Parásitos (2019), de Bong Joon-ho – Crítica
Por Jaime Fa de Lucas.
Después de las abominables Rompenieves y Okja, regresa Bong Joon-ho con Parásitos, una película que afortunadamente no tiene nada que ver con las dos anteriores en términos de calidad. Un chico pobre sustituye a su amigo universitario dando clases de inglés a una chica rica. Esto desencadena una serie de sucesos tragicómicos en los que se lanzan dardos envenenados a una lucha de clases de la que ni los ricos ni los pobres salen bien parados. Lo que viene a continuación tiene spoilers.
La situación evoluciona y a través de una serie de tejemanejes retorcidos, la familia entera consigue adentrarse en la vida de estos ricos, trabajando para ellos. No cabe duda de que la idea es interesante y da pie a escenas ingeniosas y realmente graciosas. En general, el film tiene muchos aspectos notables: está muy bien desarrollado, tiene un ritmo perfecto, unos giros bien concebidos, unas interpretaciones competentes y una fotografía más que correcta.
Parásitos quizá no alcance la maestría de Burning (Lee Chang-dong, 2018), que también se centra en ese contraste entre ricos y pobres en la Corea del Sur contemporánea, pero funciona bien y es muy entretenida. Bong Joon-ho maneja una capa inferior de profundidad y sutileza pero introduce más incidentes y más humor, lo que de alguna manera la hace más accesible y digerible.
Las relaciones conceptuales que establece la película son algo a tener en cuenta: los diferentes sótanos, la repercusión de la lluvia en unos y otros, la relación entre las cucarachas y los pobres, la función mística de la roca frente a la práctica, etc. Todo esto está bastante bien hilvanado y genera un tejido narrativo sólido.
El único aspecto reprochable es el final, que para mi gusto es algo enrevesado y excesivamente violento, acercándose peligrosamente al efectismo de sus películas anteriores y sacrificando en exceso la elegancia narrativa que hasta ese momento imperaba. A pesar de esto, Parásitos merece la pena porque es entretenimiento de calidad que no pierde de vista la dimensión social.