“Cinco soles”: teatro brevísimo del poeta César Mundaca
Y así empezó todo
En la primavera de 2013, zarandeado por la melancolía y con una neblinosa visión sobre mi futuro profesional, me propuse, de buenas a primeras, dar el salto incierto a la escritura. “Tú lees bastante, ¿no, huevón? Ya, pues. Ahora, ponte a escribir”, me desafié durante las primeras horas de un jueves septembrino. Como si el destino natural del hábito de la lectura fuese la palabra escrita. El tema surgió sin vacilaciones: una columna de opinión acerca de los veinticinco años del plebiscito que extinguió la truculenta dictadura de Augusto Pinochet y la insuficiente mejoría del sistema democrático chileno.
Ese mismo jueves de septiembre, raspando las nueve de la noche, subí hacia la ratonera habitación de la azotea, aseguré la enmohecida puerta de madera, encendí mi laptop y enfrenté, decididamente, a la retadora página en blanco. Para confeccionar sus textos, los conocedores del oficio, es decir, los periodistas de hueso colorado (no es mi caso, puesto que soy abogado), suelen emplear anotaciones marginales, notas informativas, archivos desclasificados o grabaciones de voz. Yo, por el contrario, recurrí a ese complejo yacimiento del recuerdo llamado memoria. Sólo evoqué lo leído durante meses o años anteriores y asunto solucionado.
Mi columna titulada Chile, 5 de octubre de 1988… ¿qué pasó después?, fue publicada por una revista digital colombiana de nombre festivo, carnavalesco: Pasacalles. Una jubilosa alegría irradió cada rincón de mi flácido cuerpo mestizo. Asimismo, publiqué, en la misma revista, un extenso artículo sobre el pintor Fernando Botero, un pormenorizado análisis de los grupos del Mundial Brasil 2014, la magnífica performance del actor mexicano Eugenio Derbez, entre muchos otros. Pronto, la autoconfianza floreció como los girasoles bajo la luminosidad de un ardiente verano.
Con el paso del tiempo fueron apareciendo mis primeros relatos, reportajes librescos, ansiosas expediciones a la Feria Internacional del Libro de Lima, mi ciudad natal; entusiastas reseñas literarias y un manojo de poemas intimistas en portales digitales de México (La Libreta de Irma y Sin Embargo.mx), Costa Rica (Revista Íkaro) y España (Culturamas). Además, compartí algunas crónicas de variada naturaleza en mi propio blog. Incluso cometí la osadía de entrevistar, para sorpresa de mis amigos comunicadores, a Valeria Correa Fiz, una de las cuentistas argentinas más originales de la última década.
La incursión en la dramaturgia es una de las tantas aventuras materializadas hasta la fecha. Sobre la base del camino recorrido y las lecciones interiorizadas, me atrevería a decir, despojándome de la vanidad, que la escritura es un dulce divertimento que se toma en serio. Una actividad artesanal cada vez más emocionante, cada vez más oxigenante, cada vez más liberadora.
César Mundaca
CINCO SOLES
PERSONAJES
Por orden de aparición
1. Eugenio Sirlopú: politólogo muy controvertido.
2. Rosa María Puga: amable señora de origen cajamarquino.
3. Laura Thorne: señora cincuentona con ínfulas aristocráticas.
4. Matilde Rivadeneyra: viuda sesentona de carácter volcánico.
5. Chacho Arróspide: tetracampeón panamericano de frontón.
ACTO I
Personajes que intervienen: Eugenio Sirlopú y Rosa María Puga.
Las acciones transcurren un caluroso domingo de elecciones presidenciales, en el patio central del Colegio Nacional Federico Elguera Seminario, distrito clasemediero de Santiago de Surco, Lima.
(Eugenio Sirlopú ingresa al colegio sin prisa, saca su documento de identidad para verificar la mesa e identificar el aula donde debe emitir su voto. Rápidamente, encuentra su mesa y el aula correspondiente. Camina hacia él y forma la inmensa cola. Pasan diez, quince, veinte minutos y la cola no avanza. Cansado de esperar, se acerca a Rosa María Puga para preguntarle por esta situación).
EUGENIO SIRLOPÚ: Buenos días, señora. Disculpe, ¿por qué no avanza la cola? Hace rato que estamos así.
ROSA MARÍA PUGA (fastidiada): Joven, buenos días. Lo que pasa es que recién van a instalar la mesa de votación. No han venido ni los miembros titulares, ni los suplentes. Unas voluntarias acaban de entrar a reemplazarlos.
EUGENIO SIRLOPÚ (sorprendido): Uy, entonces esto tiene para rato…
ROSA MARÍA PUGA (molesta): Si, pues. Mientras las capacitan y todo, ¡uff! Por lo menos empezaremos a votar en una hora, hora y media.
EUGENIO SIRLOPÚ (resignado): Bueno, sólo nos queda esperar.
ROSA MARÍA PUGA: Así es.
EUGENIO SIRLOPÚ (intrigado): ¿Y el personal de la SUNOE recién aparece? (siglas de la Superintendencia Nacional de Organización Electoral).
ROSA MARÍA PUGA: No, no, los de la SUNOE llegaron como a las nueve para chequear si estaban los miembros de mesa. Vi también que llenaron unas actas y luego se fueron. Ahorita han vuelto para capacitar a las voluntarias.
EUGENIO SIRLOPÚ: ¿Y la policía?
ROSA MARÍA PUGA: La policía forcejeó con unos muchachos para que instalaran la mesa y se les escaparon por la puerta de allá (señala una de las tres puertas laterales del colegio). La gente corría como loca filmando con sus celulares. Fue un escándalo.
(Eugenio Sirlopú agradece a la señora Puga y regresa a su lugar en la cola).
ACTO II
Personajes que intervienen: Laura Thorne y Eugenio Sirlopú.
(Laura Thorne se dirige hacia Eugenio Sirlopú para hacerle un pedido especial).
LAURA THORNE: Joven, ¿podría hablar un minuto con usted?
EUGENIO SIRLOPÚ: Buenos días, señora. Sí, claro, cómo no.
LAURA THORNE (parpadeando exageradamente): Mire, estamos haciendo una colecta de cinco soles para comprarle una pizza a la presidenta de mesa. La pobre se va a quedar como diez horas ahí adentro, ¡imagínese!
EUGENIO SIRLOPÚ (la mira con desconfianza, temiendo que su dinero sea mal utilizado): Ah, no, perdóneme, pero no voy a colaborar.
LAURA THORNE (sorprendida y enojada): ¿Cómo que no va a colaborar?, ¿no ha entendido, no? ¡La señora se va a quedar ahí hasta que acabe la votación! ¡Es un sacrificio cívico!
EUGENIO SIRLOPÚ (incómodo): Por supuesto que he entendido, señora. Pero ya le dije, con todo respeto y sin gritar, que no voy a colaborar.
LAURA THORNE: Oiga, ¿qué le cuesta colaborar con cinco soles? Eso no lo vuelve pobre.
EUGENIO SIRLOPÚ: ¿Y qué le cuesta entender que no voy a darle esa plata?
LAURA THORNE (furiosa y parpadeando a mil por hora): ¡Qué chiquillo para tan insolidario!
EUGENIO SIRLOPÚ (con sarcasmo): ¿Y qué tan solidaria es usted con la gente de San Juan?, ¿se ensucia los tacos llevando víveres a los asentamientos humanos?, ¿organiza polladas, cabritadas, cuyadas?, ¿amamanta bebés sanjuaninos?, ¿o no conoce San Juan? Queda a lado de nuestro distrito, por si acaso.
LAURA THORNE (enmudece durante unos segundos. Luego da un largo suspiro): No voy a seguir perdiendo mí tiempo con usted. ¡En su conciencia quedará!
(Laura Thorne regresa consternada a su lugar en la cola).
ACTO III
Personajes que intervienen: Matilde Rivadeneyra y Eugenio Sirlopú.
(Matilde Rivadeneyra camina presurosa hacia Eugenio Sirlopú para reclamarle su negativa a colaborar con cinco soles).
MATILDE RIVADENEYRA: Jovencito, escúcheme un momentito.
EUGENIO SIRLOPÚ (firme): Jovencito, no, señora. Llámeme joven. No utilice el diminutivo para referirse a mí.
MATILDE RIVADENEYRA (con aire matriarcal e impositivo): A ver, hijito, vengo a hablarte de los cinco soles que no quieres dar.
EUGENIO SIRLOPÚ (enérgico): No, yo no soy su hijito. Yo ya tengo mi mamá. Tráteme de señor o joven, porque yo la estoy tratando bien.
MATILDE RIVADENEYRA (con gesto asquiento): ¡Qué malcriado!
(Matilde Rivadeneyra pronuncia un inflamado discurso moralista, donde recrimina la conducta de los jóvenes de hoy. Al terminar, vuelve a la carga contra Eugenio Sirlopú).
MATILDE RIVADENEYRA (colérica y con las venas hinchadas): ¡Estamos haciendo la colecta para que usted pueda votar! ¡¿No se da cuenta de eso?! Espero que esta vez los jóvenes, como usted, voten bien y dejen de lado la soberbia, la malcriadez, la falta de solidaridad y la ignorancia.
EUGENIO SIRLOPÚ (indignado): ¿Yo nomás voy a votar? ¡Todos aquí vamos a votar, señora! Yo también espero que usted, por fin, vote bien, porque su generación fue la que fregó al país. Y seguro que usted votó, como tantas otras, por el chino Kuyimoto en el 90, ¿o va a negar eso?
(Matilde Rivadeneyra se queda estupefacta. Luego, contraataca).
MATILDE RIVADENEYRA (irritada): ¡¿Y usted por quién va a votar, ah?!
EUGENIO SIRLOPÚ (con sarcasmo, fingiendo sabiduría): Ah, no, no puedo decirle, pues. Recuerde que el voto es personal, secreto, igual, libre y obligatorio. ¿Acaso no ha leído su constitución de bolsillo, versión infantil? (le guiña el ojo derecho).
MATILDE RIVADENEYRA (reventando de ira): ¡Payaso de mierda!
(Matilde Rivadeneyra regresa escandalizada a su lugar en la cola y es arropada por un grupo de señoras de la tercera edad).
ACTO IV
Personajes que intervienen: Chacho Arróspide y Eugenio Sirlopú.
(Chacho Arróspide, uno de los votantes del aula aledaña y que esperaba a que su novia saliera del baño, se aproxima a Eugenio Sirlopú para conversar, por breves minutos, sobre el bochornoso incidente).
CHACHO ARRÓSPIDE (en tono amigable): Brother, disculpa que te joda un toque.
EUGENIO SIRLOPÚ: ¿Ah?, no, no se preocupe. Dígame.
CHACHO ARRÓSPIDE: Te felicito por no dejarte atarantar por esas tías (refiriéndose de forma despectiva a Laura Thorne y Matilde Rivadeneyra). Una vergüenza lo que hicieron.
EUGENIO SIRLOPÚ (sonriendo medio avergonzado): Gracias, gracias.
CHACHO ARRÓSPIDE: A mí también me quisieron joder con lo de las cinco lucas (alude a los cinco soles). Pero había escuchado a un viejito de tu cola decir que esa plata era para ellas (aludiendo otra vez a Laura Thorne y Matilde Rivadeneyra). Incluso yo las he visto varias veces timbeando (apostando) en el Casino Lujuria Millonaria. Por eso me hice el huevón cuando vinieron a pedirme la plata.
EUGENIO SIRLOPÚ (asombrado): ¿Es en serio?
CHACHO ARRÓSPIDE: Si, es en serio. Lo de la pizza para la presidenta de mesa de hecho que era un florazo (una gran mentira). Por lo menos ya habrán sacado sus doscientas, trescientas lucas para timbear rico durante la semana.
EUGENIO SIRLOPÚ (desconcertado): Viejas pendejas estas…
(Chacho Arróspide ve que su novia sale del baño y se despide de Eugenio Sirlopú con un noble apretón de manos).
ACTO V
Personajes que intervienen: Eugenio Sirlopú, Laura Thorne y Matilde Rivadeneyra.
(Eugenio Sirlopú decide “cambiar” su actitud, revisa su deteriorada billetera y encuentra dos monedas falsas de cinco soles. Pero antes de acercarse a Laura Thorne y Matilde Rivadeneyra para entregarles ese dinero, ensaya una serie de gestos de profunda tristeza. Evoca los momentos más penosos de su vida para ganar autenticidad. Algunos curiosos se conmueven al verlo así, pero él ni se inmuta).
EUGENIO SIRLOPÚ (se dirige a Laura Thorne y Matilde Rivadeneyra): Señoras, discúlpenme que las moleste. Entiendo el pésimo momento que les hice pasar. Me porté como un patán, lo sé…y les pido perdón, perdónenme…por favor (finge la voz entrecortada y se limpia los ojos como si estuvieran llenos de lágrimas). Ustedes no se merecían ese trato tan agresivo, tan insolente (fingiendo congestión nasal por el supuesto lloriqueo).
LAURA THORNE (le comenta a Matilde Rivadeneyra): Vaya, vaya, vaya. Míralo, pues…
MATILDE RIVADENEYRA (poniéndose las manos en la cintura): Si, ya lo veo. Arrepentidito, con el rabo entre las piernas. Tsss…
EUGENIO SIRLOPÚ (simulando timidez): ¿Me perdonan?
(Laura Thorne y Matilde Rivadeneyra se miran mutuamente y tuercen los ojos).
LAURA THORNE (seria): Ya, está bien, te perdonamos. Ya pasó.
MATILDE RIVADENEYRA: Bueno, supongo que vas a colaborar, ¿o sólo has venido a pedirnos perdón?
EUGENIO SIRLOPÚ (mostrando su sonrisa más hipócrita): Como quiero reivindicarme con ustedes, voy a entregarles no cinco, sino diez soles para la pizza (deja caer las falsas monedas en la mano derecha de Matilde Rivadeneyra).
(Laura Thorne y Matilde Rivadeneyra se sorprenden ante “tamaño gesto de desprendimiento” de Eugenio Sirlopú. Miran las monedas como si fuesen piedras preciosas).
LAURA THORNE Y MATILDE RIVADENEYRA (pronuncian al mismo tiempo): ¡Gracias, tienes un corazón enorme!
(Eugenio Sirlopú se despide de ambas y regresa a su lugar en la cola, aguantándose la estruendosa carcajada).
FIN
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También en CULTURAMAS:
El teatro breve y brevísimo de Sanchis Sinisterra y Moreno Arenas
Grata aparición, de César Mundaca
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