‘Incienso’, de Eileen Chang
Incienso
Eileen Chang
Traducción de Anne-Hélène Suárez
Libros del Asteroide, 2019
176 páginas
Eileen Chang (1920-1995) convoca al lector desde la primera página, le pide que busque un incensario de bronce jaspeado de cardenillo y que lo llene de virutas de agar, lo encienda y le escuche contar una historia del Hong Kong de antes de la guerra. “Cuando el incienso haya acabado de arder, mi historia también habrá terminado”, escribe. Es la primera de las dos novelas cortas de la gran escritora china del siglo pasado que acaban de ver la luz tras Un amor que destruye ciudades, publicada anteriormente por Libros del Asteroide. Recrea una imagen cínica del cosmopolita Hong Kong que subraya el peso y la inmoralidad de las convenciones sociales. Los personajes transitan por una complejidad que rara vez se encuentra en la literatura china.
Ge Weilong obtiene el favor de una tía de cincuenta años, una rica viuda, para poder continuar sus estudios en Hong Kong mientras sus padres regresan a Shanghai. La tía, la señora Liang, vive en los lujosos barrios residenciales de las colinas en una casa con un jardín rectangular que se parece “a una bandeja de laca dorada suspendida en el aire, en medio de las montañas”. Más allá del terreno que delimitan las azaleas se extiende el mar de un azul intenso, fondeado de grandes navíos blancos.
La visión de Hong Kong abarca mucho más que la estrecha condición humana de los personajes de Incienso, el volumen que contiene las dos historias. Liang usa la belleza de Weilong para atraer a los jóvenes que, a su vez, lleva a
sus redes. Weilong está enamorada peDos preciosas novelas cortas de Eileen Chang sobre el Hong Kong de antes de la guerra y los vicios colonialistas ro no tiene dinero para poder casarse y su padre no quiere financiarla. Se encuentra atrapada en una tela de araña. Entre ir a la escuela y después buscar un trabajo o llevar una vida cómoda unida a los placeres, elige emular a su tía. No hay rastro de ingenuidad, es consciente de lo que está haciendo. Al final, cuando camina al lado del hombre, Georgie, con el que no se va a casar, observa a unas prostitutas y le pregunta si sabe ver la diferencia que le separa, aclara que ellas no pueden escoger y en su caso lo hace por elección propia. La segunda de las historias de Incienso, Segundo incensario, contiene una dura crítica del estilo de vida colonial.
Hija de una mujer moderna que no paraba de viajar y de un padre opiómano encaprichada de una concubina, Chang,
nacida en Shangái en el seno de una familia aristocrática y en un país en crisis, terminó su vida en Los Angeles. A los 23 años ya era una de las escritoras chinas más destacadas. Ello no le libraba de que le criticasen el tono liviano y lúdico de sus historias durante el período japonés de ocupación, un tiempo en que muchos otros autores en protesta se habían negado a publicar. Sus retratos domésticos de indiscreción social o celos sexuales fueron calificados de triviales e irrespetuosos.
Centrada en los pequeños desacuerdos de la esfera doméstica, su escritura es un registro fantástico del azaroso período de la historia china que le tocó vivir. Ella misma naufragó en ese turbulencia histórica al enamorarse apasionadamente de Hu Lancheng, un personaje de dudosa reputación, ministro de propaganda del gobierno pro japonés en Wuhan. Se casaron en 1944, él la engañó y tuvo que esconderse después de la derrota nipona. El divorcio llegó tres años después. Chang tuvo el coraje de evocar esa relación en uno de sus textos menos traducidos, Little Reunion, y existe una especie de trasunto en sus cuentos sobre amor, traición y lujuria en que se inspiró la película Deseo, peligro, de Ang Lee. Vivió de manera incómoda tras la llegada del maoísmo y en 1955 decidió dejar Hong Kong y emigrar a Estados Unidos. Tras su muerte aumentó su popularidad y acabó convirtiéndose en escritora de culto para la juventud china. Creánme, no perderán el tiempo consumido por el incienso leyendo las historias de Eileen Chang
Luis M. Alonso / La Nueva España