El final del camino
Por Àngels S. Amorós
Manuel López Gallego (texto) y EvaVázquez (ilustraciones). El final del camino. Barcelona: Edebé (Tucán rojo), 2019, 272 pp. A partir de los 12 años.
Ella sabía porque no podían encontrarlos, su padre se lo contó
cuando tenía siete años y le dio la libertad de elegir.
Ella decidió seguirlo y ahora lo seguiría de nuevo si la dejasen salir. Pero ella
está encerrada y su padre también, solo que en una prisión.
A sus doce años, Elena recuerda los felices momentos que vivió junto con su padre con siete años de edad y que no tuvieron un desenlace feliz. Lo que la niña vivió como una aventura recorriendo diferentes lugares de toda Europa en una caravana era en realidad una huida. La única opción de un padre que no quería separarse de su hija y que tuvo que rendir cuentas con la justicia cuando los encontraron.
Estamos ante un relato realista, dramático y bastante verosímil. El padre toma una decisión arriesgada y por ello viven como fugitivos que se ven obligados a pasar penalidades para que no les encuentren. En cambio, la niña fue muy feliz a su lado y suele rememorar con cariño todos los recursos que su padre puso en marcha para que no les faltase de nada. Desde cantar en la calle hasta aceptar pequeños trabajos, cualquier cosa para continuar su escapada. El padre no dudó en hacer todo lo que estuviera en su mano y la niña, que demostró una madurez extraordinaria, lo consideraba, y todavía lo piensa así, un héroe.
A partir de aquel momento dejé de ser la niña Elena
y me convertí en una mujer de siete años. Me convertí
en su ayudante, en su confidente, en su cómplice.
Papá y yo juntos en la misma aventura.
En la actualidad, Elena está recluida en una vieja mansión aislada y con la señora Kessler, su tutora, como única compañía. En la casa no le falta de nada y su tutora no tiene inconveniente en satisfacer todos sus caprichos. Además, a la casa acuden profesoras para que no desatienda su educación y los sirvientes se encargan de le falta de nada. Pero ella no es feliz y añora todo lo que conoció y compartió con su padre y no soporta estar encerrada sin socializar con otros chicos de su edad y, lo que es más importante, lejos de su padre que ahora está cumpliendo condena. De la madre mejor sabemos que murió y que su abuelo materno se empeñó en que su padre no pudiera verla, por eso escaparon juntos.
Su tutora se muestra como una persona fría que lejos de darle cariño solamente se preocupa de sus necesidades básicas, pero que desatiende totalmente sus sentimientos. Por eso, los recuerdos de Elena de aquellos momentos pasados con su padre constituyen un potente mosaico de todo lo que vivieron donde lo más importante era la libertad, estar juntos y compartir. Tal vez el padre intuía que su aventura duraría poco, pero necesitaba sembrar en su hija la oportunidad de conocer todo lo bueno de la vida. Una vida que viven de manera plena y ajena a una justicia que no tiene en cuenta valores tan importantes como el amor entre padre e hija y las circunstancias externas que los juzgan sin saber.
Un homenaje a la convivencia en momentos extremos donde, en este caso, cada uno da lo mejor de sí mismo. Una historia que permanecerá en nuestra memoria y que nos hace empatizar con el padre y con la dura decisión que se vio obligado a tomar.