Los 7 franceses: la revolución del teatro en streaming
Por Susana Inés Pérez
Los 7 franceses es una obra coral, polifónica, en que siete personajes anónimos, que no aparecen en los libros de Historia, cuentan sus penurias y recuerdos al espectador. La obra, dirigida por Pablo Razuk, se estrenó en El Umbral de Primavera antes de que se declarara el estado de alarma y ahora, tras un arduo trabajo de adaptación, puede verse en directo los domingos en la plataforma Scenikus.
Siete actores, cada uno desde su casa, interpretan a siete personajes de diferentes épocas y lugares; se mueven en la incertidumbre, en los momentos previos o posteriores al conflicto, guiados por la mano de Amelia (Marta Calle), que, sin querer, los invoca, los siente, sabe de sus dolores y los conecta, interviniendo y haciendo uso de sus dotes como cantante. Este personaje, en la más absoluta pobreza, al pie de la Torre Eiffel, es la viuda de Rouget de Lisle, militar y compositor de La Marsellesa; ella aún interactúa con su marido muerto mientras pide limosna, habla de la guerra como una trampa, de los estragos de la Revolución y la muerte de sus hijos.
Calle crea un personaje fascinante, que escucha al resto de personajes e interpela al espectador, contándole lo que ella ha vivido. En este sentido, todos los actores trabajan todo el tiempo, habitando entornos vivos durante y después de sus intervenciones. Necesitan que alguien les escuche, como bien pide el señor De Mendoza (Alejandro Carstens), que se encuentra en Buenos Aires cuando tiene lugar el bombardeo en la Plaza de Mayo. Carstens interpreta un personaje poco hablador y algo tímido, y, sin embargo, perfila el personaje, su incomodidad y su lado más tierno, a través de miradas y silencios, permaneciendo presente en todo momento.
La mujer por fin rompe su silencio, especialmente las madres sacrificadas, que sufren los estragos de las guerras y las dictaduras, venidas y por venir. El relato de Amelia se entremezcla con el de los personajes interpretados por Carmen Prada y Margarita Hardessen, madres en España y en Chile en los años 1944 y 1973 respectivamente. Ambas continúan con sus tareas domésticas mientras hablan de la situación de necesidad en sus respectivos países y se enfadan con sus hijos. La primera, madre soltera, ha sido acusada de prostitución y despotrica contra las vecinas y contra la falta de libertad, defendiendo toda actividad para dar de comer a sus hijos. Ambas actrices muestran gran fuerza y, en el caso de Hardessen, destaca su trabajo silencioso, pero muy efectivo, como madre resignada y luchadora a partes iguales. El desenlace de su historia, el alarido ante la desaparición de su marido, pone los pelos de punta y traspasa la pantalla.
Los efectos sonoros dirigen las miradas de los personajes hacia un mismo lugar, propiciando momentos de tensión insoportables, aun compartidos. No obstante, destacan los momentos de silencio, en que es notable el potente trabajo con la mirada de todos los actores; en ocasiones, incluso, parecen mirar hacia una misma dirección, como si sus recuerdos o vivencias se confundieran y retroalimentaran, como si entendieran los dolores de los otros, dejando al desnudo su humanidad, formando casi una especie de comunidad superadora de tiempos y espacios.
Esto sucede, por ejemplo, cuando John (Juan O’Gallar) narra la desaparición de su hijo mulato en pleno apartheid en Sudáfrica, concretamente, la búsqueda de su cuerpo entre los cadáveres de la morgue. La emoción de O’Gallar se transmite al resto de historias y personajes, creando gran expectación e inquietud claramente visible en sus miradas y movimientos. Esta situación contrasta con la actitud aparentemente entera y tranquila de Irene, la mujer alemana residente en Brasil, interpretada por Nicole Pérez-Yarza. Esta actriz es capaz de reflejar, sin excesos, muy sutilmente, el dolor más profundo y desgarrado de su personaje a través de su relato sobre la Noche de los cristales rotos; su fortaleza y sus ganas de vivir combaten contra la resignación y la tristeza en el terreno de lo inefable.
Con más fuerza sucede aún cuando los personajes se acercan a sus cámaras y vemos sus ojos con claridad, como si se asomaran a una mirilla, o cuando aparece el descendiente de familia siria, interpretado por Ignacio Picabia, que conecta aún más las historias, ya que, animado por el resto de personajes, plenamente conscientes de la presencia de este nuevo y último participante, habla de sus raíces y de su abuelo, de la diáspora, de los refugiados, de la desolación de la guerra, de los escombros, de los “silencios mundiales convenientes”. Picabia reactiva la conexión con el espectador del presente y el componente tragicómico de la obra y, junto con la música, proporciona un momento de paz, un respiro inspirado por la tierra.
Los 7 franceses es una auténtica revolución; toda una experiencia. Oscila entre la rabia y la resignación, la alegría, el baile, la impotencia, el cansancio y la emoción, en una lucha ante lo que nadie pidió ni quiso para ellos o para los suyos. No será ni teatro ni cine, pero, a veces, las formas artísticas más potentes comparten las características de varios medios. Este es el caso de la iniciativa de PabloRazuk (foto) y de estos siete jóvenes actores, que no solo nos regalan interpretaciones impecables y personajes complejos, sino que logran gran dinamismo y cohesión a partir de varios textos, que, al final, terminan por convertirse en uno solo: el del horror, el de los conflictos, armados, raciales, silenciosos, el de las dictaduras interminables, el de las madres, los hijos y los hijos de los hijos. Muy recomendable. Ahora solo nos queda esperar que regrese a los escenarios.
ENLACE PARA VER LA OBRA: https://streaming.scenikus.com/producto/los-7-franceses-madrid/ donde se podrá ver la obra los próximos domingos 26 de julio y 2 de agosto a las 20 h de España, 15 h de Argentina y 14 h de Chile.
Elenco: Marta Calle Hidalgo, Carmen Prada, Ita Hardessen, Nicole Pérez-Yarza, Ale Carstens, Juan O’Gallar, Ignacio Picabia
Autoría: Florencia Aroldi, Marcela Marcolini, Sergio López Castillo, Héctor Levy Daniel, Marcelo Camaño, Raúl Garavaglia, Pablo Razuk
Dirección: Pablo Razuk
Coreografía: Mecha Fernández
Composición musical: Sergio Vainikoff
Producción: Elenco y Korinthio Teatro Producciones