Lo que no se nombra, por Scherezade García

La versión extranjera, Florencia del Campo. Pre-textos.

Lo que no se nombra

 

¿Qué sucede cuando una mujer no puede contar su historia? Cuando la palabra se atraganta hasta llegar a la afonía. ¿Pasó en realidad si no puedes contarlo, si solo está en tu memoria? ¿Puede nuestra memoria engañarnos?

La protagonista de La versión extranjera viaja a Estados Unidos durante 18 días para celebrar el cumpleaños de su hermano. Allí se encontrará también con una madre ­–la suya– y otra mujer –la de su hermano– en una casa que sabe y huele a infancia, pero que no lo es, se encontrará en un viaje que es una eterna duda. ¿Qué intenta contarnos? No, mejor dicho, ¿qué intenta contarse? En el transcurso de las páginas la palabra abuso aparece ante nuestros ojos aunque Florencia del Campo –autora de la novela– no la escriba en ningún momento.

“Luego hermano me buscaría en el dormitorio. Por qué le contaste a madre lo que te hice. Porque me robaste el postre. Pero no, a madre no, te dije que a madre nunca nada; todo entre nosotros dos. Le conté sólo lo del postre, le diría. Muy bien, me gusta que seas una buena chica; acordate: a madre nada”.

Ella, la protagonista, es una mujer sin nombre. Ella es una mujer que podemos ser todas –si no es que ya lo somos–. Mujeres obligadas a callar, a dudar de nuestros recuerdos. Frente al movimiento #MeToo en el que nos encontramos, la protagonista de esta historia no puede dar(se) voz –la palabra, lo no dicho, siempre en la (no)boca de esta novela– a lo que sucede. Frente a la sororidad, ella no tiene ni siquiera el apoyo de una madre. “Soy una niña traicionada. Me pongo a llorar y corro hacia los brazos de madre. Ella me sacude en vez de darme un abrazo. Me grita”.

¿Cómo demostrar el abuso psicológico, el abuso de poder? ¿Cómo hacerlo sin que la (te) llamen loca, exagerada, mentirosa? ¿Cómo hacerlo sin que se (te) lo crea(s)? La eterna duda sobre las víctimas –supervivientes–, ¿y si no fue así? “Recordar lo que no existe, permanentemente, permanentemente, permanentemente, permanentemente. Nada es como en el recuerdo”. ¿Y qué pasa con la culpa, con el deseo? ¿Qué pasa cuando, pese a todo, existe un deseo? ¿Es real?

La lectura de la novela me trasladó, en un momento dado, al episodio “American bitch” de la última temporada de la serie Girls. En él, Hannah, la protagonista, acude invitada a la casa de una escritor acusado de abuso sexual por varias mujeres después de que ella escribiera un artículo sobre ello. El episodio fluctúa en la duda constante –al igual que la novela– hasta que Hannah acaba tumbada en la cama tocándole el pene al escritor. ¿Alguien la ha obligado? Puede decirse que no. ¿Lo ha hecho libremente? Puede decirse que sí. Pero, de nuevo ¿lo ha hecho libremente? No. ¿Es, la protagonista de esta novela, libre? ¿Libre de su deseo? Cuando se masturba pensando en su hermano, “y justo antes de irme a dormir, cuando me estoy duchando y haciendo lo que hago en todas las duchas cuando pienso en él, golpea y entra. Escucho su voz real, que me hace saltar de nervios, y me avergüenzo”, ¿dónde encajamos el deseo en el abuso? ¿Lo arrinconamos, lo obviamos? ¿Es parte de la culpa, de la dependencia? ¿Es ajeno como el idioma extranjero? ¿O es otra versión de la historia?

Florencia del Campo nos arrastra a en la duda entre las dos versiones que narran esta historia. Dos versiones que son la misma. Dos versiones de una misma mujer intentando contar algo que se atraganta tanto que es necesario intentarlo –como cuando el idioma no es el materno– al menos una vez más: “(…) no hay lenguaje para la herida fundacional”.

¿Qué sucede, entonces, cuando no tenemos la palabra?

Scherezade García

La versión extranjera se presenta el jueves, 27 de febrero a las 20 horas en la librería Letras Corsarias de Salamanca. Intervienen Scherezade García y la autora, Florencia del Campo.

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