D’A 2020 (IX) – Dwelling in the Fuchun Mountains: Toda la vida es mucho tiempo
Por Fernando Solla.
El D’A Film Festival ha programado dentro de la sección Talents un título importante dentro de su novena edición. Dwelling in the Fuchun Mountains (Gu Xiaogang, 2019) supone el debut en el largometraje de ficción de un realizador que aplica una mirada prácticamente ambiental y transparente para este drama familiar observador e inmersivo. Inspirada en una legendaria pintura del siglo XIV, la película enfoca la vida de todos los miembros de una familia como si cada uno fuera un río afluente a otro. Así hasta desembocar en el mar fugaz y caduco al que llamamos vida.
Es curioso cómo algunas películas impactan de inmediato, a tiempo real durante su visionado, y otras absorben nuestra mirada para poco a poco devolvérnosla mucho más perceptiva y experimentada. Nos encontramos ante una valiosa muestra del segundo tipo. El realizador chino regresa a su lugar de nacimiento para detallar y describir la vida de este clan durante un año en la ciudad de Fuyang (sudeste del país). Para ello, retoma en la ficción algo sobre lo que ya trabajó en su documental Planting for Life (2016). Mantiene el distanciamiento de las grandes capitales y se adentra en el interior para mostrar otros modus operandi, en constante amenaza a causa de la precariedad y la gentrificación. En este caso, también ante la demencia y la (des)vinculación familiar a partir del ejemplo de cuatro hermanos y los problemas a los que se enfrentan para hacerse cargo de su septuagenaria madre.
Por encima de todo, lo que más sorprende del filme es la sensación de normalidad. La cámara nunca se convertirá en protagonista evidente y nadie más que el espectador parecerá darse cuenta de que está ahí. Al mismo tiempo, nuestra mirada se verá inducida por la ilusión de ser nosotros los que determinamos lo que queremos mirar y, por tanto, organizamos nuestro campo de visión siempre focalizando y captando los detalles más desapercibidos y sintiéndonos observadores privilegiados. Esta característica aplicada a los personajes consigue que la sensación de abandono ante el paisaje cotidiano sea considerable. No olvidemos que la película vendría a ser la versión contemporánea de la pintura de Huang Gonwang. Un fresco que cobra vida, mientras las estaciones cambiantes se entrelazan con las de la vida humana.
Esto también determina las situaciones, tramas y relaciones creadas para cada uno de los protagonistas, tanto a nivel individual como solapadas con las del resto y nunca por yunta sino por yuxtaposición entre todas ellas. Por vínculos familiares, generacionales, estado civil, fraternales, filiales, laborales, geopolíticos… Como decíamos un fresco, que no mural. Hay muchos puntos en la trama pero todos los percibimos como cardinales de una constelación. Poco a poco, esta visión de conjunto será lo que busca el autor a través de un guión pluscuamperfecto tanto en sentido literal como figurado, ya que consigue manifestar todas las acciones/situaciones apenas mencionadas o sugeridas y su relación con las presentes, pasadas, incluso futuras (se prevé que este título sea el primero de una trilogía).
Transitoriedad y contraste. Las imágenes consiguen que, a pesar de la sensación descrita, no seamos nosotros los que marquemos el ritmo sino al contrario. El timón lo lleva y muy bien el realizador y guionista, junto a la fotografía de Yu Ninghui y el montaje de Liu Xinzhu. El resultado alcanza una autenticidad tal que se torna capaz de redefinir este concepto cuando se aplica al lenguaje cinematográfico. ¿Cómo se adapta un fresco? El mural impacta directamente en la piedra. El fresco, en cambio, es mucho más orgánico y puro (incluso los pigmentos están hechos de minerales naturales). De la fusión de texturas y materiales dependerá la consistencia, que será más o menos rugosa y tardará más o menos en convertirse de nuevo en polvo. Para la absorción natural se requiere de una humedad moderada. Trasladado a la película, veremos unos planos-secuencia más generales o al detalle y algunos adaptados a la velocidad del fluir del río. Probablemente, realizador y fotógrafo posean la capacidad más hábil y espontánea (vista en mucho tiempo) para alargar un mismo plano hasta su tope máximo y más allá sin que haya ningún tipo de efectismo, artificiosidad o afectación formal. De nuevo la cámara invisible y sensacional y el pulso y estilo narrativo del autor. Una aplicación rotunda de las posibilidades expositivas del género documental aplicadas al terreno de la ficción, algo que muy a su manera también ha conseguido su compañera de categoría Nathalie Biancheri con Nocturnal (2019).
Volvamos al título. Viviendo (o la vivienda) en las montañas Fuchun. La idea y sobretodo el mal uso del concepto de progreso, que aquí se asociará al desahucio. Literal y aplicado a todos los vínculos familiares y vitales que se han ido desarrollando en la película y que hemos explicado más arriba, desde lo cotidiano y la convivencia hasta la usurpación de la cordura que vive una de las protagonistas. Progreso que lo invade y lo inunda todo, del mayor al mas pequeño rincón de territorio geográfico y espiritual y que cambia de un modo completamente usurpador la vida de las personas. En algunos casos para mejor y en otros muchos para peor. Esta sensación de abandono, así como la lucha constante y silenciosa de su día a día, parecen haberla asumido todos los intérpretes sin excepción, adaptándose al ritmo, tono y cadencia de un modo integral, transversal y maravilloso, desde los más veteranos a los noveles. Como los personajes, nunca elegimos el día propicio en que suceden las cosas y eso no impide que eventualmente todo llegue. Ni la senectud materna (ni la propia) ni la renovación “orgánica” urbana para unos supuestos Juegos Olímpicos. Entre medio, bodas, préstamos entre hermanos, rivalidad entre iguales, actividades más o menos ilegales, lo inasequible de la sanidad, la ingratitud filial… Todo entrelazado hasta confluir en visiones no por opuestas menos complementarias de la familia. Para algunos refugio, para otros “un acto de equilibrio agotador en el que tú vives por mí y yo por ti”, pero ninguno por ni para sí mismo. Por supuesto, todo esto se mostrará al mismo tiempo en relación al paisaje que no siempre comprende pero sí que (de)limita un contorno.
Sin caer en el exceso, se tienen en cuenta algunos símbolos que también se cuestionarán. Uno de los ejemplos más claros sería el de la lubina y su fabulación sobre la eterna abundancia. También la carga de la herencia, aplicada tanto a lo más tangible como espiritual. En este contexto, no deja de ser irónica su aparición aunque nunca se evidenciará de un modo sangrante sino más que acorde al tono imperante. Otra muestra de intención es el uso y repetición de alguna canción popular. Veremos cómo lo que significa para la niña y el niño que la aprenden en el aula choca rotundamente con su aplicación en la vida adulta. Eso les/nos hará entrar en contradicción con nosotros mismos y nuestra manera de connotar y entender el mundo que nos rodea, hasta inhabilitar en algunos casos el auto-empuje o iniciativa para salir adelante. La música de Dos Wei, como la cámara, sigue en este mismo camino para favorecer nuestra asimilación e implicación, como si de un vaporizador auditivo se tratase. En combinación con la planificación sonora superpuesta a la visual, el efecto es redondo.
Finalmente, Dwelling in the Fuchun Mountains permanece y continuará con nosotros durante un tiempo tan longevo como nuestra capacidad sensible permita. Una película-pergamino que se va desplegando y nos sumerge de un modo insólito hasta convertir nuestra concentración en hipnosis perceptiva. Como el río, la vida puede ser fría e impasible. Incluso melancólica o gris. No siempre podremos combatirla, aunque (casi siempre) sí vivirla. Lo que también podemos hacer es dejarnos llevar por la intuición de Gu Xiaogang y todos sus cómplices. En sus manos, la aventura en que se convierte el visionado de la propuesta adquiere un matiz de resarcimiento y recompensa. Un peldaño que no siempre somos capaces de subir sin ayuda y que nos permite avanzar hacia la salida de este estancamiento vital al que llamamos día a día. Como se dice en la película, “Toda la vida es mucho tiempo”, aunque al final termina. De momento, fin del Volumen I.