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“Línea de sombras”: la última entrega de Antonio Jiménez Millán

Por Silvia Gallego Serrano.

Estos poemas en prosa, escritos desde 1981 a 2019, según Justo Navarro indica en el prólogo: “poseen la unidad, la densidad y la coherencia de un único libro, divididos en capítulos y entregas”. Asegura que Jiménez Millán funde vida vivida y vida leída, una clave que recorre las páginas, porque pasan por “el filtro fantasmal de la memoria”. Para Justo Navarro se trata de una suerte de “poema-narración” porque el poema aparece como un “breve relato o crónica comprimida”. La obra que nos ocupa fue impresa en diciembre de 2019 en Granada, en la editorial Juancaballos.

El libro se abre aludiendo a la “memoria de un cuerpo y de unas horas” en el contexto de una visita al Museo Picasso de Barcelona. En el tercer texto aparece un motivo recurrente en su obra que sirvió para crear una fantástica antología en 2016 en la editorial Renacimiento: se dirige a una segunda persona y se refiere a las “ciudades que he conocido a través de tus ojos (…) para vivir contigo el viaje de la luz”. Las citas y las dedicatorias se suceden. Por ejemplo el poema mencionado tiene una cita de un poeta almeriense del siglo XIII (Ben Safar Al-Marini).

En el siguiente texto en prosa aparece: “la ciudad está en duermevela” ante los “edificios desde los que vimos pasar la vida como si fuese un tren de cercanías”. El poema que da título al libro se nutre de imágenes similares sobre ciudades y hoteles para “esquivar la nostalgia” y “la llama pasajera del deseo” y para reflejar el ambiente alude a una película de Kubrick.

Como en la sección titulada “Homenajes” de Biología, historia (publicado en 2018 en la editorial Visor), aparece un poema dedicado a Carlos Barral con una cita muy certera: “Éramos como huéspedes de la libertad”. Cuando alude a su casa remite a “esa dimensión de símbolo tal vez demasiado frágil” y al “arte de la memoria” en “la luz a través del celaje”. Precisamente en el poema dedicado al pintor Courbet aparece la “libertad bajo fianza”.

Otro poema en prosa remite a la luz “no repetida”, “el retorno obsesivo de un deseo” y la nostalgia como un “regreso ritual, una leyenda en el agua”. Con cadencia musical y mucho tino en el ritmo narrativo nos va llevando el sujeto lírico por motivos recurrentes. Resulta llamativa la intensidad y la selección léxica porque provoca una evocación bella con pocos elementos lingüísticos, así nos sitúa en el “vacío nocturno de los días laborables” (en el poema dedicado a Hopper) o en el invierno que parece “una casa en ruinas”.

Del libro Inventario del desorden del año 2003 escoge tres textos. En ellos resulta preponderante la fotografía como excusa y el hecho de compartir “un teatro de sombras”. De nuevo, se producen unas entregas sobre los “edificios de una ciudad confundida en la memoria de varias ciudades” y esa luz que “será la única certeza de quién se sabe ya otro”. Concluye llamando de nuevo al azar y una imagen muy potente: “Encumbrada a lo más alto de la torre, la muerte espera en las agujas de un reloj. No existe la inocencia en el lenguaje”.

El primer poema de su libro de 2011, Clandestinidad, se titula de forma ilustrativa: “Lugar de la memoria” y presenta dos estampas con su marco espacio-temporal: Madrid, 2004, la primera. Con un “silencio que cubría la ciudad” y unas palabras que son “jirones de niebla” (curiosamente, uno de sus primeros libros, publicado por el Suplemento de Litoral, se tituló Restos de niebla). Y la segunda estampa la sitúa en 1937, en el “cráter de un obús” y un “aviso de la muerte, el sepia de las fotografías”.

En el poema “Aniversarios” juega con tres momentos temporales, el “azar siniestro” y los ángeles de Paul Klee. Y en el siguiente, vuelven a surgir las fotografías en su fondo, porque “quedarán vestigios de un tiempo suspendido entre el polvo y los reflejos del sol a mediodía” y en ellas quedará “la luz provisional de un espejismo” en “la lenta memoria de los días”.

La siguiente cala remite a su libro de hace dos años, el ya mencionado Biología, historia; en el cual el sujeto lírico elige los nueve textos pertenecientes a la sección “Carnets”. Aparece literalmente la música “velada como la luz de la tarde”, “profana de los días”, también el cambio de ciudad como el hecho de dejar que se “crucen de otra forma la memoria y el olvido”. Y resalta cómo se impone una “sensación de irrealidad” en su identidad como “un perfil borroso”. Además, tras citar a varios músicos, alude a “noches de humo denso” con una “voz cargada de alcohol y de tabaco”. Alude así también a la preparación de las clases y la consideración del mejor libro de versos de Cernuda: Desolación de la Quimera. La citada cuarta sección, se vincula con el apunte diarístico llevado por la prosa y el carácter más discursivo. Predomina el tono celebrativo a pesar de las decisiones del pasado, y así alude a la dicha como “un sol de primavera en pleno invierno”. Por otra parte, en un bellísimo poema, perteneciente a otro libro, titulado “Aulas” aparece un eje vertebrador de su obra: “quise decirles / que el arte no es distinto de la vida”.

Por continuar con este orden temporal en la bibliografía poética de Antonio Jiménez Millán, aparecen dos textos de Veinte sátiras y un deseo (2014-2018) titulados de forma clarificadora: “Miserias” e “Insomnio”. El citado libro comienza con una cita fabulosa de Javier Salvago: “Sólo el humor me salva”. En un título que ya es un juego y una reminiscencia de la obra de Aleixandre: La destrucción o el humor. En los dos poemas alude a la “prosa de la vida”, “el poso de la mediocridad” y “la estupidez humana”.

El último apartado contiene inéditos desde 2018 y se titula: “Noche en París”. Vuelve a hacer un viaje en el tiempo y en el espacio porque sitúa a Unamuno en el exilio de Fuerteventura en 1924 para traerlo a otros más recientes y situar el concepto de destierro en el “marasmo de siglos, en el eco lejano de un cantar de gesta”. Millán sigue con la preponderancia del elemento narrativo, por ejemplo en el poema titulado “Línea 1”. La prosa que da título a esta sección final aporta incluso en el subtítulo el personaje y la fecha (1930); como venimos comentando se busca fotografiar la anécdota y dibujar el marco en el que “debe parecer que es el azar el responsable de todo”, en medio de “la luz débil de las farolas”. Se confirma la vuelta al pasado cuando sitúa a Stendhal en 1829 o a él mismo en 1980. La tendencia a la cita y la referencia culta se intensifica para aludir a una librería mítica, a Céline o el juego con personajes como Madame Bovary, Ana Ozores o Anna Karenina. Se suceden también las alusiones a las fotografías y a la memoria como “una llaga o un bálsamo”; para mencionar su nostalgia por la sensación de los amantes primerizos.

El epílogo lo firma Juan Vida y el título (“Severo, ma non troppo”) responde a una clave biográfica emocional, así le llaman los amigos a este poeta “esencial, nada retórico y muy culto, algo serio y bastante preciso”. Reconoce las concomitancias de los poetas coetáneos y especifica que la generación compartida se caracteriza por la cercanía del fulgor biológico y el fulgor democrático debido a la historia. Teoriza con mucho acierto al referirse al “presente histórico del poeta” y a que “toda expresión artística es, en gran medida, un autorretrato involuntario e inevitable”. Línea de sombras concluye con un apartado de reflexión acerca del poema en prosa: sus orígenes y cultivadores (señala, por ejemplo, que está más arraigado en Francia). Destaca Millán que permite mayor amplitud narrativa que un poema en verso y, por otro lado, advierte del posible riesgo de parecer una divagación.

Concluimos este artículo, que pretender dar a conocer esta joya literaria, con el juicio de importantes críticos: para Francisco Díaz de Castro, “la poesía de Antonio Jiménez Millán es, para muchos, una de las más sólidas de la poesía española contemporánea”. Y según Alberto Gómez, se trata de “una de las voces más honestas de su generación, cuando la tendencia a la introspección adquiere forma de reivindicación colectiva”.

Marzo, 2020.

 

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