El TeatroscopioEscena

Una comedia de Woody Allen por la Compañía PasoAzorín en el Lara

Por Horacio Otheguy Riveira

Sueños de un seductor, de Woody Allen, tuvo el honor de desmitificar por completo, tal y como se llevaba en el teatro y el cine estadounidenses el papel del enamoradizo conquistador. Cayó el amor galante y con él el galán macho, alto, musculoso, impecablemente justiciero y sabelotodo de las debilidades de las mujeres deseadas. Fue la primera comedia en presentar a un joven empeñado en cumplir con los tópicos de la seducción que los astros del cine le habían mostrado en la gran pantalla, sin contar con sus ingredientes. Así, de torpeza en torpeza sus sofocos se bañan en un humor desenfadado con la dosis justa de sentimentalismo. Amor y humor a ritmo imbatible.

En este 2020 se cumple el 51 aniversario de su estreno mundial. Tendremos ocasión de festejarlo a través de una gran Compañía española.

 

En 1969 se estrena la obra, y en 1972 la película. Ya conocido pero sin suficiente fuerza internacional, el actor-escritor-dramaturgo y director de cine Woody Allen aportó una mirada nueva a un arte en el que llevaba algunos años brillando otro judío, Neil Simon, quien en 1965 con La extraña pareja, y en 1966 con Sweet Charity, había sabido desmitificar al guapo macho que puede con todas.

En las dos comedias mencionadas (hay varias más en torno a la misma época), Simon sube al escenario a dos amigos divorciados, uno jugador, mujeriego y desordenado, muy estándar, y el otro todo lo contrario: un hombre que se deprime porque lo mujer lo dejó y se aboca a ordenar lo que el otro ensucia, a limpiar, a cocinar, poco menos que a transformarse en las constantes de su amor perdido. En Sweet Charity, una prostituta encantadora ha de vérselas con un hombre sensible, dulce, al que le cuesta adaptarse a la situación de enamorarse de una chica como ella.

Así las cosas, Simon, un judío de Nueva York que murió a los 91 años, poco después de asistir a su último estreno, dio la alternativa a un joven de su mismo origen intelectual y religioso —judaísmo liberal al borde del agnosticismo—: son en aquellos 60 los nuevos hombres del teatro americano, en el que Allen se presenta de a poco: escribiendo comedias y shows unipersonales, preparándose para dirigir… para ser hombre de teatro, de relatos y guiones, y por todas partes, la importancia del amor y la alegría de vivir entre pequeñas penurias en un mundo quizás limitado a un puñado de seres «diferentes» a la vulgaridad imperante en obras y películas, con suficiente gracia y trascendencia para imponer un estilo, una manera de crecer entre torpezas y delirios que al día de hoy —ya con 84 años— no deja de sorprendernos.

En Sueños de un seductor  Allen aporta una mirada melancólica porque sus personajes están perdidos en una nube de neurosis aligerada con ansiolíticos, pendientes del psicoanalista, en una obsesión muy neoyorquina —hoy de gran actualidad mundial— por evitar el dolor a cualquier precio. En el fondo se trata de personajes melancólicos que sobreviven con una magnífica capacidad para reírse de sí mismos.

Nacida como obra de teatro, en 1969 se estrenó en Broadway en la que el propio Allen interpretó a Allan Fix, el papel principal, y Diane Keaton en el papel de Linda Christie. Se mantuvo en cartel durante más de dos años con un éxito de crítica y público sin precedentes. En su versión en los escenarios londinenses el papel de Allan Fix fue interpretado con notable éxito por Dudley Moore. Fue llevada al cine en 1972 bajo el titulo de Sueños de un Seductor manteniendo el núcleo central de actores de la obra teatral, Allen incluido, y prácticamente sin variarla, dirigida por el actor, coreógrafo y finalmente director de cine Herbert Ross.

Los ensayos del estreno original fueron muy felices hasta el día en que empezaron a compartir el placer con los espectadores. Hoy también, los ensayos en Madrid hacen que la felicidad del equipo componga una comedia deliciosa donde la emoción de la búsqueda del amor siembra risas y tiende la mano al espectador que siempre sueña con aquello que aún intenta alcanzar.

 

La actual Compañía PasoAzorín. De pie: Inés Kerzan, Carlos Seguí, Ángela Peirat. Sentados: César Camino, Ana Azorín. En el centro, sentado, tan divertido como los demás, Ramón Paso, autor de la versión y director.
Sergio Otegui y Jordi Millán sustituyen a Carlos Seguí —que cubría sus dos personajes—, que tuvo que dejar la función temporalmente por causa de un accidente.
César Camino (Una semana… nada más; La función que sale mal). Ana Azorín (Usted tiene ojos de mujer fatal; Lo que mamá nos ha dejado). Espléndidos comediantes reunidos por vez primera, a cargo de dos personajes de irresistible simpatía.
Carlos Seguí (Mamma mia, Lo que mamá nos ha dejado) es el Bogart que orienta a César Camino, el despistado enamoradizo que quiere seducir como mandan los cánones.
Inés Kerzan es Nancy, la encantadora y terrible ex mujer de Allan: un nuevo personaje para una ya larga carrera de la comedia al drama pasando por la farsa.
Fiel integrante de la Compañía, tras una notable sucesión de actuaciones cada vez más comprometidas, Ángela Peirat encarna a algunas de las chicas por las que César Camino suspira.

«Aunque yo he optado por Sueños de un seductor —traducción para la versión cinematográfica—,  el título original de la comedia del señor Allen es Play it again, Sam, guiño a la película Casablanca. Esa frase, que tantas veces hemos oído unida a la película de Bogart… jamás se dice en Casablanca. Se trata de una ocurrencia de Allen, igual que el Tú también, Bruto, es ocurrencia de Shakespeare, y no hay prueba de que Julio César se lo dijese a nadie al ser apuñalado. Probablemente, después de veintisiete puñaladas, Julio César no dijo nada. Ésa es la magia de la dramaturgia: inventa realidades, que luego el público transmite, hasta que se convierten en verdad. Allen, en Sueños de un seductor, se inventó un tipo de antihéroe: el neurótico, perdedor, intelectualoide, cínico, nihilista y judío. Alguien con pocas posibilidades de gustar, pero que ha encandilado a generación tras generación. Ese antihéroe, en realidad, es una respuesta a la teoría del macho. Si Indiana Jones es la versión aventurera de ese nuevo tipo de héroe, el personaje que se inventó Allen es la versión cómica de esa nueva forma de comportamiento masculino.

Respecto al trabajo de versión, mi aportación, realmente, sobre el trabajo de traducción y adaptación de Juan José de Arteche, ha sido una modernización de términos, además de inclinar un poco la balanza hacia la comedia. He incluido medía docena de chistes en lugares estratégicos, que consiguen que un texto muy redondo, ruede aún mejor. Por otro lado, también he incluido una voz tal vez más sensible de Allan. En la comedia de Allen, quiere ser Bogart en todo su esplendor, pero a mí había cosas del modelo Bogart que no me gustan, me echan para atrás, y hacen que el personaje de Allan, al final, se limite. Otra cosa que he eliminado, por ejemplo, es la frivolidad. En el original y la versión de De Arteche, Allan sólo juzga a las mujeres por su físico. Es una opción. La mía es otra. El Allan del que yo me sirvo ve algo más en las mujeres. No es un concepto Disney en plan la belleza está en el interior; es simplemente hacer al personaje un poco más maduro, y más acorde con mi sensibilidad. (Ramón Paso)

 

SUEÑOS DE SEDUCTOR. TEATRO LARA. DESDE EL 17 DE JULIO 2020

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *