La emoción de los opuestos
Por Jorge Mur.
Natural de San Francisco, Austin Granger ha trabajado como panadero, pintor de casas, operador de radar naval y vendedor de cámaras. Pero antes, mientras estudiaba Filosofía en la universidad, descubrió que salir por ahí en busca de fotografías era una buena manera de desconectar de su cabeza. De hecho, tal vez sea porque todavía utiliza cámaras analógicas —es decir, con rollos de película—, pero su forma de aproximarse al mundo se asemeja a una práctica espiritual, ya que moldea su vida al mismo tiempo que enriquece su conexión con todo cuanto le rodea.
Sin embargo, si hablamos de talento, Austin lo considera más como descubrir una vocación. «Quiero decir que me he dedicado a trabajar en ello. Llevo más de veinte años tomando fotografías, y todavía trato de mejorar», añade.
La fotografía le mantiene comprometido. «Da forma a mi vida», apunta, «me proporciona un propósito». Y, de vez en cuando, si todo confluye y logra obtener una buena fotografía, Austin considera que le han dado una especie de regalo, casi un milagro. «Esos momentos son los que me mantienen en marcha», afirma.
Háblanos de tu preferencia por la fotografía analógica.
Siempre he usado cámaras tradicionales. Con ellas alcanzo los resultados que busco y, además, disfruto usándolas. Creo, de alguna manera, que disfruto con los viejos rituales. Es decir, me alegra mirar el vidrio esmerilado de mi cámara. Es satisfactorio terminar un rollo de película. De hecho, prefiero no saber lo que tengo hasta que se procesa la película. Aprecio la gratificación que proporciona la espera, la anticipación, la sorpresa. Es verdad; ¡incluso después de dos décadas fotografiando, todavía me sorprendo con frecuencia!
¿Por qué te gusta la estética del blanco y negro? ¿Cuáles dirías que son los aspectos más complicados o desafiantes de este tipo de fotografía?
He fotografiado en blanco y negro desde el principio, así que me parece normal. Creo que es porque nunca he pretendido realizar una copia perfecta de lo que hay en el mundo. ¡Quiero construir mi propio mundo! Más que eso, lo que estoy tratando de hacer con mi fotografía es transmitir ideas y sentimientos, y considero que el blanco y negro es especialmente bueno para eso. Mi pasión reside en intentar transmitir una emoción que genere una conexión con el espectador.
En cuanto a los desafíos que supone disparar en blanco y negro, me parece que, quizás más que con la fotografía en color, uno tiene que ser capaz de mirar más allá del sujeto y apreciar dos colecciones abstractas de formas y tonos interrelacionadas. Obviamente, la estructura y la armonía también es importante para un fotógrafo que dispara en color, pero creo que con el blanco y negro, esas cualidades y la interrelación entre la luz y la oscuridad están más presentes.
Algunas de tus fotografías muestran lugares abandonados en los que existe una nostalgia de otro tiempo. ¿Por qué te atraen este tipo de lugares? ¿Qué es lo que, personalmente, tratas de capturar con estas fotografías?
Es cierto que me atraen los lugares abandonados. Siento ternura hacia ellos y quiero honrarlos a mi manera. Tengo un temperamento sentimental y melancólico. Además, me interesa la memoria y el tiempo. ¿De qué se trata la fotografía, sino del tiempo? Cada fotografía es una elegía a algo pasado.
¿El ajetreo de la ciudad o la naturaleza?
Intento no discriminar. ¡Hay maravillas por todas partes! Al final, las imágenes son más sobre el cerebro de uno que sobre cualquier otra cosa.
¿De dónde obtienes la inspiración necesaria para tus fotografías?
Esa es una pregunta difícil. A menudo siento que es la cámara la que me guía o, de lo contrario, estoy motivado por mi subconsciente. Si algo capta mi interés o me mueve de alguna manera, es una imagen. Las fotografías se me anuncian o presentan y no las cuestiono. Mi trabajo es tratar de calmarme y escuchar.
¿Qué lugares te gustaría visitar?
¡Hay tantos! Me gustaría visitar Ship Rock, en Nuevo México, y Namibia en África. Hay un pueblo fantasma en Namibia donde todos los edificios están llenos de arenas movedizas. Me gustaría fotografiar ese lugar. Y me gustaría rastrear los viajes y la vida de las leyendas de la música blues en el sur de los Estados Unidos. También me encantaría explorar la Antártida y Petra en Jordania. Sería apasionante permanecer cuarenta días en el desierto, en solitario, y ver qué ocurre. No hay suficientes vidas.
¿Cuáles son tus hobbies?
Me encanta ir en moto. El motociclismo, al igual que la fotografía, destaca por traer a uno al momento presente.
Cita un libro que te guste.
Hace poco leí las memorias de Sally Mann, «Hold Still», y lo recomendaría a mis colegas fotógrafos, o a cualquier otra persona.
Una película.
Últimamente he visto muchos documentales de Werner Herzog. Admiro su inquebrantable curiosidad. En mi opinión, mantener un sentido de curiosidad infantil es esencial.
Además, cuando era joven, «En busca del arca perdida» me causó una gran impresión. Me hizo querer ser antropólogo como Indiana Jones. Ser fotógrafo me acerca, a veces.
Y algo de música.
De Joy Division a John Coltrane. Mis gustos abarcan casi todo.
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