La noche en que Los Quintana festejaron a lo grande sus 25 años de éxito
Por Horacio Otheguy Riveira
Sucedió una noche en el célebre Teatro Calderón, donde cada día triunfa La Cubana. Mientras éstos dan colorido vibrante a la nueva revista española, un gran espectáculo musical que se ríe de sí mismo… y de todo lo demás, aparecieron en su día de descanso los hermanos Quintana para compartir con el público madrileño (que lleva mucho tiempo siguiéndole de sala en sala) una antología de hora y media con un hilo conductor diferente, insólito, que se guardaron muy bien de divulgar: Joan Salas, convertido en una rubia platino fascinante empieza a cantar Crazy y la interrumpen otras muchas chicas del repertorio de la Compañía, hasta que consigue una soberbia solución final y darse el gusto de completar la bellísima canción, célebre en los años 60 por Patsy Cline.
En medio de la juerga, cada vez que Joan impone su esbelta figura y nos convence que una gran diva acaba de aterrizar en la catedral del show ansiamos que le dejen volar con alas propias, pero no puede ser, vuelven a interrumpirle y nos olvidamos a fuerza de reír con las locuras que traen las demás, así ellos-ellas de caricatura en caricatura bordan la noche más loca de estos fabulosos hermanos que desde pequeños cafés-teatro de Buenos Aires alcanzaron la plenitud de un arte por entonces insólito.
Allá y entonces, cuando triunfaba el travestismo proclive a la adoración de las divas, con actores que imitaban a Marilyn, Saritísima Montiel, Barbra Streisand…, David y Fernando Quintana imaginaron una farsa en la que hombres vestidos de señoras lograran burlarse del star system social y sus glorias televisivas, con los horrendos tópicos de las telenovelas y la publicidad. Del playback habitual, una fonomímica actoral con dominio del mimo y el teatro gestual, realizando su propio diseño de vestuario.
Hace tiempo que integran la Compañía cuatro actores de mucho cuidado, con amplios recursos, generosa disposición «a matarnos en una hora y media que parece un día entero», y es que es mucha la precisión necesaria en las coreografías, los labios acordes con la edición sonora súper cuidada, la rapidez con que desfilan muchos personajes con trajes a menudo muy complicados, y en todo caso muy bien elaborados. Todo ello de pronto sucedió en una noche nueva, despedida de un tiempo glorioso, comienzo de otro superior en que los hermanos se quedan más como productores y directores, dejando el pleno lucimiento a sus intérpretes.
De momento los cuatro invitados de honor ya protagonizaron otros espectáculos: José Cobrana, Carlos Chacón, Ricky Mata, Joan Salas cada uno con su estilo y disponibilidad fantástica para hacer y deshacer a caballo de gran variedad de mujeres y algunos hombres, arquetipos sociales vergonzantes en sociedades que se consideran modernas. Desfilan con energía y mucho talento, en torno a esa chica alta que quiere cantar a toda costa, nada menos que Crazy, para instalar un amor verdadero, sin alharacas ni lentejuelas:
Crazy, I’m crazy for feeling so lonely
I’m crazy, crazy for feeling so blue
I knew you’d love me as long as you wanted
And then some day you’d leave me for somebody new (…)
Loca, estoy loca por sentirme tan sola
Estoy loca, loca por sentirme tan triste
Sabía que me amarías tanto como quisieras
Y luego algún día me dejarías por alguien nuevo (…)
Pero hasta que estalla este ensueño melancólico hay muchísima juerga de alta calidad, porque un sello indiscutible de la Compañía es que hasta lo canalla se viste de gala, por eso pueden con todo, así, a lo largo del show desfilan las peleas entre hermanas por un hombre —tres personajes en desternillante lenguaje vocal y corporal— o plantean el abuso de poder entre una burguesa y una indígena cautiva, interpretando de ese modo una canción baluarte del amor entre mujeres (Ponme la mano aquí Macorina); no falta la parodia de la feminidad como hijas de Barbie, la peluquería en el hogar con productos que te queman el pelo, el bolerazo machote con mal aliento, una gorda insolente que se pasea por el escenario con el sonido atronador de sus patatas fritas, o convertida en brillante vedette a quien sus boys no consiguen levantar del suelo… Muchas perlas que es conveniente no desvelar porque en el momento menos pensado los tenemos de vuelta.
La noche se hizo corta. Una alegría grande con muchos espectadores de pago, como sucedió también en Navarra y Andalucía, y seguirá sucediendo allí donde se presenten, compartiendo con entusiasmo el mismo sentido del humor: «todas somos locas», que diría el maestro Ángel Pavlovsky, pero con estilo propio, inconfundible capacidad de diversión y crítica social implícita.
Los Quintana. 25 años fue un acontecimiento que sucedió en una noche de reencuentro y despedida temporal, una ligera tristeza la empañó al no saber cuándo volveremos a encontrarlos, pero enseguida volvimos a reír, recordando algunos de los muchos gags que dislocan la penosa realidad de hombres y mujeres que en los medios de comunicación forjan arquetipos ridículamente sexistas, y recuperamos la esperanza de volver a descubrir, previo teclado de ordenador, la buena nueva que anuncie que Los Quintana vuelven a invitarnos a reír entre historias espléndidamente descabelladas… que, a su vez, suceden a diario a nuestro alrededor.
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