Cummings en el pub más antiguo de Nueva York
Por Antonio Costa Gómez. Entré en el Mac Sorley, el pub más antiguo de Nueva York, y me acordé del poema “Yo estaba sentado en el Mac Sorleyss” de Cummings, del libro Tulipanes y chimeneas. El poema dice que en Nueva York nevaba bellamente, él estaba dentro tomando cervezas, de pronto vio a un fantasma sentado en una silla, se acercó a él y le preguntó ¿tienes algo de beber? Y afuera nevaba y Nueva York era bella.
Cummings escribía solo en minúsculas, escribía en susurros, eliminaba los sonidos estridentes y sensacionalistas, hablaba solo de lo que no hace ruido, lo que está debajo de los ruidos. Sus palabras, al mirar, eliminaban todo lo chillón y barato, veían lo que está escondido, aquello que se calla y siempre nos espera.
Me gustaría haber inventado yo el escribir solo en minúsculas, esa es la única forma de prestar de verdad atención, cuando todo el mundo grita uno siente atracción por alguien que dice algo en voz baja, más allá de la actualidad, sentado en una silla en el pub Mac Sorleys en el East Village.
Quise estar en el pub más antiguo de Nueva York y me pasó lo mismo que a Cummings, lo vi a él sentado en una silla, afuera no estaba nevando pero miré Nueva York como si nevara, y Nueva York se convirtió en copos silenciosos ante mi vista. Le pedí a un tipo amable que me hiciera una foto y brindé con mi pinta de cerveza por el viejo Cummings tan joven.
El pub Mac Sorleys estaba lleno de fantasmas sin pretensiones, pero, sobre todo, el fantasma de Cummings, y Cummings me susurraba:
Dentro me sentía cómodo y malvado,
sentía plantillas de plata madura y cálida,
estaba sentado en el alboroto bebiendo la cerveza que nunca te deja crecer,
un genio sin palabras goteó en el fantasma mutilado de una silla.