España a pedir de boca con actores en gira: «La Guía Gastrocómica»
Por Horacio Otheguy Riveira
Recorrido gastronómico por una España deliciosa, sin enemigos ni adversarios a la vista ni bajo el mantel, brotada de los placeres de la buena mesa, pueblo a pueblo. Después de la intensa energía que se deja en escena, los intérpretes vuelven a la realidad con hambre y sed, buscadores de los rincones más apetitosos del país. Muchos han participado generosamente en este auténtico manual del buen yantar dirigido y editado por una periodista todoterreno como María Díaz, alma mater de numerosos espectáculos como brillante jefa de prensa. Todos juntos han hecho posible esta «Guía Gastrocómica» que se lee con una servilleta en el cuello y la tierna sonrisa del que ya está saboreando los mejores platos antes de empezar.
La primera edición ocurrió en 2016. Hoy que las giras escasean, y fugaces parecen las vacaciones bajo una pandemia que se resiste a dejarnos, estas páginas invitan al regocijo de la manduca literaria, pues los textos son para saborear estilos y paisajes. Pero además nos invita a fantasear una proximidad real día a día más fresca e inmediata: la esperanza de que todo este drama pase cuanto antes y compartir mesa y mantel con nuestros queridos cómicos, sumándonos con entusiasmo al arte del buen yantar.
No hay taberna, cafetería, gasolinera o pub que se escape a la mirada de más de cien actores cuyo paladar, fino o peleón, se erige en guía secreta para llegar a los rincones gastronómicos más curiosos del país.
A continuación, una breve selección a vuela pluma para dejar constancia de la variedad y el estilo de la guía más original y emocionante del mercado periodístico-literario. La presente selección no lleva ningún orden prefijado, en cambio en el libro todo va estructurado por orden alfabético de Comunidades.
Rafael Castejón en Nou Manolín, Alicante: mi padre era alicantino y, como bien sabes, aunque sea la tierra del arroz no es fácil encontrar una buena paella. En este sitio, los arroces están buenísimos y a mi padre le gustaba mucho. A mi hermano Jesús también. Después del entierro de mis padres (se fueron con un mes de diferencia) y como homenaje a ellos, mis hermanos Nuria y Jesús y mi sobrino Ariel nos comimos unos arroces en este restaurante. [Homenaje a los enormes y queridísimos Rafael Castejón y Pepa Rosado].
Pepón Nieto en Marengo, Vejer de la Frontera, Cádiz: se come muy muy muy bien. Trabajan una cocina muy de mercado a la que le dan una vueltecita. Te pueden poner, por ejemplo, un secreto ibérico acompañado de unas migas de tomate seco. O unos langostinos fritos con una hoja de albahaca y una crema de cacahuetes espectaculares. La carta es muyyy rica; el local, una casa antigua con un pequeño patio, resulta verdaderamente cálido y muy recomendable.
Susana Abaitua en El Tintero, Málaga: es un restaurante a pie de playa donde no hay carta. Los camareros van sacando platos con distintos pescados fritos, gambas, mejillones… Salen de la cocina chillando los platos; si te interesa alguno, lo coges. Pasan continuamente. El precio es fijo, excepto algunos mariscos. El plato está en torno a los seis euros y la cantidad es bien generosa. Un ambiente muy divertido en el que generalmente acabas conociendo gente.
Lola Herrera en El Churrasco, Córdoba: llevo años visitando este restaurante. Tiene las mejores carnes y los mejores pescados, y nos hacen un arroz cordobés cada vez que vamos con las compañías… La bodega que tiene al lado también es maravillosa. Sentarte allí en el patio con ese ficus y tomarte un vinito con lo que te van poniendo es maravilloso.
Lucía Quintana en La Bicicleta, Córdoba: hippie chic maravilloso al lado de los baños árabes, cerca de la mezquita. Abre hasta tarde, así que mola acabar la función, ir a la última sesión de los baños y acabar allí cenando uvas con queso de la tierra, mazamorra y vinazos de la tierra… ¡Impresionante planazo de reina mora! El precio es estupendo.
Elisa Matilla en Hermógenes, Zaragoza: me lo enseñaron Carlos Hipólito y Ángel Pardo. Un sitio al que vuelves siempre. Es muy familiar, apenas cinco mesas. Se hace una cocina clásica muy sibarita. Hermógenes, su propietario, a quien además le gusta pintar, ha desarrollado una relación muy particular con los artistas. Es culto y se puede hablar con él de todo. Por cierto, el local esconde unos pasadizos con una historia que vale la pena conocer. [También recomendado por muchos otros como Antonio Molero, Lola Herrera, Jorge Bosch…].
Carlos Hipólito en Heladería Capri, Santander: se trata de unos helados de escándalo. Increíbles. He visto cómo los hacen, con yemas de huevos de granja, almendras seleccionadas especialmente… ¡No sabes lo que es! No hay nada industrial.
Ramón Langa en La Bombi, Santander: la sopa de pescado es la más rica que he comido en mi vida. La tienes que cortar con cuchillo. No he comido una cosa igual antes.
Carmen Machi en Annua, San Vicente de la Barquera: el lugar donde está es increíble, «una ida de olla». Muy bueno.
Millán Salcedo en Mesón Benito, Brazatortas, Castilla-La Mancha: el cochinillo frito y al horno («el guarro») que te sirven en mi propio domicilio, o sea en la casa donde nací, en mi pueblo Brazatortas. Actualmente es un bar-restaurante llamado Mesón Benito y no se cabe… no se cabe de gozo.
Adolfo Fernández en El Majuelo, Salamanca: es un sitio de obligado cumplimiento. Fernando, su propietario, ha convertido su local en un santuario de la gastronomía en el que puedes comer de tapas o a la carta. Cualquier cosa. Me encanta el steak tartar, pero también he probado unas habitas baby impresionantes, y he disfrutado de su foie, incomparable. Uno no sabe qué pedir, pero siempre acierta.
Santiago Sánchez en La Sanabresa, Madrid: muy popular, sabroso y familiar. Al ladito de Antón Martín, estupendo para cenar después de un ensayo y desconectar. Nada que envidiar la sopa de cocido, las berenjenas rebozadas, los espárragos trigueros. Trato familiar de ese trío de camareros que parece que nacieron con el propio restaurante.
Ana Azorín en Café Manuela, Madrid: es un lugar que conocí gracias a Ramón Paso (autor y director de la compañía Pasoazorín Teatro, mi amigo y mi socio) y que se ha convertido en un sitio donde celebrar todos nuestros estrenos. Está situado en pleno barrio de Malasaña. La decoración es preciosa (un café antiguo con columnas, espejos…), el ambiente es muy agradable, y el trato, inmejorable. Un lugar perfecto donde su dueño, Jesús, siempre nos hace sentir como en casa, ¡o mejor! Hay gran variedad de bebidas y cócteles junto a platos de comida y tostas, tartas, helados. Todo buenísimo. Un lugar perfecto para tertulias, celebraciones y juegos, ya que dispone de muchísimos juegos de mesa. Me recomendación: la tosta de jamón ibérico y el cruasán relleno. Sin duda, mi lugar favorito de Madrid, donde pasar horas y horas.
Una auténtica gozada, de ciudad en ciudad y pueblo a pueblo con muchas sorpresas, y un epílogo espléndido, de película, porque a partir de la página 214 se han editado unos «créditos» formidables con fotos y breve semblanza actual de todos los que intervienen. Un detalle de la autora que se agradece. Pasando páginas y buena mesa puedes dudar de quién es quién, pero en el apéndice están servidos como un plato más para terminar de encariñarte con esta Guía Gastrocómica de Roca Editorial, digna de los más exigentes… con toque de diversión y buena onda.
Es en estos últimos donde mejor revela Igerabide su capacidad de observación, su prospección psicológica, e incluso cierta acerada ternura, que parecen https://vidmate.bet/ términos contradictorios pero no lo son. Al fin y al cabo, el universo está lleno de discordancias.