Extrañamente cotidiano
Por Jorge Mur.
No es fácil, pero a veces nos topamos con fotografías que parecen albergar dos épocas, un paisaje de la infancia y una escena cotidiana actual, por ejemplo. Esas fotografías suelen hablar sobre el paso del tiempo. O, también, sobre el paisaje de otro tiempo que, de alguna manera, permanece latente en el presente, como suspendido por unos hilos invisibles.
A Julien Coquentin le gusta trabajar en series largas, repartiéndolas en meses e, incluso, años. Este método de trabajo le permite comprender mejor el tema que pretende abordar, descubriendo poco a poco lo que quería contar desde un principio. De esta forma, las series de Julien logran revelar detalles mucho más precisos de cada historia.
¿Qué significa para ti tomar fotografías? ¿Cómo empezaste?
Es una vieja historia que se remonta, como todas las demás, a la infancia. Pero es, también, algo muy reciente, de hace poco más de diez años, que siguió a un período de mi vida (ahora tengo 43 años) en el que sólo pensaba en viajar, y creo que me aproximé a la fotografía para que una pasión reemplazase a la otra.
Veo la fotografía desde la perspectiva de la exploración.
¿Qué es lo que más te gusta de la fotografía?
Sin lugar a dudas, contar una historia. Aproximarme a una cierta forma de universalismo con cosas muy personales. Y luego, como te dije: explorar. Profundizar en la luz, en los procesos, disfrutar de tus deseos, desarrollar proyectos maduros durante varios meses o años, para un día comenzar a fotografiar lo que ha estado en nuestras mentes durante mucho tiempo, y que ha tomado el tiempo necesario para florecer mentalmente.
¿Cómo surgió la idea del proyecto «Black Seasons» (Saisons noires en francés)? ¿Cuál es el principal mensaje que deseas transmitir al público con estas fotografías?
Este proyecto fue diseñado en un momento en el que volví a vivir en la tierra donde crecí. Vi a mis hijas divertirse en la naturaleza mientras pensaba en el niño que un día fui. Se trataba de cruzar las épocas, es decir, de hacer una serie fotográfica que tendría el olor de un bosque húmedo y al mismo tiempo muy carnal. Una historia acerca del paso del tiempo.
¿Qué significa para ti “Domingo por la mañana”?
Domingo por la mañana (Early Sunday morning) es el título de una pintura de Edward Hopper que tomé prestado para una serie de fotografías que realicé en Montreal entre 2010 y 2012. Este trabajo refleja el deambular por la ciudad y sus estaciones. Varias de las fotografías que la componen fueron tomadas en la ruta que separaba mi casa del hospital en el que trabajaba, de noche, como enfermero en la sala de urgencias. Es, además, un título muy hermoso en francés: tôt un dimanche matin.
La naturaleza está presente en tus fotografías. ¿Qué te aporta la naturaleza? ¿Por qué estás interesado en introducir elementos naturales en tus fotografías?
Me da la ilusión de lo salvaje. Vivo en una región muy montañosa de Francia. Aquí el paisaje se divide en pastos y bosques. Vivo en este corazón, y sería muy difícil para mí evitarlo. Los lobos regresan lentamente de los Alpes, el animal sale de la leyenda. Eso es lo que quiero decir sobre la naturaleza. Lo extraño y lo maravilloso te sorprenden entre dos árboles.
Has viajado mucho por el mundo. ¿Cuál es tu lugar favorito? ¿Cuál ha sido el lugar que más te ha sorprendido?
Sin duda alguna Indonesia, que fue el destino de mi primer viaje largo, hace ahora 25 años. Estoy ligado a ese país como si fuera un paisaje de la infancia. Hay muchos lugares fascinantes en nuestro planeta, y viajar ha sido para mí un maravilloso rito de iniciación.
¿Qué te mantiene inspirado?
Todo a mi alrededor, todo lo que hago durante el día, lo que escucho, lo que leo. Todo es comida para quienes desean contar una historia.
Dejando a un lado la fotografía, ¿cuáles son tus pasatiempos?
El piano, la escritura, las caminatas y las setas.
Nombra un libro, una canción, y una película que ames.
Ici le chemin se perd, de Peské & Marty.
Cigar, de Tamino.
Retrato de una mujer en llamas, de Céline Sciamma.
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