Carta abierta a María Araujo en su reciente partida a un mundo misterioso
Por Horacio Otheguy Riveira
Querida María
Misterioso el mundo al que partiste, tan briosa siempre, tan seria en tu trabajo y a la vez divertida, diseñando vestuarios de funciones a caballo de lo interesante a lo absolutamente admirable. Cualquier comentario, pregunta, en los pasillos o en ensayo general te venía estupendamente porque eras una conversadora fascinante, ni siquiera hacía falta presentarse, allí estabas, siempre lista si la pregunta que te hacía o mi sonrisa despertaban tu interés, y cuando fue así, resultaba muy gozoso ver tus bocetos, escuchar tus comentarios sobre las veleidades de algunos directores y tus propias veleidades «que este paraíso de vanidosos da para mucho, no creas».
Recuerdo cuando te comenté el festival de arbitrariedades de algunos montajes, como el de la ópera Wozzeck, de Alban Berg sobre el texto original de Büchner, joven de gran talento, prematuramente fallecido del siglo XIX, y la cosa venía a cuento porque en 2007 en la puesta en escena del Teatro Real, en el gran final, el numeroso elenco avanzaba con desnudo integral desde el fondo del enorme escenario hasta el proscenio a paso lento, un acontecimiento muy interesante como fenómeno (luego me contaron que el director era un gran seductor capaz de convencer a coro y protagonistas de semejante cosa) sociológico o “sociopático”, que dijiste tú con una carcajada. Te lo comenté porque con ese afán de desnudez disparatada, vaya futuro para los diseñadores de vestuario. Reías mucho y todo lo que hablamos a partir de allí fue muy grato, fácil de enhebrar con aspectos más variados de tu mágico oficio de Vestir al desnudo que escribió Pirandello, pero que en este caso del teatro, siempre es un escenario vacío con una lámpara apenas, e intérpretes desprovistos de todo en busca de la verdad del texto y tú viendo los ensayos, escuchando a unos y a otros, entrando y saliendo de la trama, bosquejando, analizando, viajando de un personaje a otro para que la armonía de las telas y los colores también tuvieran su palabra, su propio texto silenciosamente presente.
También te comenté que resultaba doloroso el poco interés que despertaba en los medios de comunicación el vestuario, lo mismo que la iluminación o la escenografía de todos los espectáculos. Raro era que se comentara en una crítica algo de estas especialidades. «Mejor de eso no hablar, quita mucha energía, es este el país de Europa donde los medios más importantes menos se vuelcan con el teatro. Pasemos página».
Ahora te embarcaste hacia un lugar misterioso. También recuerdo que la última vez que hablamos te tenía seducida la pareja María Kodama-Jorge Luis Borges, «qué pareja, me encanta que ella nunca se refiera a Borges como alguien que murió, que está muerto, sino siempre como alguien que partió, debía ser por la influencia de su padre japonés, que falleció cuando ella tenía unos 20 años pero quedó muy prendada de su voz y su sabiduría. A mí me gustaría muchísimo, mira por donde, que si alguien llama preguntando por mí, se le dijera algo así como “María partió no sabemos donde”…».
¿Escuchas los aplausos? Quizás ya no los necesites, aunque como susurro de hojas al viento seguro que te hará sentir bien. Es todo lo que puedo ofrecerte junto a mis mejores deseos de fantástico viaje en el enigmático territorio donde alguien como tú será sin duda muy bien recibido en todas las estaciones donde te detengas.
Un abrazo.