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Regresa William Blake a la Inglaterra mítica

JOSÉ DE MARÍA ROMERO BAREA.

En sus divagaciones, el creador toma como inspiración los paisajes y las personas que lo rodean. Pobladas por figuras abstractas, sin rostro definido, concibe imágenes que representan a la muerte, Dios o la ciencia, en lugares oníricos que establecen una relación incierta con el texto que las enmarca. En estados de ensueño, dispersos a través de la narrativa visionaria, pensamientos subversivos que nos muestran al artista en pleno flujo. “Suyo es el arte de la alquimia poética y las extraordinarias alucinaciones”. El resultado celebra la actividad frenética de la inteligencia, la polifonía creativa de mirar el mundo y encontrar nuestro lugar en él. Hoy que nos hemos vuelto defensores de la naturaleza, conviene recordar que fue el poeta, pintor y grabador británico el que inauguró, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, el movimiento romántico, a cuya larga sombra seguimos creciendo.

Inventa la mente sin trabas de William Blake (Londres, 1757 — 1827) la realidad, la mitifica a medida que la crea. En estos días de ecologismo desaforado, procede rememorar la defensa de la utopía que impulsa al autor de Songs of Innocence (1789), una inventiva que transforma el espectro literario inglés (y mundial) para siempre. Presta atención la historiadora del arte y profesora Cindy Polemis a las texturas metafísicas y los periplos estacionales del londinense, con motivo de la exposición que acoge la Tate Britain y que cuenta con más de 300 obras. Entreteje la corresponsal de Artes Visuales para la revista Standpoint, descripciones líricas y rapsódicas con pasajes de análisis crítico, al tiempo que aporta testimonios acerca del carácter sospechosamente radical del ilustrador. 

En “Método y demencia”, su artículo de noviembre de 2019 para la publicación británica, la historiadora de la Universidad de Oxford es la testigo de las recompensas de la inmersión en el espectro sobrenatural del profeta de The Marriage of Heaven and Hell (1790-1793), cuyas figuras mitológicas ensayan con insistencia sus percepciones. Se nos invita a comprender la lógica innegable del autor de Europe: a Prophecy  (1794). A expensas de su anarquismo declarado, de sus preferencias por la sencillez y los lugares apartados, alejados de la represión colectiva, el exiliado se encuentra a gusto bajo el dosel de su propio pensamiento, donde el acto imaginativo supone el momento crucial del yo liberado, expresivo, idolatrado, tentador: “Tal vez las dos imágenes que más nos sobrecogen fueron ideadas para ser mostradas en pareja: el Nabuconodosor rehén de la debilidad emocional junto al Newton esclavo del Razonamiento”. 

¿De dónde pues la inspiración blakeana? El ensayo de la conferenciante anglosajona ofrece respuestas a un enigma, “que se despliega en alegorías, como una intricada novela gráfica”. El cantor de Jerusalem: The Emanation of The Giant Albion (1804-1820) se dedica a observar, pensar, hablar y anotar ideas e impresiones. “Su obra es fruto de una imaginación ardiente”, concluye la presentadora del BBC World Service, “enfrentada a la certeza de ser artista en un mundo comercial, mientras intenta dar sentido de los cambios sociales y políticos que desafían su clarividencia”. A medida que se interna en su memoria, mientras aboga por una concepción del arte comprometido con las verdades palpables del mundo real, se esfuerza aún más por una comprensión de lo divino y lo sobrenatural. Como un rey en el exilio, se pierde feliz en una Inglaterra mítica, un paisaje abigarrado donde la agudeza y la identidad pueden, al fin, volar libres.

Sevilla 2019

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