Downton Abbey (2019), de Michael Engler – Crítica
Por Luis Alberto Comino.
Ante estos tiempos oscuros de poca imaginación y menos innovación, los astutos productores de la entrañable serie Downton Abbey, nos han regalado este extra que, para los fans acérrimos de la serie será como una prolongación, un capítulo extraordinario de larga duración, en el que se reúne todas las virtudes de la excepcional serie de TV creada por Julian Fellowes, barón de West Stradford. La cuidada ambientación histórica, propia de las producciones británicas, así como el magnífico elenco de actores encabezado por nombres como la octogenaria Maggie Smith o Imelda Stauton (que por cierto protagonizan los mejores momentos de la cinta con un duelo interpretativo memorable), dotan a esta cinta del característico sello inglés para la recreación de los ambientes de la época dorada del Imperio Británico. Para los que no hayan sido fieles seguidores de la serie, la cinta no defrauda y rápidamente te sumerges en la trama, ya que todos los personajes principales van siendo presentados al poco del inicio de la película, lo que impide al no iniciado entender lo que está viendo en la pantalla.
Todo gira en torno a una visita de los reyes emperadores Jorge V y la reina María al hogar solariego de los Crawley: Downton Abbey. Los preparativos de la llegada, los nervios de la archiconocida servidumbre del castillo, así como las pequeñas y no tan pequeñas disputas con los servidores que acompañan el cortejo real, se entrelaza con otras tramas paralelas en las que se ven inmersos los habitantes de las plantas nobles y donde se vislumbra que estamos en el ocaso de un modo de vida que ya se intuye va a caer en desuso.
Impecable la fotografía de Ben Smithard, así como una muy adecuada banda sonora de John Lunn, que nos envuelven en los estertores de la época victoriana para mostrarnos, en tonos pastel, sus lujos y sus miserias. La cinta no se sostiene mas allá de la cuidada presentación, los lujosos ambientes y una magnífica actuación de sus actores y actrices, que se desenvuelven en la trama como pez en el agua tras diez años de meterse en la piel de sus personajes, pero que no dejan de trasmitir que estamos ante un “episodio doble” de una serie de TV emitida en pantalla grande.