«Pedro de Valdivia. La gesta inconclusa». En el 42 festival de Teatro de Badajoz
Por Francisco Collado
Los juglares de Tryo Teatro Banda, presentaron una de las propuestas más interesantes del Festival. Una historia galardonada en Chile como Mejor Obra Nacional y de la Asociación de periodistas del Espectáculo. Siguiendo el hilo conductor de las cartas que el conquistador Pedro de Valdivia envió a Carlos V. El texto es sólido, la narración vibrante con humorísticos sesgos y se hace leve, pese al distanciamiento histórico con el público (desconocedor de los hechos), o la ajenidad de los acentos. La compañía pone en juego todo un arsenal dramático que navega desde los modos de la Comedia del arte, hasta el Mester de Juglaría, desde la acrobacia circense a una notable interpretación instrumental. En algunos casos, estos poliinstrumentistas integran el sonido del instrumento como onomatopeya musical, para narrar el sonido de nativos atacando, naturaleza, etc. En un juego enriquecedor y dinámico.
Diversos instrumentos enriquecen la textura argumental y se integran en el entorno. El tambor puede servir para simular lluvia o batalla, la trompeta sonidos de animales… También juegan estos actores-juglares con un sutil equilibrio entre lo pasado y lo presente, practicando una grácil ironía en un texto de notable poética en la más certera línea de “enseñar divirtiendo”, pero eludiendo el dogmatismo, el panfleto o la manipulación ideológica, lacra tan cara al teatro actual. Destacan la excelente integración de los instrumentos y la música, peculiaridad de gran mérito sobre las tablas. No es fácil cambiar entre distintos instrumentos de cuerda, colocar la boca para soplar instrumentos de viento, para declamar con limpieza a continuación, o pasar de ejecutar en el acordeón a la acrobacia, el lenguaje corporal, la pantomima y la improvisación, típicos de la Comedia del Arte.
Los tres actores de Tryo Teatro Banda pintan diversos personajes con su paleta, cambiando con fluidez y afortunado sentido del “timing”, incluso homenajeando al teatro de marionetas con un imago que representa a Valdivia, o dos muñecos mapuches de madera. Se juega con el personaje omnipresente (Valdivia) y los personajes tácitos u ocasionales (Inés de Suárez). Durante los 75 minutos que dura la representación los tres actores músicos, Francisco Sánchez, Alfredo Becerra y Diego Chamorro, peinan el escenario o recorren el patio de butacas, saltan, bailan, miman, o manejan instrumentos como el guitarrón chileno, el bandoneón o la mandolina, con precisión y fluidez.
Hasta 20 instrumentos musicales adornan la espartana escena, formando parte de un decorado que precisa poco más. La narración de la historia es el eje vertebral sobre el que se construye un imaginario decorado histórico. Los actores poseen gran destreza y dominio del paisaje escénico en este híbrido entre humorada y documento histórico, donde el equilibrio entre la fascinación de la aventura, el rechazo hacia el abuso y la opresión o la violencia de la epopeya, no están exentos de una perspectiva crítica. El acercamiento al conquistador pone de relieve las aristas tragicómicas de unos hechos históricos que no se pueden juzgar con ojos actuales, aunque sin dejar de lado el mensaje reivindicativo. El texto huye del prejuicio histórico y reivindica el olvido del pueblo mapuche en los documentos históricos. La estrategia textual, de esta tragicomedia de los andes, se enfrenta al discurso dominante, a caballo entre la crónica colonial y el discurso vindicatorio, sin caer en el didactismo.
Los actores y su pupi (muñecos italianos que son réplicas de los actores) protagonizan una propuesta fresca, novedosa (y al mismo tiempo clásica) y de trascendental vocación cultural. A lo largo de multitud de planos desfilan las inquietudes y ambición de Valdivia, el sufrimiento y valor del pueblo Mapuche, los engaños, las traiciones, el valor y la trastienda de la Conquista o de la fundación de Santiago.
Constituida en una alegoría de una nación inconclusa y sometida a diversas vicisitudes. La intención nunca es la creación de una imagen mítica del personaje o la manipulación a través de lo heroico. El texto basa su soporte en la otredad, en el relato oral, en la gestualidad, en la narración como arma y el enriquecedor recurso de las canciones originales, como armazón dramático y parte de la narrativa. La falta de linealidad en la narración y lo anecdótico se esgrimen como recursos dramáticos. La utilización del atrezo es proverbial. Los instrumentos ejercen de ambientación, musicalización o de utilería.
Así vemos como la trutruca mapuche se transmuta en afilada lanza, un barco nace de la estructura de un bombo, un arco de violín es una espada o una guitarra es escopeta. El recitado es soberbio, sin altibajos. El ritmo, ágil. Estos juglares contemporáneos manejan con soltura los códigos del clown, herederos de la juglaría o incluso la tradición oral. Este fue el caso, tras la primera representación, cuando una mujer mapuche les informó que tenían que comerse el corazón de Valdivia, ya que esa era la tradición transmitida. Juegan también con el concepto del ídolo caído, con la desmitificación y la certeza de lo cotidiano frente a la hagiografía o la idealización histórica manipulada. De este modo, Valdivia cae del caballo y se viene abajo su proyecto, sus propios (y heroicos) capitanes conspiran contra él. A Tryo Teatro Banda no le agradan los arquetipos heroicos ni la mitología.