Reseña-entrevista a Maribel Andrés Llamero, por «Autobús de Fermoselle»
Por Jesús Cárdenas. Descubrir el exterior para alumbrar el interior. Estar atento a lo que pasa fuera de una casa es también una forma de fortalecer sus interiores. El silencio mata el interior. Componer poesía se entiende como un ejercicio de volver necesariamente a la realidad vivida, dosificando emoción y conciencia. Atender el orden lógico de nuestros mayores y de los pueblos olvidados de la España interior es el viaje a las raíces, como homenaje a su identidad, la propuesta de Autobús de Fermoselle, premio de poesía Hiperión ex Aequo, de la joven profesora salmantina, Maribel Andrés Llamero. La mesurada dosificación es la que se observa en sus poemas: reflexión del pasado y responsable realidad. A vueltas con los principios del ser humano, en esta ocasión como homenaje y recuerdo inolvidable, pero no en un tono lastimoso sino en el ámbito de la celebración. En ese diálogo de la vida entre niña y abuela nos trae términos en desuso, términos y expresiones que vienen de antiguo y manifiestan una tradición. Lejos de la severidad expresiva afronta la realidad con un tono de ironía sutil. Una muestra de humildad y talento a partes iguales.
Después de la crítica existencial, que significó tu primer poemario, La lentitud del liberto (Maclein y Parker, 2018), ahora, en este segundo libro, te ocupas del homenaje a tu entorno familiar y paisajístico, ¿te ha supuesto mucho este cambio?
Creo que no, creo que se me hizo algo natural, que se me impuso con la misma sencillez con la que sobreviene cada acontecimiento de nuestra vida. De hecho, muchos de los poemas de ambos libros son antiguos y son entre ellos compañeros de época. Soy yo la que ha ‘distorsionado’ esa realidad y los ha hecho convivir junto a otros textos, con los que ellos mismos iban a expresar más. No obstante, pienso ahora que ambos poemarios tienen mucho en común, porque La lentitud del liberto planteaba la cuestión de cómo vivir, y se vive siempre en relación a quién se es (Autobús de Fermoselle).
Estos poemas aportan una interpretación del pasado muy singular: el de los ojos de una mujer que se extrapolan a los de una niña y a los de las abuelas, ¿te parece un requisito de carácter obligatorio para cualquier escritor regresar al origen?
No, no creo que sea obligatorio. En realidad no creo que para los escritores haya nada obligatorio. Es probable que sea común, que en esas preguntas que una lanza sobre sí misma se encuentre con un paisaje como respuesta, -además las relaciones que todos guardamos con nuestros lugares de origen son bastante diversas y complejas, lo cual es súmamente interesante-; pero no creo que sea una parada necesaria en ningún camino establecido.
En este nuevo libro de poemas sospecho que te interesa tanto que el recuerdo viva como la atención que pones en el paisaje, supongo que te habrá costado mucho destilar tanta memoria en el espacio reducido de algo más de veinte composiciones poéticas, ¿qué opinas sobre esto?
Sí, lo cierto es que fue complicado. Por un lado el proceso de selección de entre todo lo que guardaba la memoria -obviamente en algunos casos había recuerdos que se imponían, imágenes que tenían mucha carga poética, o que sencillamente explicaban más, me explicaban más-; y por otro, el propio proceso de creación: qué iba a hacer con esos destellos del pasado, cómo iba a manejarlos. Tenía mucho interés, por ejemplo, en escribir algunos textos que hablasen específicamente de la emigración de mis abuelos maternos a Alemania, pero fueron versos que a última hora deseché porque, en esa acción de escribir para entender, no había sido capaz de darles suficiente luz, su resultado no era el que hubiera deseado.
El lector encuentra unidad en este viaje a la España rural. Está en la mente de muchos de nuestros gobernantes pero sus actuaciones pasan desapercibidas. Si cayese en manos de alguno de ellos este libro se daría cuenta de que…
De que es su responsabilidad y que siempre la ha sido; y no solo me refiero a los pueblos que se vacían, sino a las ciudades de provincias que desaparecen porque entregan -como en sacrificio antiguo- a sus hijos, como alimento de las grandes ciudades. En el poemario señalo a los gobiernos una y otra vez con el dedo. Todo esto es política y es su compromiso. Se gobierna para todos, no para unos cuantos, ni siquiera para la mayoría -de hecho las minorías siempre necesitan más atención-, para todos, no pensando en las ciudades con más habitantes, porque eso condena al resto, al campo y a todo lo que no sean Madrid y las tres o cuatro ciudades más pobladas.
Este libro se reparte entre poemas extensos y poemas breves en un equilibrio entre el hecho contado y la sonoridad que deja la magnífica distribución de los recursos de repetición y las enumeraciones, sin embargo no vemos poemas versificados de corte regular, sino poemas de verso libre, salvando algunos extraordinarios endecasílabos, ¿por qué te decantas por este uso del verso?
La verdad es que no hago una elección antes de comenzar a escribir, ni el libro, ni cada poema, no hay una voluntad primera. Digamos que la forma se va imponiendo al buscar el significado, al intentar que los versos digan lo que necesito. Al final cada tema, cada sentido, impone su ritmo, su fuerza y su propia pausa. Por ejemplo, en el caso de ‘la nieta del molinero’, quería transmitir la idea de la molienda, cómo imagino yo que era el ruido de ese molino, y para ello me serví de las palabras pero también de la repetición, la música… De hecho la longitud de los versos (salvo una excepción necesaria) va disminuyendo, como si las palabras también se convirtiesen en harina.
Has seleccionado un determinado léxico, que conecta con Castilla y lo rural, que parece retrotraernos a Antonio Machado, pero también al siglo pasado, ¿es una muestra también de consideración y defensa del patrimonio o, teniendo en cuenta algunos de los pasajes más castizos, como sucede en “Origen y linaje”, debería entenderse desde un punto de vista crítico?
Lo cierto es que no pensaba en Antonio Machado al seleccionar palabras, sino en mis abuelos, -y un poco en mis padres- porque todo esto es de ellos, es su herencia. Pensaba en las formas de vida que desaparecen y, al cuestionarme cómo deben ser narradas, elegí las palabras con las que mi abuela habla de sí misma, de su tierra. Me parecía necesaria esa fidelidad y al mismo tiempo ese homenaje.
¿Qué novedad puede aportar este libro respecto a otros que se han publicado en nuestro panorama?
Creo que las palabras sobre la propia obra, las etiquetas, deben venir siempre de fuera; ha de ser el lector el que catalogue y, con cierta claridad, califique una obra y la nombre. Una no pretende ser novedosa, ni trabaja buscando intencionadamente lo que otros no han dicho, sencillamente mira hacia adentro, hacia la savia, y trata de traducir lo que le cuenta.
¿Cuál dirías que es el fin último del poemario? ¿Es la poesía una herramienta útil para la vida?
Sí, totalmente útil. No creo que haya nada más importante que aquello que nos enseña a conocernos y a conocer a los otros, a comprendernos. El conocimiento que nace del poema para mí es más intenso y más relevante, porque no se hace con la cabeza sino con las vísceras. Y esto es algo que me interesa mucho, el cuerpo, la corporalidad de la poesía, su conexión con lo más físico.
En este sentido la finalidad del poemario tiene que ver conmigo misma, con los propios procesos necesarios para cada una. Después eso trasciende, se escapa, al autobús se suben otras personas y ya se hace ese viaje sola.
Parece que hace unas décadas ser profesor y poeta se llevaba mejor que hoy en día, ¿cómo encuentras ese equilibrio? ¿Hasta qué punto contrasta la vida académica de Maribel con la creatividad?
Parece que hace unas décadas ser profesor y poeta se llevaba mejor que hoy en día, pues es bastante complicado encontrar el equilibrio, porque la vida académica está súmamente burocratizada, el tiempo de dedicación al papeleo y a cosas inútiles es elevadísimo. Creo que sin duda estas labores, estas exigencias, traen de cabeza a la mayoría de profesores en los últimos tiempos. Además, a mí me disgusta profundamente ver que la academia, en una carrera como la mía, no valora la experiencia creativa de los profesores; que el hecho de que un profesor de literatura sea autor de literatura, tiene un valor igual a cero. Así pues, lamentablemente las dos cosas se conjugan mal. Yo trato de arañar minutos donde puedo, en los instantes disponibles de esa vida diaria, sobre la que no tenemos excesivo control.
¿Puedes adelantarnos algunos de los proyectos que tienes en mente?
Tengo algunos poemas últimamente muy presentes, porque tengo la sensación de que reclaman más espacio y más versos. Pienso en ellos con frecuencia, intento escucharlos, pero aún es un proyecto a medio hacer. Ojalá pueda hablarte pronto de él.
Por último, háblanos de los próximos actos. ¿Podrías dejarnos uno de esos poemas que recitarás próximamente?
Tengo pendientes varios actos en Zamora y en Madrid, y algunos encuentros con alumnos de institutos a partir de enero. Lo próximo que está en la agenda es el día 30 en la Biblioteca Torrente Ballester de Salamanca, y una presentación del libro el 18 de diciembre en el Edificio Histórico de la Universidad, con la presencia del rector.
Muchísimas gracias a Jesús Cárdenas por esta entrevista, ha sido un placer; y gracias también a la revista «Culturamas», por hacer posible espacios literarios como este, tan necesarios.
Dejo aquí el poema titulado “De los yugos” para los lectores de “Culturamas”:
Esta vida se les va llenando de vacíos.
Se han limpiado tantas veces de sangre
las almas y la boca, han resistido
la cencellada y los sabañones,
el peso de la pala enferrujada que cava
para sus propios difuntos, saben bien
que no hay lumbre para el niño que agoniza.
Esta vida se les va llenando de vacíos.
Me dice mi padre que en estos campos
mudos aprenda a acallar las palabras
porque todo lo que no es silencio, hija,
acaba por ser aullido.