia, como el acoso escolar y cibernético (“La otra vida de Belén” o “A la manera de Agustina”), la pérdida de un ser querido (“Aunque él no esté”), la no idealización de un padre/una madre (“Aunque ella esté”, “Lo que Natalia no sabe”), la adopción, la violencia en el noviazgo (“La búsqueda de Lucía”), los desórdenes alimenticios (“La confesión de Micaela”), etcétera.

8. “Yo escribo simplemente para que mis amigos me quieran mucho y para que los que me quieren mucho me quieran más”, solía decir Gabriel García Márquez. En su caso, ¿escribe para que los niños, adolescentes, jóvenes y los padres de estos la quieran también de esa manera?

¡No, no! Escribir para que te quieran, ¡nunca se me habría ocurrido! (risas). Yo escribo porque forma parte de mí. Escribo desde los seis años, como una terapia. De pequeña creaba historias. Siento placer cuando quien me lee sueña, viaja, se identifica, se enoja, vibra, sonríe, se lamenta, llora. Porque siento placer por el hecho de que alguien empatice, en un mundo en el que lo efímero marca el ritmo. Entonces, hacer que otro a quien no conocés se ponga en los zapatos de alguien más, es un granito de arena para que el mundo aspire a ser un sitio mejor. Estoy convencida que la lectura es una de las herramientas más potentes para desarrollar la empatía.

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