El crack Cero (2019), de José Luis Garci – Crítica
Por Luis Alberto Comino.
Cuando a principios de la década de los 80, José Luis Garci abandonó momentáneamente el cine social que estaba filmando, para darse un homenaje con el género que mas le atraía (el género negro, hoy mal llamado «thriller»), todos nos quedamos maravillados con la estética, el ambiente y el tempo que le dio a ese primer Crack. La presencia de algunos actores relevantes del momento, y sobre todo la aparición estelar de un Alfredo Landa inmenso, que dio un vuelco brutal a su carrera como interprete, proporcionaron a El Crack una fama (léase también taquilla) que la ha convertido en un icono del cine español. Tal fue el éxito que al poco, el propio Garci con el mismo equipo, estrenó con igual fortuna El Crack 2, continuación de una película que olía a saga.
Sin embargo la continuación no llegaba, a pesar de que el propio Garci llegó a plantearse en los 90 una nueva entrega. Pasó el tiempo, y parecía que el oscarizado director había abandonado esa línea para centrarse en cintas más trascendentes, como El abuelo o la para mí incomprensible Historia de un beso, en la que contó también con Landa para el papel protagonista. El sueño de muchos aficionados al género de seguir disfrutando de las aventuras del detective Germán Areta, parecía que iba a dormir la noche de los justos, toda vez que el propio Garci, decidió retirarse de la dirección. Sin embargo la desaparición del entrañable y genial Alfredo Landa, unida a la insistencia tenaz de su viuda, Maite Imaz, propiciaron las ganas de “resucitar” a Areta, con lo que Garci se puso a escribir, junto con Javier Muñoz, un nuevo guion. En este caso la precuela de la serie; un Crack Cero.
El guion ha dormido bastante en los cajones de Garci, pero al final la película ha salido adelante y por fin la hemos podido ver en la sala oscura (que es donde mejor se ve el cine, sobre todo si es bueno). Si El Crack (título onomatopéyico y definitorio), estaba dedicado a Dashiell Hammet y El Crack 2, a Raymond Chandler, El Crack Cero, lo ha dedicado a James M. Cain, completando una santísima trinidad de autores norteamericanos que elevaron el género negro a la altura de Gran Literatura.
En esta regresión cinematográfica, Garci coloca al personaje de Germán Areta “el Piojo”, un poco antes de la acción de El Crack, justo en un momento trascendental de la Historia reciente de España, la muerte del General Franco en Noviembre de 1975. Areta acaba de abandonar la Brigada Criminal, y ha abierto su inolvidable despacho de la Gran Vía: Areta Investigaciones. Es en ese momento en el que una atractiva mujer (interpretada por Patricia Vico) se acerca a su despacho para pedirle que investigue el supuesto suicidio de su amante. Ella sospecha de que ha sido asesinado. La trama se entremezcla con un encargo de su anterior jefe: Don Ricardo “el Abuelo” (aquí muy bien interpretado por Pedro Casablanc, en las anteriores por el entrañable Pepe Bódalo), que le pide que le eche una mano con un policía que se quiere meter a boxeador (una lástima que ya no exista el entrañable Frontón Madrid, en esta película sustituido por un interior, carente del mismo glamour) y de paso que ayude a un antiguo compañero Luengo, alias “el Solomillo”, en una investigación que le dará mucho dinero.
Areta se adentra en los bajos fondos ayudado por el antiguo raterillo Cárdenas “el Moro” (interpretado por Miguel Ángel Muñoz, en las antípodas tanto físicamente como en interpretación del original Miguel Rellán). El actor que en esta ocasión interpreta a Areta es Carlos Santos, impresionante en su transformación, aunque pierde evidentemente en el comparativo con Landa, que basaba su personaje en una calma y en una mirada, mitad lobuna, mitad de perrillo desamparado, que me he pasado toda la cinta buscando en Santos, aunque tengo que reconocer que la labor de sustituir aquí a Landa era una tarea hercúlea, rayana en lo imposible.
El resto de los personajes son los mismos que en las anteriores películas: El barbero aficionado al boxeo, Rocky (entonces Manuel Lorenzo, hoy un extraordinario Luis Varela), la secretaria Molly (Luisa Gavasa), el periodista “el Meri” (Daniel Huarte), compañeros de aventuras y de mus de Areta, salvo el personaje que no aparecía en las anteriores, el de la novia de Areta (aquí interpretada por Maria Cantuel), que desencadena el final de la película y explica, al menos en parte, la relación amorosa de Areta con el personaje que interpretaba María Casanova en las anteriores.
Cuenta la película con el aliciente de estar fotografiada en blanco y negro, lo que junto con la aparición de mujeres fatales (la Vico, Macarena Gómez y Cayetana Guillén Cuervo, que entroncan con las damas de Perdición (Double Indemnity) y El cartero siempre llama dos veces de Cain), aumentan la sensación de cine clásico. El montaje es sensacional, uniendo una magnifica fotografía de Luis Angel Pérez, con imágenes de archivo de la época rodadas en cinta que, acompañadas por la música original de Jesús Gluck, nos remiten a las anteriores cintas. La película es un compendio y un homenaje al cine negro clásico de los años 40, con esas volutas de humo inolvidables, que otorgaban a la escena de un ambiente cargado y opresivo, imprescindible en el género.
Sin duda, lo mejor de la película son la interpretación de Carlos Santos (las comparaciones tienden a ser odiosas), que ha revivido dignamente al genial Areta, la atmósfera y el tempo de la película. Más allá de la expectación de los fans de Areta, Garci demuestra que si sabe rodar películas de serie negra, lo que no puede decir del género holmesiano (aún recuerdo con espanto esa pantomima que fue Holmes & Watson, Madrid Days), aun con un guion flojito y una puesta en escena espartana que salva la fotografía, y que el personaje de Germán Areta sigue muy presente en el imaginario cinematográfico español.
Personalmente eché en falta algún cameo de homenaje de alguno de los actores que protagonizaron las primeras películas y que aún viven, como Miguel Rellán, Mayte Blasco o José Manuel Cervino, pero me parece un digno colofón a la carrera del director madrileño. Imprescindible para los amantes del género.
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