Por Jaime Fa de Lucas.

Los directores de Good Time regresan a Netflix con Diamantes en bruto, ofreciendo otra dosis de entretenimiento tan frenético y vertiginoso como insustancial e irritante. Joyas, deudas, apuestas y matones se alían en este banquete de vulgaridad y bullicio difícil de digerir. Inexplicables las buenas críticas recibidas en los medios y la nota de 6,9 con la que se pasea en FilmAffinity –la misma que Burning que es una obra maestra–.

Los hermanos Safdie desechan por completo la sutileza y la elegancia para proponer una amalgama de situaciones caóticas llenas de conversaciones que se superponen y personajes que se dedican a lanzarse improperios. Posiblemente sea una de las películas más molestas que he visto en los últimos años. Parece que está hecha por alguien hiperactivo con déficit de atención que no deja que ningún momento respire. Una aplicación práctica del concepto de horror vacui orientado a la generación del Instagram.

Lo único salvable de Diamantes en bruto es la actuación de Adam Sandler, la presencia más o menos carismática de Julia Fox y Kevin Garnett y alguna que otra escena moderadamente interesante. En general, es una película para pasar el rato y poco más, aunque exige unos niveles importantes de paciencia y que te adentres en ella con el cerebro medio desconectado.