‘Habladurías de mujeres’, de Lin Bai
Habladurías de mujeres
Lin Bai
Traducción de Blas Piñero
La línea del horizonte
Madrid, 2020
387 páginas
La intención confesa de describir el sufrimiento que une a los hombres con su mundo se antoja una empresa desmesurada. El sufrimiento, o los sufrimientos, recorre toda la historia de la literatura, la enhebra dando recorrido a los conflictos, que son la esencia de las tramas, si es que hay trama, pues existe, siempre, el conflicto en cuanto aparece un personaje -los de las soledades- o varios -los de la convivencia-. ¿Cómo saldrá Lin Bai (Beiliu, China, 1958) de esa intención, tan hermosa como terrible? Debemos confesar, desde ya, que esta novela, Habladurías de mujeres, cumple con creces su intención; y será una de las mejores lecturas que podemos afrontar a lo largo de este año. La propia Bai habla de una “Novela larga de registros anotados”, lo cual nos dará una pista acerca de la estructura y la composición final. A partir de confesiones de aldeanos, se desatan unas confesiones que van trazando un paisaje llenísimo de matices. Bai demuestra que en las mejores labores creativas observar e imaginar se igualan. La recreación de las voces, unidas en la de una narradora puramente oral, nos habla de una forma de nacer al mundo, del descubrimiento, de la eterna formación, o reformación, de la realidad, si es que la realidad es objetiva. Porque la realidad aparenta estar en la mirada y ser parte del sujeto, y, en este caso, del lector, que va observando e imaginando el mundo al que nos lleva la obra.
La mirada de la narradora está cargada de una inocencia necesaria. Sin ella no seríamos nada, no tendríamos curiosidad, no podríamos actuar de esponjas que absorben los que nos rodea y los actos de quienes circulan a nuestro alrededor, dándole forma al entorno. Se puede hablar de costumbrismo, aunque desde esta distancia, ese costumbrismo se asemeja a la fantasía: es un viaje en el que la atención no se despega del lugar y de la gente. Esa misma atención que, como la de nuestros minutos, cambia constantemente de centro de interés, en una reproducción de la forma en que trabaja nuestra mente que se aproxima tanto a algo que podríamos llamar verdad, que podría llegar a asustar. La obra parte de la primera persona, de colocarnos en la mirada y la sensibilidad del narrador, y al tiempo que nos proyectamos en una neurosis bien contenida, sujeta al exceso de estímulos, vamos conociendo otra neurosis, la coral, pues de alguna manera las docenas de personajes que circulan por la obra son un solo personaje. En ese sentido existe romanticismo, nos habla del hombre frente a algo que podría ser el vacío, pero la gente se empeña en rellenar, aunque sea con mitos, con supersticiones, con quimeras y con prejuicios.
En la memoria, la personal y la colectiva, está marcada a fuego el tema que atañe a la familia, que es la lealtad. Es evidente la referencia en cuanto se tratan asuntos de fidelidad y adulterio, pero también con la planificación impuesta por unas autoridades que marcan, con hachazos, tanto el número como el género, y hasta la frecuencia con que deben nacer los hijos. Atados a las normas, nos vemos, por una vez, llevados también a un realismo social, el que impone la escasez del dinero; es raro encontrar una novela en la que aparezca el problema de cómo conseguir el dinero, que no se le escapa a Lin Bai como ancla a la subsistencia, a la materia de la que estamos hechos. Con la sustancia del romanticismo, de la crónica, de la realidad, de la costumbre, del conflicto, nos vemos en el centro de una tribu, de gente que debe ser normal en su contexto, a la que le suceden constantemente situaciones, gente llena de condiciones, gente sujeta al suelo y con ganas de encontrar la certeza de que debe haber otra forma de vivir. La narración se sucede sin descanso, en un mundo que, como los fronterizos, crea sus propias leyes, al menos en lo que atañe a las relaciones personales, en un mundo en el que la vida vale muy poco, en un mundo en el que los mitos tienen que ver con lo cotidiano tanto como la observación tiene que ver con la imaginación.