Alberto Iglesias encabeza una magnífica versión de «Diálogo del amargo»
Por Horacio Otheguy Riveira
De un poema escrito para ser interpretado en cante jondo, surge un espectáculo muy atractivo que implica un homenaje certero, profundo, a García Lorca, y con él a las víctimas de la guerra civil. Al escritor se le fusiló en Granada, apenas un mes después de iniciado el golpe de estado, antes de ser declarada la contienda, al día de hoy no se encuentran sus restos, como tampoco los de miles de víctimas de lo que devino en una larga dictadura. Con ello, el escritor Manuel Tirado y el director Francisco Suárez llevan a escena un proceso a la tiranía fascista, un juicio severísimo al autoritarismo y una alianza de bellísima solidaridad con quienes aún luchan por enterrar a sus seres queridos y por los que lucharon toda su vida por la justicia de la causa republicana.
Al frente de un gran elenco masculino y tres admirables actrices, Alberto Iglesias compone tres personajes, cada uno en una dimensión poética diferente, y a la vez un ser único vulnerable a los desmanes de los bárbaros, y vigoroso símbolo de resistencia más allá del tiempo y el espacio. Utiliza su cuerpo como el de un bailarín, también como el de un hombre de emociones contenidas y otro más expuesto. Logra una armonía que confluye con su talento como hombre de teatro total, ya que también dirige y escribe (El hombre y el lienzo).
Diálogo del amargo: un mecanismo escénico en el que reina la amalgama de elementos para un único objetivo que se plasma con admirable musicalidad. Aquí y allá, desde el comienzo con la entrada de Ana Fernández (A mi tío Amargo se lo cargaron el verano del 36, cuando la guerra, en el camino de Málaga a Graná, donde iba a vender un caballo) hasta el final con Amargo/Alberto Iglesias (No hay nada, el cielo está desierto) habitamos una memoria colectiva en la que el dolor ante una guerra interminable se expresa con la energía de la esperanza.
Es un error pensar que la memoria tiene que ver solo con el pasado. Tiene que ver con el presente y con el futuro… Almudena Grandes
En su Diálogo del Amargo el poeta destaca de una forma poética, sin que en ningún momento deje de ser dramática, la presencia de la muerte. Amargo es amenazado por unas sombras que Lorca las definió como siniestras y oscuras. El orden natural amenazado por el caos. Un poema dramático sobre el misterio de la muerte. Sobre ese instante siempre inesperado que nos sorprende cuando menos lo esperas. Un encuentro cara a cara en medio de la noche con el destino. Como apasionado de los clásicos, sobre todo de los poetas griegos, defiendo que los textos buenos son los que siempre tratan del momento actual, aquellos que indagan en los entresijos de la condición humana de una manera imposible de explicar. No es un proceso racional. Lo curioso en Lorca como en Esquilo, -su poeta de cabecera- o como en Shakespeare, Chéjov o Calderón, es que no representamos sus obras porque sean venerables o antiguas. Lo maravilloso de ellas es que son magníficas. Han sobrevivido porque han seguido mostrando la vida. Y la vida no es un estado. La vida es un proceso. La carnalidad de la experiencia humana se manifiesta en las representaciones. Francisco Suárez
Versión Manuel Tirado y Francisco Suárez
Dirección Francisco Suárez
Intérpretes Jacobo Dicenta, Ana Fernández, María Galiana, Alberto Iglesias, José Antonio, Lucía Cristina, Marcos Damià Plensa, Guillermo Serrano
Escenografía y vestuario Ana Garay
Iluminación Juan Gómez Cornejo (A.A.I)
Diseño de vídeo escena Álvaro Luna y Bruno Praena
Diseño de sonido Juan José Suárez
Composición percusión Daniel Suárez
Ayudante de Escenografía Julen Alba
Ayudante de Dirección Juan José Suárez
Ayudante de Vestuario Freya Medrano
Ayudante de Iluminación Ion Aníbal
Una producción del Teatro Español