La Porciúncula Teatro presenta una Lisístrata inclusiva y reivindicativa

Por Francisco Collado

 

Ha llovido un poco desde que en 1993 se constituyera un taller de teatro inclusivo para integrar a personas con discapacidad visual, aunque con cabida para otras discapacidades. Ha llovido, digo, desde “La Heroica Villa” de Carlos Arniches hasta esta apuesta por una Lisístrata inclusiva y; sobre todo, reivindicativa. La trayectoria de la agrupación teatral la ha llevado, fundamentalmente, por el terreno de la comedia. Miguel Mihura, Carlos Arniches, Miguel Murillo, Oscar Wilde, quienes han sido algunos de los autores que han llegado a las tablas dirigidos por diferentes profesionales del mundo teatral extremeño.

María José Mangas Durán adapta y dirige esta adaptación de la comedia de Aristófanes. Como era acostumbrado en el comediógrafo, el texto (aparte de la vida cotidiana ateniense) destila su actitud frente al absurdo de la guerra. Partiendo de una huelga sexual femenina frente a la pérdida humana que supone el belicismo, la agrupación presenta una divertida, desenfadada y picante versión en una Hélade donde los hombres caminan sufriendo de priapismo permanente a causa de la abstinencia. Vuelve a utilizar el ateniense una asamblea de mujeres como ya hiciera en Las Asambleístas. Esta Lisístrata fue la primera heroína del teatro aristofánico. Un espartano atrezzo (si se me permite el juego de palabras), compuesto por algunas ruinas y columnas sirve a la compañía para desarrollar una historia de completa actualidad, donde están presentes diversas reivindicaciones.

Las mujeres ocupan la Acrópolis para controlar los impuestos y mantienen a raya el furor varonil en divertidos y bien diseñados diálogos que los espectadores agradecen. El autor juega con el doble sentido (¿Qué asunto es ese grande, grueso, agitado durante los insomnios?), o “las de Salamina han hecho la travesía de madrugada, bien abiertas de piernas y montadas en sus potros”. La unión de las mujeres es grande frente a la pueril amenaza masculina y los intentos de revertir la situación chocan con la unidad y valor de las mujeres. También revolotean temas como la corrupción (los cargos públicos que andan revolviendo algún tumulto para poder robar) o las situaciones ridículas (posturno) donde puede verse a un guerrero impresionante con escudo de Gorgona, comprando corvinas en el mercado. Hay un mesurado y efectivo uso del semicoro y los picantes diálogos son tratados con un vodevilesco sentido del humor: “Padecemos de jodientitis, para decirlo con suma brevedad”, se queja la heroína. Si hubiera sido musicada esta obra podría formar parte de aquel género sicalíptico que invadió los proscenios a principios del siglo XX. Algún apunte personal como la escena entre Mirrina y su marido Cinesias donde, tras largas dilataciones para no practicar la unión carnal, Mirrina le echa un perfume (en el original Perfume Rodio), aquí bromuro.

La Porciúncula solventa con soltura este texto donde se invita a “hacer el amor y no la guerra”. Divirtiendo (que no es poco) hace uso del espacio coral, sobreponiéndose a las limitaciones y consigue provocar las risas de los espectadores en una reivindicación con disfraz de comedia. Una Lisístrata inclusiva y reivindicativa ¿Qué más se puede pedir?

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