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«El Trinche, el mejor jugador del mundo» vuelve al Teatro del Barrio

Por Susana Inés Pérez

Vuelve El Trinche, el mejor jugador del mundo, de Jorge Eines y José Ramón Fernández, al Teatro del Barrio de Madrid con diez únicas funciones, del 5 al 16 de febrero. En esta ocasión, habrá varios debates postfunción de diferentes temáticas, que contarán con la participación de figuras destacadas de la educación, la cultura, el teatro, el deporte y el periodismo, abiertos a todo el público y de entrada libre. (Véase calendario de debates al pie de este artículo).

 

La obra, dirigida por Eines, se centra en la figura de Tomás Felipe “El Trinche” Carlovich y se desarrolla en torno a la conversación entre el exjugador argentino y el periodista que prepara su homenaje. Los dos personajes, interpretados magistralmente por Claudio Garófalo y Lucas Ranzani, se enzarzan en un diálogo provocativo y filosófico, en ocasiones onírico, que desvela sus formas de concebir, pensar y sentir el fútbol y su propia existencia.

El periodista no logra comprender por qué un jugador de sus características renunció a ser una estrella, un jugador inolvidable, una persona importante y mediática. El Trinche, por su parte, reitera que nunca quiso ser parte de «los dioses del ratito» que acaparan las portadas de las revistas, de aquellos que están más presentes en la cámara que en la jugada, y expone los motivos que le llevaron a tomar sus decisiones; el juego era su amor, su vida, su ideal, una necesidad: «jugaba para no morirme», dice amarrado al periodista, «pero nadie me cree». Se explica sin tratar de demostrar nada a nadie, no responde a acusaciones sobre sus supuestos problemas con el alcohol y su falta de ambición, defiende que su único deber es vivir y no hacer daño a los demás y describe la sensación de jugar para divertirse, en un campo fresco y lindo, mientras la ilusión asoma en sus ojos: «No entendés», repite ante su interlocutor.

En el escenario, tan solo unas cuantas pilas de periódicos, unas banquetas, unos cubos y cinco libros que cuelgan del techo. Al fondo, una imagen de El Trinche besando la pelota. Este sobrio decorado irá desmontándose a medida que avanza el conflicto entre los personajes y El Trinche se revela ante el periodista y el público, a medida que ambos comienzan una amistad y el exjugador pone en cuestión el mundo en que vivimos, las creencias y la visión inicial del fútbol de su compañero, despertando así su admiración. Durante este proceso, casi espiritual, tiene un papel decisivo la música, especialmente la melodía de la guitarra que comienza tocando el periodista y que El Trinche terminará por aprenderse, confirmando así la complicidad alcanzada. En este sentido, cabe destacar una de las escenas finales más emotivas en que el periodista descubre la única imagen de El Trinche en acción sobre el campo. El exjugador protesta y tira los periódicos y se debate entre la ira y la ternura al ver la mirada honesta de su interlocutor, capaz de apreciar la belleza de su jugada. El público la verá también, pero a través de los cuerpos y los ojos de los personajes.

En un primer momento, los personajes se pasean entre las banquetas y las usan para reclamar la atención del otro. No obstante, a través de sus recorridos trazarán también las líneas de su discurso y su pensamiento, creando puentes entre tiempo y espacio que nos transportan a las diferentes situaciones en el ámbito público y privado, acontecidas en el campo, durante los entrenamientos, con la prensa o incluso en el despacho del psicoterapeuta. En el gesto de ponerse sus zapatillas, El Trinche reproduce el calor y el sonido de la afición en pleno partido. En un abrir y cerrar de ojos, Ranzani se transforma en periodista deportivo mientras El Trinche, sentado, interrumpirá por momentos y a su antojo su narración, simulando tener el control de la radio o la televisión, para introducir comentarios de corte filosófico y metafísico, llegando a tratar el tema de la muerte.

La contrarréplica de El Trinche, en sus enfrentamientos con su entrevistador, conforma la estructura de la obra y fomenta la combinación de registros y temáticas que dan lugar a momentos de profunda reflexión sobre el fútbol y la misión de los medios de comunicación, así como de disparate y diversión. Este es el caso del momento en que el periodista ensaya una supuesta entrevista con el deportista, que contesta que no asistió a su encuentro con el entonces entrenador César Luis Menotti porque «No tenía ganas». El periodista, en un intento de instruir a su interlocutor, repite su respuesta, adquiriendo la voz y formas de un comentarista deportivo, con el propósito de hacerle ver la falta de sustancia e interés que suscitaría semejante respuesta en los medios. El Trinche, en su alegato en favor del juego y en contra de la ignorancia, insistirá en que «es mejor callar y parecer estúpido a abrir la boca y revelar el misterio».

Por otro lado, el periodista desarrolla un conflicto interno que manifiesta en un regreso hacia la infancia; por momentos, vuelve a ser niño, a sentir el fútbol como niño y a reproducir las enseñanzas sobre el fútbol y los jugadores que le han sido impuestas, previamente a abrir su mente ante la opinión y forma de ser de su interlocutor, a convertirse, de alguna manera, y a recuperar un sentido perdido. Y es que El Trinche le escandaliza y rompe sus esquemas cuando antepone la jugada al gol, el placer de jugar al beneficio del dinero, el valor al precio, algo impensable en la sociedad actual en que el fútbol es un negocio más. Simultáneamente, cuestiona y relativiza el valor del fútbol. Si bien había reconocido al comienzo de la obra, tomando como base una famosa frase de Nietzsche,  que «la vida sin fútbol es un error», el ex jugador aviva la controversia cuando se refiere a la corta existencia de este deporte y simplifica sus reglas. El fútbol lo es todo y no es nada.

En las escenas finales, una vieja pelota se mantiene en el centro de la parte delantera del escenario; es el tercer protagonista. Los personajes se la pasan y El Trinche se dirige a ella en varias ocasiones: «La pelota es la medida de todas las cosas», afirma. Asimismo, ambos personajes doblarán un viejo paño, que ha usado el exjugador a modo de bufanda, lo mimarán y lo protegerán, como El Trinche ha cuidado, cultivado y preservado su sentido del fútbol, su amor por este deporte y su fidelidad al juego en sí mismo, más allá del resultado del partido, independientemente de la categoría o la división: «Hay que jugar como si fuera el último partido», declara.

El Trinche es la historia de un individuo que piensa y elige su destino, ajeno a los factores externos que llaman a venderse, a la vanidad y a la intervención en el circo mediático; un homenaje a una pelota vieja; una obra profunda, con un fondo filosófico importante, en que el jugador y el filósofo se aúnan en el protagonista; una obra que indaga en el significado de los conceptos de éxito y fracaso y los motivos de nuestras propias decisiones; un texto inteligente, lúcido e ingenioso, que condensa, entre menciones a Pelé y a Maradona, a Sartre y Spinoza, el conocimiento de una vida en pocas palabras, despertando la curiosidad del espectador por los personajes y lo que tienen que decir, por el fútbol, por el juego en sí mismo, y por su relación con el teatro y el arte. Y es que, como compartiría Eines en el coloquio posterior a la representación de la obra, el fútbol, o más bien el juego, tiene el potencial para convertirse en un arte.

Garófalo y Ranzini se entregan por completo bordando los personajes. El primero, excelente cantante, nos regala, además, fragmentos de óperas en momentos determinados, que se configuran como pequeñas puertas de entrada al universo de los personajes y los diferentes cuadros. El Trinche es, sin duda, la constatación y conjunción de una manera de concebir el fútbol y de hacer teatro. Merece la pena ir a ver la obra, dejarse atrapar, entretener y desenmarañar las ideas que volverán a nosotros días después de haberla visto.

Todo lo que desarrolla está función está inspirado en hechos reales, ya que Tomás Felipe Carlovich, El Trinche, ha sido un mito del fútbol argentino a la altura de Maradona, hoy con 72 años.

En el Teatro del Barrio, funciones y debates durante el mes de febrero.

2 thoughts on “«El Trinche, el mejor jugador del mundo» vuelve al Teatro del Barrio

  • Excelente interpretación de estos dos actores argentinos!!!

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  • Que bien se escucha esta obra, me alegro de que vaya a presentarse en febrero porque hace tiempo que mi esposo quiere llevarme al teatro. Y siempre es bonito ver a actores latinoamericanos en escena, saludos.

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