Drácula (2020), creada por Mark Gatiss y Steven Moffat – Crítica Serie TV
Por Jaime Fa de Lucas.
Se agradece que de vez en cuando Netflix confíe en proyectos arriesgados de este tipo, aunque el riesgo no siempre es sinónimo de calidad. Mark Gatiss y Steven Moffat presentan una versión muy peculiar de Drácula que seguramente provoque reacciones diversas; su irregularidad hará que sea tan amada como odiada.
El primer capítulo tiene detalles interesantes, como su estructura con flashbacks, algunos recursos de montaje o la buena actuación de Claes Bang, pero también hay muchos elementos con tufillo a serie b y el descontrol tonal y narrativo a veces se apodera del relato. Entretiene pero no satisface del todo.
La transición del primer capítulo al segundo no es suave y repentinamente da la sensación de que estamos ante diferentes largometrajes que giran en torno al personaje de Drácula y no ante a una serie que funciona como un todo coherente. El exceso de personajes tampoco ayuda a dar consistencia a la diversidad –por no decir caos–. Este capítulo tiene una atmósfera más cuidada, pero se hace aburrido porque repite la misma cadena de acontecimientos una y otra vez.
El tercer capítulo plantea un giro temporal que inicialmente tiene cierto interés, pero cuyo desarrollo atiende más a ocurrencias infantiles que al rigor narrativo. Francamente, este episodio me parece un cachondeo, un intento desesperado y sin sentido de seducir a los millennials. Los creadores intentan decir algo sobre el paso del tiempo, pero esto se pierde en un mar de incongruencias y gratuidades.
En definitiva, esta Drácula funciona más o menos como pasatiempo poco convencional y como escaparate para el talento de Claes Bang, pero ni mucho menos es la adaptación revolucionaria que muchos críticos aseguran. Más bien creo que es una mediocridad dispersa que lo máximo que consigue es tener fragmentos aceptables.