‘Pinocho’, de Carlo Collodi
Por Víctor González (@chitor5)
Había una vez un cuento. La había, la hay y la habrá. Y ese cuento seguirá siendo el mismo. Probablemente, el cuento por antonomasia. ¿Que de cuál estoy hablando? Como no podía ser de otra manera, de Pinocho. Y no hablo de él porque me haya dado la vena ahora de recorrerme los cuentos clásicos de nuestra infancia, que también, sino por la nueva y preciosa edición de la gran obra de Carlo Collodi por parte de Navona en su genial colección Ineludibles.
El cuento empieza como todos, como ha empezado esta reseña. Pero ya desde ese clásico inicio se ve que no estamos ante un cuento normal. Porque ya desde ese «Había una vez…» el narrador aparece como va a ser a partir de ese momento: el titiritero de la historia, que no tendrá problema en aparecer, en dirigirse al lector, en reconocer que hay cosas que no sabe, en pronunciar su opinión respecto a lo que Pinocho va haciendo, en reírse un poco de todo. Y es también entonces cuando ya sabemos que lo que vamos a tener delante no va a ser la historia de un rey sino la historia «de un trozo de madera».
No creo que haga falta contar la historia de Pinocho, todos en algún momento hemos topado, queramos o no, con alguna de sus representaciones. Pero aunque para todos los que seamos un poco lectores es evidente que siempre el libro como tal contiene cosas que su adaptación no refleja, en este caso habría que remarcarlo todavía con más fuerza, ya que la historia que aquí se nos presenta poco tiene que ver con la adaptación de la obra por parte de Disney.
Sí tendremos al Pinocho travieso, al estilo de lo que aquí podríamos ver en nuestro Lazarillo, pero todo empieza a desviarse cuando a través de las vivencias del libro vemos esa parte sádica, tenebrosa e incluso terrorífica de las cosas que le van sucediente a Pinocho. Ejemplos: matar al Grillo Parlante con un martillo, ser acuchillado en los riñones, ser colgado de un árbol, dar un mordisco a un burro y arrancarle una oreja, ser tirado al mar vivo y convertido en burro para después de muerto arrancarle la piel y hacer un tambor con ella… Este es el Pinocho de Collodi. ¿Que quizá es poco para niños? Pues sí. ¿Que te ríes leyéndolo? Pues también.
Pero una cosa que siempre está, en cualquier cuento, en cualquier adaptación, es la moralina. Y Pinocho, aunque es un niño difícil y siempre escoge (voluntariamente, eso sí) el camino incorrecto, sabe de su necesidad por ser amado, por ser “normal”. Al final, esa frase que él va escuchando de «sé juicioso y serás feliz» se le va metiendo en un interior que cada vez es más de niño normal y le va llevando hacia el famoso camino recto al que todos deberíamos dirigirnos. Donde, dicen, nos espera el premio, la buena dirección, ya sea un nuevo camino o un destino final. A él le moverá el amor hacia su padre, pero muchas cosas más, que a veces serán buenas y otras malas, que a veces serán correctas y otras incorrectas. Pero todas serán experiencias que lo llevarán a convertirse en un niño real.
Al final, la historia de Pinocho no es más (ni menos) que un camino de realización personal, representado en un niño de madera que quiere convertirse en un niño como los de su clase. Un niño que después de todo lo único que desea es que «mi desgracia pueda servir de lección a todos los niños desobedientes que no quieren estudiar». Hay muchas lecturas que pueden desgranarse del cuento, y algunas son comentadas en el excelente prólogo de Italo Calvino que esta edición incluye. Pero otras no, y yo pienso que esas son las mejores. Las que te creas tú, sin prólogos ni más miradas que la tuya. Lo que tú entiendas es lo que Collodi quiso decir. Y que haya tantas versiones, tantas miradas, es lo que hace a este cuento ser tan genial, perdurar tanto, seguir tan vigente. Un diez para Navona por esta nueva edición.