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‘El heredero’, de Rafael Tarradas Bultó

REDACCIÓN.

Josefa y su madre recogían leña cuando vieron un reluciente landó avanzar en dirección a la finca de la familia Marqués. Desde entonces, la niña de siete años no había vuelto a ver a su madre. Diez años después era una joven guapa y obediente encargada del cuarto de costura en la gran casa. Su vida transcurría apacible hasta que en mayo de 1909 los Marqués anunciaron mediante telegrama su llegada para pasar la estación estival.

Veinticinco años más tarde, la familia Marqués se ve abocada a abandonar su casa y su más que acomodada posición social. No serán los únicos, pues los Sagnier habrán de exiliarse y otros, como Antonio, pobre pero idealista, intentarán que sus convicciones morales no sean obstáculo para dar un giro a la sociedad. Todos ellos, defendiendo sus ideales, son ajenos al caprichoso destino que los une mediante un poderoso lazo y un asombroso secreto

La novela se divide en tres partes formadas, a su vez, por distintos subcapítulos en los que suele cambiar el escenario y la voz narradora, siempre en tercera persona y focalizada en los personajes principales. La primera parte, situada en 1909, es un preámbulo largo en el que se nos presentan los protagonistas y se plantea un elemento capital en la trama: la existencia de un hijo bastardo del hereu de la fortuna de la familia Marqués.

La segunda parte es la más extensa. Se inicia unos días antes del alzamiento del 18 de julio de 1936. Rafael Tarradas juega, en especial, con tres perspectivas distintas de aquellos días terribles: la del militar que cree necesario un golpe de timón —Fernando Sagnier—, la del sindicalista que piensa que ha llegado el momento de que cambien las cosas —Antonio Campo— y la del espectador perplejo que contempla, entre incrédulo y resignado, el estallido de la tormenta —Pablo Bultó—.

La tercera parte, en 1940, funciona como un epílogo en el que el lector es testigo del destino de los personajes y de la resolución de los conflictos principales.

Buen lector y agudo escritor, Rafael Tarradas maneja con soltura varios registros narrativos sin perder la esencia de su estilo: elegante, preciso y capaz de evocar emociones y sensaciones, tanto por sus descripciones como por la composición de los personajes.

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