«El gran mercado del mundo»: entre el cabaret y la revista, un lugar tragicómico donde todo es posible
Por Horacio Otheguy Riveira
Cuando llega la hermosa voz del tenor Antoni Comas y nos envuelve con una canción muy popular de los años 70, todo el show, alegremente calidoscópico, nos entrega un abrazo de infinita ternura: «Gira, il mondo gira/Nello spazio senza fine/Con gli amori appena nati/Con gli amori già finiti/Con la gioia e con dolore della/Gente come me…». Para ese entonces hemos vivido la tensión moralista del católico Calderón de la Barca como un fresco de arquetípicos personajes en busca de autor, de un Dios más generoso, más comprensivo.
El gran teatro del mundo, auto sacramental de 1655, presentó la potente idea de que cada ser humano representa uno o varios papeles en una forma de vida tan compleja como sencilla desde el momento en que la figura del Todopoderoso se entromete desde lo absoluto:
No olvides que es comedia nuestra vida
y teatro de farsa el mundo todo
que muda el aparato por instantes
y que todos en él somos farsantes;
acuérdate que Dios, de esta comedia
de argumento tan grande y tan difuso,
es autor que la hizo y la compuso.
Pero el mundo gira, cambia, se transforma, maldice y bendice a partes iguales, y el talento enorme de Xavier Albertí —junto al dramaturgo Alberto Arribas— descubre que en las propias raíces del fenómeno teatral se encuentra el lenguaje adecuado para transformar aquel invite en el caos del siglo XXI, y aprovecha su amplio conocimiento de las dinámicas escénicas (por algo ha dirigido toda clase de géneros, de tragedias a music-hall, de grandes espacios operísticos a la intimidad de un cuarto con dos personajes…) para confirmar que el gran teatro es hoy el gran mercado, donde todo está en venta, y aquello que aun no lo está espera su momento cargado de ansiedad.
Es a través de una mirada singular hacia la revista popular española (hoy un género desaparecido, pero de gran éxito durante muchos años) por donde la densidad de los conflictos desarrollan su tono tragicómico, a ratos esperpéntico, en otros sutilmente humorístico. Por todas partes, la grandeza de los géneros frívolos logra conmovernos con el despliegue insolente de una Lascivia que llega a abrazar la Fe con su cruz de Neón, sin sitio para el horror de una crucifixión, en una mágica unión de los contrarios porque en El gran mercado del mundo también es verdad que se trastocan los pilares de mucha hipocresía institucionalizada.
Entre unos y otros (La fama, La inocencia, La Malicia, La gula, La Gracia, La Soberbia…), está el Pater Familias capaz de enfrentar a sus dos hijos en una lucha fratricida entre el bien y el mal, y claro está, con especial protagonismo de La Culpa, siempre ágil metomentodo y correveidile, convencida de que sin ella nada funciona (en un reparto de excepcional calidad actoral y musical, Silvia Marsó compone este personaje como un maestro de ceremonias clownesco tan divertido como implacable: bella voz, figura flexible, burlona manera de imponer el don terrible de un sentimiento que agranda su poder cuando se convierte en un arma de destrucción masiva).
Mucho y muy edificante hay en este teatro que no solo tiene la voluntad de abarcar la mayor cantidad de estilos posibles para hora y veinte de duración, sino que cumple con la ambición de hallar vetas de profunda belleza poética donde sólo parece existir un tiovivo para adultos-niños empeñados en jugar con la existencia como si nunca fuera a acabarse.
En el muy seductor despliegue de intérpretes que cantan maravillosamente, hay muchas sorpresas que es mejor no desvelar. Me atrevo con una por considerarla especialmente atípica. Interpretación de un tango compuesto en los años 20, a cargo de Mont Plans:
Soy una flor caída en vicio fatal
esclava del destino, vencida,
sola en el mundo, nacida del pecado,
un desalmado me hizo mujer.
Fue aquel querer el yugo, engendro del mal,
pendiente fatal, de mi alma verdugo,
al fin caída, por el fango envilecida,
para todos soy juguete del placer.
Y en la cocaína, que otro mundo me ilumina,
busco calma para mi alma de mujer.Ella endulzó la hiel de este dolor
que me hizo cruel.
Cocaína, sé que al fin me has de matar
me asesinas, pero calmas mi pesar.
Si me dejas todo es sombra en mi vivir,
sí que al fin me has de matar,
pero no me dejes sufrir. […]Cocaína. Música, Juan Viladomat. Letra, Gerardo Alcázar. Año 1926.
EL GRAN MERCADO DEL MUNDO
REPARTO: Cristina Arias, Alejandro Bordanove, Antoni Comas, Elvira Cuadrupani, Jordi Domènech, Rubèn de Eguía, Roberto G. Alonso, Oriol Genís, Lara Grube, Silvia Marsó, Jorge Merino, Mont Plans, Aina Sánchez, David Soto Giganto
SONIDO Jordi Bonet
ESCENOGRAFÍA Max Glaenzel
CARACTERIZACIÓN Angels Palomar
ILUMINACIÓN Ignasi Camprodon
COREOGRAFÍA Roberto G. Alonso
VESTUARIO Marian García Milla
CNTC. Teatro de la Comedia. Sala Principal. Del 18 de septiembre al 27 de octubre de 2019
Encuentro con el público. 17 de octubre de 2019
Duración del espectáculo: 1 hora y 20 minutos aproximadamente