Doce aforistas vascos actuales, reunidos en una antología

José Luis Trullo.- Según una regla no escrita, pero -como todas las que no lo son- férrea e inviolable, un crítico literario no debe escribir acerca de los libros que publican sus amigos. Por suerte para mí, no soy crítico literario, sino editor, y también, por fortuna, de varios de los autores que aparecen en la antología Marcas en la piedra. Doce aforistas vascos, que acaba de publicar Renacimiento en su admirable colección “A la mínima”: de Gabriel Insausti publiqué ahora hace unos meses en Libros al Albur sus Estados de excepción, y de Ramón Eder, en el mismo sello, Pequeña galaxia. Sobre el aforismo; asimismo, en las antologías Las cosas que no son. Los aforistas y Dios y Fili Mei. Los aforistas y la paternidad tuve el placer de contar con Ander Mayora, Juan Manuel Uría, Juan Kruz Igerabide y el propio Insausti, con quienes además departo a menudo y comparto muchas filias y alguna que otra fobia; ello por no hablar de la asidua y amigable colaboración de varios de ellos (Karlos Linazasoro, Aitor Francos, Karmelo C. Iribarren) en la revista electrónica que dirijo desde hace años, El Aforista… Con ello quiero advertir al lector que esto que leen no es una reseña, que no puede serlo y que, si pudiera, tampoco querría: reseñar un libro es contemplarlo desde fuera y desde lejos, como un astrónomo a su estrella, y yo con los aforistas vascos quiero seguir viviendo en el mismo planeta, en el mismo país… y, si me apuran, no me importaría hacerlo hasta en el mismo barrio.

Con los vascos y las vascas siempre he mantenido una estupenda relación personal, llegando en alguna ocasión a cruzar el umbral de lo sentimental… Avalando la idea de que un tópico es una verdad parcial y petrificada, pero verdad al fin y al cabo, percibo en ellos una nobleza que apenas puede disimular, tras la recia fachada que la recubre, la grandeza de un corazón amplio y acogedor como una aldea en lo más profundo del bosque. Los vascos, no es mentira, son gente veraz, directa, frontal; de ellos no recibirás un golpe bajo, un dardo artero: si te han de herir, lo harán de frente y sin ambages… ¿Tengo que rematar el hilo argumental? Sí: el vasco es un espíritu propicio para el aforismo, que pincha por derecho incluso cuando recurre a la ironía (la cual no es, a diferencia del cinismo, un disfraz tras el cual se camufla el cobarde, sino la afable cortesía de quien te está mirando a los ojos cuando te canta las cuarenta).

Que los vascos -como, por motivos diametralmente opuestos, los andaluces- mantienen con el aforismo un idilio literario que viene de lejos queda de manifiesto tanto en el prólogo de esta antología como en la nutridísima selección de aforismos que la componen. Estamos ante un auténtico estallido de la inteligencia, combinada sabiamente con las dosis justas de piedad hacia lo humano (sin la cual, ni siquiera vale la pena pensar… en nada), donde cada autor utiliza su timbre específico para incidir en alguna de las facetas de una realidad tan heterogénea como inaprensible: Gabilondo, su escepticismo profesoral; Iribarren, su estratégica melancolía: Uría, su contenido lirismo; Mayora, su desanimada lucidez; Insausti, su insólita perspicacia; Eder, su distante estoicismo… Además, incluye el libro algunos nombres para mí desconocidos que ha sido un acierto tener en cuenta, dado el limitado radio de influencia en el que hasta ahora se han movido: es el caso de Tere Irastortza o Beñat Arginzoniz, a quienes habrá que seguir el rastro de ahora en adelante.

Marcas en la piedra, en suma, constituye un libro redondo que marca un hito en la pequeña historia del aforismo español, por cuanto aporta nuevos materiales para el análisis y el estudio de un género que crece y cambia cada día… como la vida misma.

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Puede que la vida en su albur también escriba torcido. (Patxi Andión)

Eludir es otra forma de subrayar. (Ángel Gabilondo)

Qué difícil es perdonar al que hemos ofendido. (Ramón Eder).

Una vez ingrávido, cualquier camino te lleva al cielo. (Juan Kruz Igerabide)

Las ideas pequeñas me temen. (Karmelo C. Iribarren)

Las correcciones son creaciones. (Tere Irastortza)

Solo vivimos una vez eternamente. (Karlos Linazasoro)

El arte no se hace para entender, sino para expresar lo que no se entiende. (Ana Urkiza)

Adoptar lo nuevo es desarmarlo. (Gabriel Insausti)

Se escribe siempre desde el exilio. (Beñat Arginzoniz)

El exceso de sobriedad también deja resaca. (Juan Manuel Uría)

Vivir es amar un pedazo de río que creemos helado. (Ander Mayora)

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