“Cama” con María Morales y Carlos Troya en un asombroso encuentro vestidos y desnudos
Por Horacio Otheguy Riveira
Una hora de teatro muy intenso, muy bien interpretado y dirigido, sobre un texto que cautiva casi musicalmente y en otro aspecto funciona como crónica ligera de temas muy complejos. Dos intérpretes con mucha experiencia asombran con una entrega total, tanto vestidos como completamente desnudos, admirables en lo cotidiano y en lo excepcional.
Un proceso muy personal el de Pilar G. Almansa, escritora, docente, directora: mujer de un teatro abierto e inclasificable en cuanto a estructura o componentes dramáticos. Sorprende en cada aparición, y resulta muy interesante siempre, se esté o no de acuerdo con sus planteamientos, porque habita en su producción una voluntad del llamado Teatro de ideas (una etiqueta adjudicada a los existencialistas que se enfrentaban al convencional teatro burgués de mediados del siglo XX), hoy fuera de lugar pero atractivo como propuesta. Fuera de lugar porque hasta el teatro más superficial contiene ideas, no necesariamente por debajo de la calidad del teatro intelectual o políticamente comprometido. En el caos, la luz, y en la oscuridad, otros soles que Almansa busca afanosamente con diferentes armas: El buen hijo, Mauthausen…
Esta vez su propuesta está más cerca de un poema dramático, aunque pasea por la comedia romántica, el conflicto psicológico y el drama social teñido de ambición feminista. Las ideas y los sentimientos, las emociones y las ambiciones de ambos sexos se yuxtaponen, se enciman y relajan como en una ardiente sesión amorosa que se transforma cuando entra en colisión con la realidad. Una realidad patriarcal que se sostiene en gran medida con un cuerpo jurídico también dirigido por hombres —y mujeres adheridas a su misma doctrina—. Y entretanto, la búsqueda del amor. Algo de todo esto hay en una hora de teatro, mucho tema para tan poco espacio.
Cama es una introducción al asunto del deseo sexual en busca de un amor perdurable. En gran medida un experimento intelectual que sus dos intérpretes convierten en un prodigioso encuentro entre un hombre y una mujer. Si bien la breve representación adolece de un exceso de tendencia literaria, resulta muy edificante descubrir que la misma autora dirige y se acompaña de una coreógrafa (muy interesante Amaya Galeote) para que María Morales y Carlos Troya se entreguen con una osadía como no recuerdo haber visto nunca sobre un escenario. Se han dado muchos desnudos, sesiones amorosas con ambos e incluso todos los actores, coitos y masturbaciones… Desde los años 80 hasta aquí, al margen de lo que se considere más o menos valioso estética e ideológicamente, se ha evolucionado mucho al respecto, sobre todo en un país como España donde hasta el boom del destape posfranquista la censura nacional-católica era implacable.
Pero lo que sucede en esta Cama es muy distinto a todo porque Ella y Él vienen de una fiesta, vestidos y algo borrachos, luego se ayudan a desvestirse sin parar de hablar, y sus cuerpos desnudos se entregan a un juego físico no por muy coreografiado menos espléndido, liberados con el desparpajo y la inocencia de adolescentes que se descubren poniendo por delante la voluntad de satisfacer su instinto, y crecen con respeto y admiración por los rincones y necesidades de su pareja recién inaugurada, y a la vez hablan, hablan y hablan. Desnudos mucho rato, pero para no distraer demasiado de la trama, juegan con un edredón con el que cubren y descubren diversas partes. Gestos también coreografiados brillantemente. En sus manos las palabras no perturban, enriquecen las humedades y sudores y a nuestros ojos no hay otra intención que la de exhibir una intimidad gozosa que trepa por las peculiares montañas del intelecto, del discurso surrealista al mismo tiempo que llegan los orgasmos de un modo nada convencional. De tal manera que el concepto del placer sexual se aleja de tanto lugar común cinematográfico para trascender heroicamente, a fuerza de poética sencillez.
Cuando los gozos se alteran y comienzan los conflictos pequeños del día a día, Morales y Troya (ambos con mucha experiencia y rigurosa formación) se visten ante nuestros ojos, igual que se desnudaron. Pasan a convertirse en otros seres, y luego en otros personajes. Hasta que se produce un diálogo sorprendente que no destriparé pero en el que dos palabras resultan claves “Eres increíble”.
El círculo del amor tiene constancias que rompen esquemas. La pieza sabe a poco, el espectáculo se nos queda como agua entre los dedos. Lo mejor es que la pareja de actores ha logrado un trabajo memorable, emocionante. Y también vale mucho que tras la brevedad nos dejen discutiendo entre nosotros. De allí este nuevo teatro de ideas puestas sobre la piel de los intérpretes y nuestra propia soledad en compañía: ¿Ya existe una revolución feminista o sólo está empezando? ¿Cuánto drama podría resolverse positivamente en un contexto menos agresivo hacia el papel de la mujer? ¿El amor carece de ideología? ¿Lo intelectual está reñido con el día a día? ¿Somos como amamos? …
Lo dicho al comienzo: una hora de teatro muy intenso, muy bien interpretado y dirigido, sobre un texto que cautiva casi musicalmente y en otro aspecto funciona como crónica ligera de temas muy complejos. Dos intérpretes con mucha experiencia asombran con una entrega total, tanto vestidos como completamente desnudos, admirables en lo cotidiano y en lo excepcional.
Que me arropas
con tus dudas
o con copas
me desnudas
una mierda
de futuro
por la izquierda
te lo juro
del poder
me subo arriba
más saliva
que verter
por igual
no es subjetivo
lateral
es mi motivo
orificio
santo y seña
tu prejuicio
te lo enseña
así trocado
ni bucal
y sin cuidado
gutural
natural
cultural
plural
moral
mal
sal
tal
cual
ya
ya
ya
ya
[…]
Quién quisiera
un que te abrigo
no debiera
me desdigo
ese olor
extraordinario
a diario
en mi sudor
ahora llueve
mar gemido
pene breve
me he vendido
abismal miedo
sed ira
tan yo quién
revolución
milesimal
razón
fundamental
colchón
inmemorial
territorial
caminar
rincón
desandar
varón
transitar
estás
quizás
serás
mar
pan
sal
vals
ya
ya
ya
ya
Tras el orgasmo, paran. Se abrazan. Se dan besos.
Espectáculo recomendado a partir de 16 años.
CAMA
Dirección y dramaturgia: Pilar G. Almansa
Intérpretes: María Morales y Carlos Troya
Espacio sonoro: Luis Miguel Lucas-Torres
Iluminación: Jesús Antón Díez
Vestuario: Vanesa Actif
Coreografía: Amaya Galeote
Fotografía: Jacobo Medrano
Producción: Pablo Jauralde y La Pitbull