‘Crónica de un silencio’, de Lidia Chukóvskaia
Crónica de un silencio
Lidia Chukóvskaia
Traducción de Marta Rebón
Errata Naturae
Madrid, 2020
“Hoy me sentencia a la máxima pena para un escritor: la inexistencia en la literatura. Hace ya tiempo que empezaron a separarme de mis lectores, es decir, a no reeditar mis libros antiguos y a no publicar los nuevos. Tienen el poder de hacer que cualquier escritor deje de existir y, además, de hacer que nunca haya existido”.
Crónica de un silencio (Errata Naturae, 2020), de Lidia Chukóvskaia (1907-1996), es la tercera obra de la escritora rusa publicada por la editorial tras las excelentes novelas Sofia Patrovna. Una ciudadana ejemplar e Inmersión. Un sendero en la nieve, en los tres casos con las cuidadas traducciones de Marta Rebón. Ferrán Mateo, por su parte, incluye al final del libro un glosario de nombres, lugares e instituciones que sirven al lector a contextualizar con mayor precisión.
Escribe J.M. Coetzee en Zbigniew Herbert y la figura del censor, capítulo de su libro Contra la censura. Ensayos sobre la pasión silenciar (Debate), que “presionado en el Congreso de Escritores Soviéticos de 1934 para que adoptara el realismo socialista, Isaak Bábel anunció que prefería practica “el género del silencio”. Como forma de resistencia a la prescripción ideológica, un puñado de destacados escritores rusos siguió obstinadamente el género del silencio”.
Chukóvskaia habla en su libro de ese silencio. La escritora y editorial rusa reconoce que “también yo, hasta hace bien poco, era una escritora soviética que publicaba. Por lo tanto, en cierta medida, soy corresponsable de la mentira y del silencio generalizado. Pero para toda persona llega el momento en que la verdad la toma por el cuello y se apodera para siempre de su alma. Y no es el mismo momento para todos (…) En mi caso, ocurrió cuando empezó a manar sangre a borbotones en las cámaras de tortura de mi ciudad natal”. Pero que, quizá, abrió los ojos con cierto retraso. Fue entonces cuando escribió su novela Sofia Patrovna y cuando, a su vez, comenzaron sus problemas con la censura.
Crónica de un silencio se compone de dos partes. La primera, escrita en 1974, la escribió nada más ser expulsada de la Unión de Escritores, lo cual significaba que no ya no tendría posibilidad de publicar en la Unión Soviética. La segunda, compuesto por capítulos que denomina complementarios, escritos entre 1977 y 1978, años en los que, a su vez, corrige y amplía la primera parte. En esta segunda parte, Chukóvskaia, aunque no abandona la primera persona en su relato ensayístico, se centra en otros autores y en otras situaciones de censura que son extensión y complemento de lo que ha expuesto en la primera a partir de su propia experiencia. En conjunto, toda una breve historia de gran parte de los autores silenciados y censurados durante la Unión Soviética y la manera en la que operaban para conseguirlo desde el poder.
“Por entonces, la novela fue considerada por su editorial una producción “soviética” normal, que desenmascaraba el “culto”. Sin embargo, unos meses más tarde les ordenaron interrumpir y atenuar el “desenmascaramiento del culto”, y mi novela fue rechazada. Se descubrió en ella un sesgo ideológico equivocado. Resultó que no era del todo “soviética”. Ahora en mi “expediente personal” esa misma novela, que fue aceptada por usted, y luego rechazada, igualmente por usted, y publicada en el extranjero, se tilda de “antisoviética”… Por lo tanto resulta que, incluso usted, un experto en lo “antisoviético”, también a veces se equivoca. De sus errores no sólo tiene culpa usted, sino también la propia elasticidad del concepto: es imposible estar al día”.
El libro de Chukóvskaia tiene un valor testimonial y contextual indudable en cuanto a la narración de los sucesos que tuvo que sufrir; también a los que debieron enfrentarse otros. Sin embargo, según se avanza en su lectura, esa particularidad e individualidad, sin quedar anulada ni diluida, asume una forma mucho más general y universal en tanto a la denuncia de la censura y a la defensa de la libertad en la escritura. En Crónica de un silencio estamos, entonces, ante una obra personal, tanto cuando Chukóvskaia habla de su experiencia como cuando se refiere a otros, pero que asume las formas de una denuncia mucho más amplia a partir de unas vivencias que Chukóvskaia convierte, sin necesidad de transformar la realidad ni de usar elementos narrativos más ficcionales, en una auténtica obra de terror. La escritora, expulsada de la Unión de Escritores, vigilada por la KGB, estuvo durante décadas sumidas en el ostracismo y el olvido; sus amigos, cuestionados e investigados. A este respecto, Crónica de un silencio es también una obra sobre una vida abocada a la paranoia.
En tiempos de censuras -y autocensuras- varias, un libro como Crónica de un silencio supone un magnífico recordatorio de épocas no demasiado pretéritas en los que la censura tenía graves consecuencias, no solo referidas a poder o no publicar, también a las sospechas sobre las vidas privadas de quienes eran marcados con una cruz. La transcripción de los interrogatorios de Chukóvskaia resultan tan surrealistas, en su veracidad, que impactan por lo demencial de una autoridad que busca donde no hay e inventa, si es necesario, con tal de conseguir su fin. La indefensión de la escritora, pero también su lucidez a la hora de plantarse ante sus acusadores resulta tan conmovedora como, en última instancia, desoladora.
La publicación de Crónica de un silencio, tras las novelas Sofia Patrovna. Una ciudadana ejemplar e Inmersión. Un sendero en la nieve, ayuda a poner, sobre todo en lo referente a la primera, en valor unas novelas que pasaron todo tipo de problemáticas. Cabe preguntarse si, finalmente, la literatura, o ciertos libros, a pesar de todo, acaban encontrando su lugar y su sitio. Que no es, en verdad, tan sencillo silenciar. Chukóvskaia lo fue, pero finalmente pudo hablar. Y cuando lo hizo entregó, entre otras obras, Crónica de un silencio, un libro lleno de humor a pesar de lo oscuro del relato; de pasión por la literatura; de reflexiones sobre la postura individual ante hechos generales y sobre la posición que debe adoptar un artista, o cualquier que tenga afecta por lo que hace y no puede expresarse libremente, cuando, desde lo ideológico y lo irracional, se impone lo barbárico.
“Su mezquina venganza y su rencor han sustituido los fundamentos de la cultura: la apasionada memoria creativa que nutre con su savia los brotes del futuro”.
Israel Paredes / Revista de letras