‘Contra Florencia’, de Mario Colleoni
Contra Florencia
Mario Colleoni
La línea del horizonte
Madrid, 2019
183 páginas
Todos somos turistas, pero nos gusta imaginarnos como viajeros, una palabra que remite más a Paul Theroux o Bruce Chatwin que al palo de selfie, al autobús descapotado o a las chanclas con calcetines. Nos quejamos de la saturación de Madrid, Barcelona, la Costa del Sol o Venecia sin pararnos a pensar que estamos contribuyendo a ella. Incluso formando parte de la masa más objetivable, buscamos alguna diferencia entre nosotros y el resto. Por eso, todos los libros de viaje honestos tienen un punto de vista complejo, incluso torturado y paradójico. Viajar como lo hacemos no es sostenible, ni medioambiental ni socialmente, pero seguimos necesitando la belleza, reconocernos en un pasado y tener a mano nuevas promesas. Todo eso lo condensa el viaje, y quizá es la razón de que sigamos aguantando colas a las puertas de los museos y asientos cada vez más estrechos e incómodos en los aviones.
Por eso Contra Florencia, del historiador del arte Mario Colleoni (Madrid, 1984), es bueno desde el título, que recoge de uno de los panfletos que el escritor Giovanni Papini dirigió contra la histórica ciudad toscana a principios del siglo XX, imbuido como estaba del futurismo de Marinetti. En palabras de Papini, “Florencia soporta la vergüenza de ser una de esas ciudades que, junto con Roma y Venecia, no viven del trabajo independiente de sus ciudadanos, sino gracias al disfrute indecente y avaricioso del genio […] y de la curiosidad de los extranjeros”. Uno de esos extranjeros era Colleoni –era y no es, porque ahora reside allí y porque parte de su familia es italiana–, para quien no existe «una ciudad en el planeta Tierra que exprese mejor la dimensión humana del mundo como Florencia». Y es que sólo desde la asunción de la contradicción del viajero se puede viajar lúcidamente, como hace el autor en este libro breve pero profundo, erudito y grato.
Tras las huellas del Renacimiento y sus protagonistas
El libro recorre la historia y los escenarios de la ciudad de los Médici, Dante o Botticelli, sobre la que Colleoni va dando pinceladas de información que alterna con explicaciones sobre el sentido y el significado de edificios, cuadros o frescos, además de hablar de personajes clave para entender el esplendor de su mejor época: «Si alguien definiera el Renacimiento como la naturalización de la vida y la conquista del movimiento, Brunelleschi y Donatello serían la más alta cumbre de esa Edad de Oro». «Una primavera […] que no solo fue la primera del mundo moderno tal y como lo conocemos, sino que no se ha vuelto a repetir jamás», escribe.
Pero también es clave en este libro la mirada del autor respecto a la belleza, siempre al borde de un mareo stendhaliano. Y es aquí donde Contra Florencia brilla especialmente, en una mirada introspectiva en la que siempre late de fondo la sensación de insignificancia, pero también de trascendencia. La ciudad del Arno juega aquí el papel del más bello de los espejos: «Contemplarlo es caer en la desgracia de saber que ya nada puede ser igual; que el ser humano ya ha alcanzado su máximo grado de elegancia y sutileza; y comprender que la belleza nunca es inocente porque la razón por la que nos conmueve es la misma por la que nos hiere».
Enamorado de Florencia, Colleoni acude a la historia y a la memoria de una ciudad con una capacidad de evocación que se manifiesta en cada rincón. Porque «pocas veces un gesto condensa el espíritu del tiempo, pero yo sé, porque lo aprendí mirando, que a cada milagro le corresponde inevitablemente un lugar». También busca el autor otros personajes que, como él, no pudieron –ni quisieron– escapar al embrujo de la ciudad, y se aventura a visitar sin mucha planificación la casa de la escritora Violet Paget (1856-1935), conocida por su pseudónimo masculino Vernon Lee. A través de ella nos habla de la histórica fascinación por Florencia, y de otros viajeros románticos que la visitaron. La misma editorial, la encomiable La Línea del Horizonte, publicó por cierto hace unos meses el delicioso El espíritu de Roma de Paget/Lee. «La mayor expresión de amor sigue siendo la memoria –lo que permanece, lo que ha permanecido– con la que, como Vernon Lee, podemos hacer presente lo ausente y vivo lo que yace en el fondo de una ciénaga», escribe.
Colleoni adora a Papini, que es un personaje metaliterario del libro, pues mucho de lo que aquí se nos cuenta tiene que ver con los pasos que el autor sigue para documentarse sobre él. Menciona una potencial biografía que le mueve a hablar con unos y con otros, y nos relata algún golpe de suerte. Pero Colleoni no quiere, como Papini, que Florencia reniegue de su belleza ni de su realidad. No quiere, como pedía Papini, que deje «de ser esa vistosa ciudad medieval, meta de todos los esnobs del mundo», y se convierta «en una gran capital europea, erigiéndose, como en el Quattrocento y el Cinquecento, en el centro más activo e incendiario de la inteligencia italiana”.
Tampoco quiere que se fosilice ni que el turismo la ahogue o la imposibilite. No tiene recetas, pero, mientras tanto, disfruta intensamente de su belleza, y gracias a este libro, hace que los demás también lo hagamos.
El Asombrario / Antonio García Maldonado