Descenso literal a los infiernos
GASPAR JOVE POLO.
¿Cómo se desarrolla el proceso por el que un escritor incorpora experiencias propias de la vida real a una obra de ficción, a un cuento, a una novela, a un poema? ¿Cómo se convierte la realidad en literatura? Podemos hacernos una idea aproximada porque algunos autores han querido confesar cómo lo hacen ellos, cuáles son las parcelas de la realidad que han utilizado en sus obras, y también porque contamos con la documentación biográfica y podemos comparar episodios reales de la vida de un autor con su traslado a las páginas del libro. Pero, para describir este tránsito de la vida a la ficción, podemos contar sobre todo con la obsesión que sienten algunos autores por un suceso en particular, la obsesión que les hace llevar una parcela concreta de la realidad a más de un texto. Naturalmente este traslado al papel de las obsesiones particulares no implica que se cruce por en medio la intención de resultar realista, de ajustarse completamente a los hechos que se han vivido, porque los hechos siempre suelen resultar más o menos manipulados cuando se trasladan. Esta es una cuestión por la que, en definitiva, se han preguntado algunas mentes brillantes y sobre la que, sin ninguna duda, todavía planean algunas incógnitas.
El escritor norteamericano Paul Bowles escribió una novela y escribió un cuento en los que aparecen el mismo tema central y también una anécdota muy parecida, por lo que es lógico suponer que ambos textos se inspiran en una misma experiencia real, en una situación desesperada por la que pasó el autor, o que oyó o que leyó en algún sitio, algo que, sin duda, tuvo para él una gran importancia. El cuento se titula “Un episodio distante” y pertenece a su libro de relatos Cuentos del desierto, la novela se titula El cielo protector. Otra coincidencia es que, en los dos textos, el protagonista es un hombre blanco extranjero que siente una gran curiosidad por la vida en el desierto del norte de África y por sus pobladores originales. También en los dos casos el hombre blanco acepta los servicios de un guía local muy poco fiable en apariencia que los conduce (fijémonos sobre todo en la coincidencia en este detalle) al borde de un terraplén y que les asegura que en el fondo, allá abajo, van a encontrar lo que andan buscando con tanto ahínco. En ambos textos, en el cuento y en la novela, el protagonista se deja llevar por un impulso bastante irracional, y, a pesar de que todos los indicios apuntan a un desenlace negativo, trágico tal vez, descienden el pronunciado desnivel por culpa de una curiosidad descontrolada. Esta es la anécdota que tienen en común, pero además está el tema, que también es el mismo en ambas obras y que podemos definir como la imposibilidad de acceder a una nueva forma de vida sin abandonar la anterior, la incapacidad del hombre occidental para vivir a la vez en dos mundos, en el civilizado del que procede y en el de los habitantes del desierto, mucho más primitivo. Ambos protagonistas son hombres cultos, con estudios, muy racionales en su forma de pensar (en el cuento el protagonista es un filólogo y en la novela, un compositor de música), por lo que el cambio de sistema de vida y de cultura les tiene que afectar radicalmente.
Las coincidencias en cuanto al tema y al argumento son bastante reveladoras sobre la cuestión que nos ocupa, lo de llevar una obsesión personal al terreno de la literatura, pero pienso que lo realmente definitivo, lo que nos hace apostar por una experiencia original, básica, realmente sufrida por Bowles es el detalle común del terraplén, que aparece descrito de manera semejante aunque no idéntica en cada uno de los textos. En el cuento se dice: “pasaron la pequeñas ruinas y se metieron entre los árboles hasta llegar a un lugar donde el terreno descendía abruptamente ante ellos (…). Y efectivamente, desde abajo, pero mucho más abajo, llegaba el sonido grave de una flauta (…). Allí de pie al borde del abismo, que a cada momento parecía más profundo”. Y en la novela, el misterioso paraje se describe así: “Más allá de la última cabaña, el basural y el camino de cascote se precipitaba bruscamente en tres direcciones. Abajo, en la penumbra, el suelo parecía surcado de hondonadas como pequeños desfiladeros”. En el primer caso se trata de una especie de cantera que se desciende por una estrecha escalera sin pasamanos; y en el otro, el basurero de una ciudad; pero, probablemente, solo hubo un terraplén en el origen, el que marcó la memoria del autor. Luego, a la hora de reproducir el sitio literariamente, influyen la memoria, el paso de más o menos tiempo, el estado de ánimo y los objetivos que persigue el narrador en cada una de sus obras, y de ahí que la descripción no resulte repetida en todos sus pormenores en el cuento y en la novela. No cabe duda de que Bowles utiliza el sentido figurado del terrorífico terraplén, que lo emplea como símbolo del abrupto descenso a los infiernos que están a punto de protagonizar sus personajes; pero todo parece indicar que también hace uso del significado literal, referencial, que pudo haber un terraplén parecido en la memoria del escritor, un desnivel del terreno que realmente le produjo espanto en algún momento de su vida.