Enrique Baltanás: «Quien escribe es el alma»
Enrique Baltanás (Alcalá de Guadaíra, Sevilla, 1952) es autor de varios libros de poemas, todos ellos representados en la antología Medidas provisionales (2004), volumen al que siguieron El argumento inacabado (2005), Trece elegías y ninguna muerte (2010) y Las propiedades del aire (2015). Ha sido premio Luis Cernuda y Premio de Poesía Unicaja. Con su novela A punto de dejarlo (2012) obtuvo el Premio Tiflos de Novela. Ha traducido a Goethe (Poemas del amor y del conocimiento) y una antología poética, El tiempo tras nosotros, de Vincenzo Cardarelli. Además de haber reunido las Obras completas de Antonio Machado y Álvarez, Demófilo (Sevilla, 2005), fruto de su larga dedicación machadiana son los libros Antonio Machado Nueva biografía (2000), Los Machado (2006) y La obra común de los hermanos Machado (2010), sobre la obra teatral de ambos hermanos. Ha publicado los ensayos La materia de Andalucía (2003) y Las olas muertas (2011) y el libro de aforismos Minoría absoluta (2010). Hace unas semanas apareció publicado su último poemario Esta sombra que fui (Poesía al Albur).
-¿Para qué poetas en tiempos de penuria?
Pensándolo bien, todo tiempo es tiempo de penurias y sin embargo en todo tiempo han existido poetas. Así que ya me dirá usted.
-Platón expulsó al poeta de su república ideal. ¿En qué ciudad se siente el poeta como en su casa? ¿Cuál es la tierra natal de la poesía?
Platón ni siquiera fue el primero, antes lo hicieron Jenófanes y Hesíodo. Y tendrían sus razones, porque tontos no eran. Pero la verdadera tierra natal de un poeta es su lengua materna. Luego da igual dónde viva… Madrid, Sevilla, Soria o Baeza… Cada tierra dejará su poso.
-En la clásica tensión entre metro estricto y verso libre, ¿hay posibilidad de armisticio? ¿Cuál es su apuesta?
El verso libre existe en la métrica española, según nos enseñó Tomás Navarro Tomás, pero libre no significa lineas caprichosas que se cortan por donde se quiera. Esto no es verso libre, esto es simplemente desperdiciar papel…. y otras cosas.
-¿Qué poetas le abrieron los ojos? ¿Con cuáles en mente desearía cerrarlos para siempre?
Los primeros poetas que leí fueron Amado Nervo (La amada inmóvil), fray Luis de León y San Juan de la Cruz, luego vinieron… figúrese. Y en mi agonía, perdamos el miedo a esta palabra, me gustaría que alguien me leyera junto a mi lecho el salmo 23 y, si hubiera tiempo, algunos otros.
-Hay quien afirma que los poetas piensan con la imaginación y la memoria, y otros que lo hacen con la mirada, con el cuerpo. ¿Y usted?
Yo creo que quien escribe es el alma. No el cuerpo. Una pierna, una oreja, unos ojos no han escrito nunca un poema.
-El poeta ¿nace o le hacen (sus vivencias, sus lecturas, sus afanes)?
Hay que tener una predisposición innata, claro está, pero sin lecturas, sin vivencias, sin buenos maestros, sin vicisitudes vitales, no puede salir nada de nada.
-Dígame, por favor, el nombre de cuatro poetas vivos y otros cuatro fallecidos con los cuales se daría por satisfecho releyéndolos hasta el final de sus días.
¿Usted no querrá malquistarme con los poetas vivos, ni mucho menos con los muertos, verdad que no?
-¿La poesía es sólo «palabra en el tiempo», como creía Machado? ¿No hay lugar en ella para la eternidad?
El tiempo no sé muy bien qué es, y dudo que Antonio Machado lo supiera. Ya sabe usted lo de San Agustín, «Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo a quien me lo pregunta, no lo sé.» La eternidad es una aspiración que tenemos, supongo que para escapar por fin del tiempo, aunque tampoco soy capaz de imaginármela.
-Si la poesía pudiera darnos «el nombre exacto de las cosas», ¿la soportaríamos?
Las cosas no tienen nunca un nombre exacto, y mucho menos en poesía. Quien dijo eso debió de confundir la poesía con la química orgánica o algo así.
-Por último, ¿qué destino desearía para sus versos? Uno solo.
Que se olviden los malos y se recuerden los buenos.
Gracias Enrique por tu sinceridad y por tu fidelidad a las supremas instancias de tu vida. Al alma donde comienza y acaba todo y al sentido que orienta tu mirada, dirige tus pasos, mide tus versos y pesa tus palabras. Y sobre por situarte siempre en el lugar donde el sufrimiento y el amor se encuentran