“Un animal en mi almohada”: drama testimonial en un clímax de suspense que nunca decae
Por Horacio Otheguy Riveira
Un coro de cinco mujeres interpreta, a capela, El puñal dorado, de Rosario Monje, La Mejorana; una cantiña de posguerra que recientemente ha vuelto a popularizar Rosalía con otro título (Si tú supieras compañero): «Toma ese puñal dorado y ponte tú en las cuatro esquinas y dame tú de puñaladas…», fiero homenaje al amor encadenado, al martirio de no ser correspondida por el hombre amado.
Toma este puñal dorado
Y ponte tú en las cuatro esquinas
Y dame tú de puñaladas
Y no digas que me olvidas
Que con el aire que tú llevas
Cuando vas a caminar
Hasta el farol de la cola
Que me lo vas a apagar
Toma ese puñal dorado
Y ponte tú en las cuatro esquinas
Y dame tú de puñaladas
Y no digas que me olvidas
Y no me lo digas más.
Así comienza Un animal en mi almohada, escrita y dirigida por Vanessa Espín, crimen y misterio de impecable creación escénica con un único personaje masculino, un protagonista feroz que no aparece nunca pero que desde el comienzo —metido en una urna funeraria—, con el mero recuerdo se convierte en la amenaza palpitante de un modelo de hombre dispuesto a castigar sea como sea, cueste lo que cueste, pero sin necesidad de que ella se lo pida, ni mucho menos se lo cante, sin el aura poética de la melodía entradora y envolvente, nada de eso, “el bueno de Gregorio” se empeñará a grito pelado con la boca apestosa de amenazas. No hay romanticismo que le excuse ni suplicatorio de enamorada. Ya es el puro desprecio a la mujer que alguna vez se amó.
Cuatro actrices se ocupan de acompañar a Rebeca Hernando, que interpreta a la sufriente madre de familia que todas intentan ayudar, consolar, fortalecer, convencer, asumiendo perfiles muy definidos; personajes realistas, reconocibles en la variada España de donde surge este pueblo hermoso de río y montaña. La invención imaginaria y los recursos de interpretación logran una muy estable conjunción de talentos que nunca se pierden en distracciones, que mantienen en alza la tensión de un clímax de dramático suspense en una espiral ascendente que nunca decae.
El reflejo de la actualidad es muy notable, reconocemos a todos cuantos se desenvuelven en la acción dramática. Reconocibles pero no definitivos, dada la riqueza con que ha sido escrito el texto, la dimensión poética de un drama que de tan cercano ya no se ve, incorporado en el imaginario colectivo como la costumbre del horror. Lo testimonial y la ficción dan buena prueba de mujeres solidarias y otras que defienden al hombre, haga lo que haga, como la madre de este Gregorio que ya al comienzo da testimonio del difunto:
Ella tenía muchos pájaros en la cabeza y mariposas en el pecho, no era una mujer normal. Yo se lo dije a mi hijo, se lo avisé. Cuidado. Está mujer no te ha salido buena, la tienes que domar. Así me lo enseñó mi madre y a mi madre se lo enseñó su abuela. Así todas las mujeres nos lo hemos ido enseñando por los siglos de los siglos hasta la primera mujer. ¿Qué nos pensamos ahora? Ella rompió con las enseñanzas. Ella no sabía cuál era su sitio. Yo también he tenido que apretar los dientes y mirar al suelo. Yo también le vi los colmillos a mi lobo, yo también tuve su garra de hierro en mi garganta…
A partir de esta presentación se desarrolla un conflicto amplio, con sus contradicciones, luces y sombras con muy pocos elementos en escena y mucho contenido a través del palpitante corazón de las artistas: eficaz iluminación, básica escenografía y sobre todo los modos y maneras de cada una de las actrices para dar pie al asombro del público que, aun conociendo de sobra los rudimentarios elementos del tema, se enfrenta al acoso de un hombre profundamente débil con una agresividad insoportable hacia lo único que en realidad ama: esposa e hijos. Una locura cuya patología resulta muy contradictoria en el diagnóstico de los especialistas. En todo caso la cosa va de hombres primitivos que superan con éxito la buena conducta carcelaria, que rinden tributo a la buena educación social y consiguen que la comunidad les acaricie el lomo de bestia mansa, tan dulce el muchacho que algo habrá tenido que hacer ella para que se ponga de este modo.
Si el comienzo de Un animal en mi almohada puede dar la impresión de que el espectáculo va a enredarse en testimonios archisabidos, muy pronto se dejan a un lado los prejuicios porque la obra de arte se expande con rigor en una sucesión de escenas que invitan a sentir la presencia pueblerina, el mundo cerrado donde se encadena el debe y el haber, donde el hombre dado por tan bueno crece con su bestialidad de manera sorprendente. Se percibe el ambiente realista, en la penumbra se llega a oler el pueblo con sus costumbres, su calorcillo humano y su implacable cotilleo; el vestuario resulta más que suficiente para dar y sugerir dentro de un clímax intenso, gracias al cual compartimos la solidaridad de las amigas, la intensidad de la curandera, la amarga impotencia de una jueza, la bondad de un ser muy querido que llega del más allá para ayudar; la fragilidad de los niños, el río que suena, el mar que espera, tan lejos, tan esperanzado…
FANY.- ¿Has salido esta semana? ¿Has bailado? ¿Has cantado? Eso es lo que más te va a curar. Mover la sangre. Échale vida a la vida.
EVA.- Bueno, el otro día bailé un poquito….
FANY.- Muy bien, Eva. Así se van los demonios del cuerpo.
EVA.- Dentro de un mes cumplo 34 años y quiero vivir. He decido vivir y ser feliz. Quiero irme de aquí, fuera de este pueblo, a otro sitio. Aquí estoy metida en un pozo. Quiero encontrar una ciudad bonita, donde las calles no estén pintadas de llanto. A los niños les va a sentar bien cambiar de aires. Me quiero ir a otro lugar, Fany.
FANY.- No puedes, es muy pronto, Eva, todavía no estás fuerte para irte por el mundo sola. Espera. No tengas prisa. Sigue respirando.
EVA.- Me ahoga el aire de aquí. Me ahogo. Necesito salir a por aire, lo necesito. Entonces bailaré y cantaré como antes.
FANY.- Cálmate, Eva. Todavía es pronto. Ya tomaremos esa decisión más adelante, con tiempo. Mira, te he preparado unas gotas llevan: jalea, miel de romero, hierbaluisa, hierba de San Juan, hipérico, pasiflora, ginseng y unas gotitas de amapola. La amapola es buena para calmar los nervios, la circulación y el corazón. Te tomas 5 gotas tres veces al día. Y a los niños les sigues dando las otras gotas, las que te di.
A Simón le he preparado esto, es un jarabe de miel macerado con cebolla. Mano de santo para la tos. Que no me gusta la tos que tiene. A ver si llueve ya y se quita este humo seco que han dejado los incendios. Y dale a Violeta estás gotas de ortiga blanca para las pesadillas, se las das por la tarde para que le hagan efecto. Tienes que comer más y ponerte fuerte.
EVA.- Siento que no tengo tiempo. Me da miedo este pueblo.
UN ANIMAL EN MI ALMOHADA
Autoría y dirección: Vanessa Espín
Compañía La promesa
Elenco: Concha Delgado, Laura Galán, Rebeca Hernando, Paula Iwasaki y Camila Viyuela
Escenografía: Elisa Yrezabal
Diseño de iluminación: Elisa Yrezabal y Holga Rodríguez
Diseño de vestuario: Almudena Bautista
Ayudantía de dirección: Alex Stanciu y Violeta Rodríguez
Colaboración en la producción: Fundación Juan Codina.
TEATRO DEL BARRIO. HASTA EL 4 DE MARZO