Reseña de “De vuelo y de aves”, de Xavier Seoane

Por Jorge de Arco. Que la Naturaleza es el arte de Dios lo dejó escrito hace siglos Dante Alighieri. Nada hay en ella que resulte superfluo y, al par de su verdad y de sus dones, deberíamos concienciarnos para mejor preservarla. Desgraciadamente, hace tiempo que venimos desobedeciendo los privilegios que nos regala y ciertos comportamientos irresponsables -políticos, sociales…- están poniendo en riego su sostenibilidad.

Sin embargo, desde muy distintos escenarios y, a través de muy diversos protagonistas, se alienta el amor por ese cielo a nuestros pies que es la Madre Naturaleza. Tal es el caso de Xavier Seoane (1954), quien lleva décadas haciendo de su verso un hermoso canto a cuanto gira en derredor de la tierra.

Ahora, De vuelo y de aves (Pre-Textos), reúne una selección de su obra poética centrada en sus vivencias y experiencias: “Viviendo en Galicia, y en la costa Atlántica, nada hay tan cotidiano, sobre el trasfondo de unos hermosos celajes de poniente suavizados en ocasiones por la lluvia o una atmósfera húmeda que filtra la luminosidad, como la presencia de las aves”, anota el propio autor en su prefacio.

Llevado por las firmes alas de su decir, el lector tiene ante sí una compilación directa, emotiva, de unidad temática e ideal. Cerca de la playa, dentro de los bosques, próximo a las montañas…, la mirada del escritor coruñés se detiene, una vez y otra, en la emoción contemplativa, en el prodigio que despliega el azar de su entorno más íntimo:

 

Cuando mi alma se alce y vuele sobre el mar

he de volver para contarte la fortuna del retorno

de los pájaros

y la lluvia de primavera sobre los campos

 

que nada es tan hermoso

como volver al país amado y reencontrarte

hilando la madeja de una juventud que no

murió jamás.

 

Bajo la sabia audacia de las distintas estaciones, el yo lírico se deja ganar por aquellos horizontes de luz que divisaba en su ayer, por la sorpresa de transitar por una realidad que no es enigma, sino cobijo donde perpetuarse. Nada parece escapar a su lúcida pupila, a su alma abierta. El tiempo se sucede quedamente y las horas se hacen nubes cargadas de memoria. Estrellas, rocas, praderas, árboles… retornan hasta su interior y reescriben la brisa del verano, la tibieza del otoño, el sol brillando en las aguas. Pájaros y paisajes, sí, vistos desde la atalaya de los años, desde los jardines del recuerdo:

 

Aquí fui joven.

Y dicen

que, un día, también, niño.

 

Y ahora mi gozo

es ver a mi hija correr

con su falda estampada entre los manzanos

mientras los pájaros se aturden con sus píos

insistentes

y las golondrinas deslizan por el azul

su vuelo secreto.

 

Los textos aquí recogidos van hilvanados por un sentimiento común que pretende dialogar con interlocutores divergentes, y en el anhelo de redescubrir una identidad propia, surgen ficciones, interrogantes, esperanzas… Sabe bien Xavier Seoane cómo testimoniar el infinito que sostiene esa rama dorada de su fortuna y su destino. Los versos de De vuelo y de aves fluyen como alegoría de lo conocido, de lo amado, de lo que no cesa de cambiar y se mantiene, a la vez, inalterable.

 

En suma, un volumen donde los elementos de la naturaleza se anudan de manera corazonada y que remarca, en su conjunto, las notas fundamentales de un himno sanador y solidario:

 

Ese asombro misterioso que siento

cuando las runas de la aurora me penetran los

ojos

es herencia de la primera mirada

con que vi la luz del sol

y, entre la penumbra luminosa del sueño,

la secreta sonrisa de mi madre

sobre mi rostro.

 

 

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