‘Los niños del Borgo Vecchio’, de Giosuè Calaciura
«Los niños del Borgo Vecchio»
Giosuè Calaciura
Traducción de Natalia Zarco.
Periférica, 2019.
161 páginas.
En el humilde barrio Borgo Vecchio de Palermo, retratado de forma bellísima y conmovedora por el escritor siciliano Giosué Calaciura (Palermo, 1960) en su novela «Los niños del Borgo Vecchio» parece concentrarse la energía explosiva, la pasión y violencia de toda una ciudad. Fuera de ella, muchos, los más pobres, los que nunca comen carne, viven, sufren y mueren como un planeta inaprensible y autónomo.
Borgo Vecchio es algo parecido a una isla, cuyos habitantes hace tiempo «le habían vuelto la espalda al mar y ya no saben ni nadar». Sus códigos, sus propios ritos semipaganos, sus devotas tradiciones y sus crueles costumbres lo hacen diferente. Sobre todo la costumbre de la violencia, aceptada por todos como una especie de pecado original. En ese universo impenetrable un padre alcoholizado tiene todo el derecho, mientras su mujer mira para otro lado, de llevar a las puertas de la muerte cada noche, porque sí, a su hijo cuando vuelve de la escuela o de dar vueltas por ahí con su compañero y fiel cómplice de fugas Mimmo.
Ese es el destino, el único que le será dado a conocer, al pobre de Cristoforo, apaleado de forma cotidiana, al que los golpes sólo le respetan la cara, para que la deshonra no sea total ante los vecinos. Vecinos pobres de solemnidad como ellos, de los que no dejan escapar dos gramos de mortadela mal pesados en la balanza. Vecinos que cada noche oyen gritar al niño como quien acude a un velatorio anticipado. Solo cuando bruscamente cesan sus chillidos se preguntan si por fin esta vez su padre lo ha conseguido matar.
Contada como una fábula entre cruel y delicada, una fábula barroca, onírica, mágica, de gran intensidad melodramática y poética, escrita con un maravilloso y esplendoroso lenguaje que arrastra tras de sí frenéticamente vidas atrapadas, destinos y momentos de dulzura y piedad inesperados, la historia narrada por Giosuè Calaciura, autor de otras cuatro novelas, logra emocionar, a cada paso y escena, hasta lo más profundo. Alternando momentos espléndidos de un realismo mágico desbordante y sumamente cautivador, de una fantasía e imaginación llena de color, olores, quimeras y sensualidad mediterránea, su talento lo hace digno heredero de lo mejor que ha dado la literatura de su isla. Es decir de nombres de lujo ininterrumpidos en el tiempo que van desde Pirandello, Brancati, Bufalino, Sciascia o el gran Lampedusa. En el microcosmos muchas veces bárbaro aunque no desalmado del Borgo Vecchio los niños- Cristoforo, su amigo Mimmo, Celeste la hija de la prostituta Carmela- desde que nacen solo se tienen a sí mismos.
Pequeños marginados «privados de ternura» que sueñan con ser hijos del legendario ratero del barrio, Totó, ídolo inalcanzable por la policía y dueño de una pistola que todos temen, los niños sólo pueden volver la vista a los animales, que sufren en silencio tanto como ellos. Así como muchas vecinas sorprendidas yendo a la compra o pescaderos y fruteros «que nunca perdían de vista la mercancía» serán engullidos en la terrible inundación: «el diluvio universal, que destrozando todos los muros, había entrado en la ciudad por la puerta del barrio».
ABC / Mercedes Monmany