Tito Andrónico. La abyección como estética
Por Francisco Collado
Con “Tito Andrónico”, el bardo de Stratford-upon-Avon se adelantaba bastantes años al Grand Guignol. Y es que, en esta propuesta de Teatro del Noctámbulo, los platos están servidos (literalmente) exhibiendo sobre los manteles miembros cercenados, decapitaciones, mixtificaciones, insania, iniquidad, violación o antropofagia. Un escenario casi espartano (Juan Sebastián Domínguez), permite a los actores utilizar sus dimensiones al completo, incluso con habilidosa utilización de la orchestra para la intensa finalización del primer acto, que destiló cercanía e intensidad dramática.
Edward Ravenscroft refirió una tradición teatral según la cual, el drama se debía a un autor ajeno a la compañía, al que Shakespeare “dio tan sólo unos magistrales retoques”. Incluso algunos estudios la presentan como una parodia frente al estilo de Christopher Marlowe (en concreto el personaje del moro Aarón es una respuesta al Barrabás de Marlowe).
El trabajo de Nando López (una lírica poda) ha sido titánico. La poesía de los textos envuelve y tamiza la terrible violencia que gravita sobre el pathos de los personajes, con el añadido de un monólogo propio (Tamora en la escena de Las Furias). Un drama con influencias de Séneca y Ovidio, con situaciones dramáticas tratadas con rudeza, inhumanas, y caracteres al gusto isabelino. El Renacimiento inglés imputa al Medioevo esta belicosidad y estética de la violencia, considerando en términos de barbarie todo lo anterior a la luz del proyecto humanista de la dinastía Tudor. Claro ejemplo es el personaje de Lucio (excelente Alberto Barahona), un sujeto político moderno que personifica el uso de la retórica. El diseño de iluminación (Carlos Cremades) resalta notablemente el dramatismo de los instantes. Como esa silueta espectral de Lavinia, surgiendo a contraluz, con los miembros cercenados, ramas como muñones y caminar tambaleante. Carmen Mayordomo (reina Tamora), compone un personaje astuto, vengativo, con instantes de humor en esos diálogos para convencer al incauto Saturnino (Gabriel Moreno) de que perdone a Tito. La actriz hace gala de una dicción clara, potente emisión y ductilidad en la voz. Guillermo Serrano se lleva lo mejor de la casa en su icónico personaje del moro Aarón. Un papel que le permite mostrar su versatilidad, su proyección vocal, un sentido del humor canalla y madurez escénica.
Tito es un hombre atormentado, constreñido por las lealtades, oprimido por las leyes a las que se debe. José Vicente Moirón extrae a su héroe oscuro toda la savia envenenada del personaje. La insania, la predestinación o la abyección gravitan sobre su composición emocional, con instantes de enorme intensidad dramática y amplio calado humano. Su dominio de las texturas vocales, su capacidad para controlar el tempo y la declamación, su control de las emociones, componen una partitura de diversos niveles, acercando (y humanando) un personaje guiado por el ansia de venganza. Con certeros instantes de humor negro. Como ese histriónico cocinero en la antológica escena del banquete antropófago. Verdadera ceremonia sangrienta.
El ámbito musical es resuelto con unas composiciones que se pliegan hábilmente a los instantes dramáticos. Desde el concepto marcial, la fanfarria, los vientos (desfile con antorchas) a los instantes atmosféricos con largos acordes sostenidos, temas vibrantes o sombríos. La composición de Antoni M. March se hibrida perfectamente con la textura dramática. Sin altisonancias. Sin eclipsar el ejercicio del texto.
Lucía Fuengallego (Lavinia) extrae una gran paleta de matices de un personaje desgarrador, damnificado, que se ve obligado a utilizar el lenguaje corporal por razones obvias. Gran parte del mérito para convertir esta sangrienta propuesta en un Grand Guignol estilizado, procede del atemporal y efectivo vestuario de Rafael Garrigós y el eficiente maquillaje de Pepa Casado, que sustraen el conjunto de su negación de la clemencia, de su caos inhumano, situándolo en tierra de nadie. Antonio Castro Guijosa y Teatro del Noctámbulo han construido una arquitectura dramática soberbia, de notable ritmo narrativo e intensidad humana que aprovecha las estructuras del escenario en escenas como la de Quirón y Demetrio (notables Alberto Lucero y José F. Ramos) entre las columnas. Un montaje donde todos los actores merecen ser reseñados y que, acerca a los más profundos abismos del ser humano a través de la palabra y el gesto. A la inexorabilidad del destino que nos mueve como hojas en el viento. A la poesía vibrante del horror ¡Esto es teatro! Esto es un hermoso epílogo para el Festival de Mérida.
REPARTO (por orden de intervención) José Vicente Moirón, Alberto Barahona, Carmen Mayordomo, Alberto Lucero, José F. Ramos, Quino Díez, Lucía Fuengallego, Gabriel Moreno, Sergio Adillo, Guillermo Serrano, Juan Vázquez, Cándido Gómez, Carmelo Sayago
Versión: Nando López, sobre la obra homónima de William Shakespeare
Dirección: Antonio Castro Guijosa
Música: Antoni M. March
Iluminación: Carlos Cremades
Escenografía: Juan Sebastián Domínguez
Vestuario: Rafael Garrigós
Caracterización y maquillaje: Pepa Casado
Ayudante de dirección: Pedro Luis López Bellot
Producción ejecutiva: Isabel Montesinos
Una producción del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida y Teatro del Noctámbulo
65 Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida 2019. Del 21 al 25 de agosto.
Sábado 7 de septiembre en el Festival de Teatro Grecolatino de Almuñécar