Nerval en el golfo de Nápoles
NERVAL EN EL GOLFO DE NÁPOLES
En 1843 Gerard de Nerval , que llevaba dentro las diosas y el surrealismo , que sentía la magdalena de Proust antes de Proust, pasó por Nápoles al regreso de Oriente Medio. Vio el barrio de Posilipo asomado al mar, vio una erupción del Vesubio, vio a lo lejos los acantilados de Capri. Más tarde con esos recuerdos escribió “El desdichado”.
Nunca olvidaré los versos : “Yo soy el tenebroso, el viudo, el desconsolado, / el príncipe de Aquitania, de la torre abolida./ Mi única estrella ha muerto y mi luto constelado/ lleva el sol negro de la Melancolía”.
Le habla a alguien en esa situación misteriosa: “En la noche de la tumba, tú que me has consolado/ devuélveme el Posilipo y el mar de Italia, / la flor que tanto gustaba a mi corazón desolado,/ el cenador donde el pámpano y la rosa se alían”.
Yo estaba en Nápoles buscando a otro solitario increíble, Sandor Marai. Ese cenador puede ser el mismo que encontré abandonado en la casa donde vivió tres años, en lo alto de Posilipo, el genial húngaro, uno de los novelistas más abismales del siglo XX.
Pero buscando a Marai me encontré con Nerval. Y me recité sus versos otra vez: “¿Soy Amor o soy Febo? ¿Soy Biron o Lusiñán?/ mi frente todavía está roja del beso de la reina,/ he soñado en la gruta donde nada la sirena”. ¿Le hablaron de la Gruta Azul de Capri donde todo era azul? Él concibió su poema con visiones oscuras.
En Posilipo Nerval vio la melancolía visionaria, vio la obra en negro de la alquimia, vio las estrellas desde el fondo del pozo. Encontró la plenitud en el soneto más enigmático de toda la Literatura. Lo fundió todo, mezcló los secretos paganos y cristianos, apreció la vida más allá de todas las barreras: “He vencido dos veces el Aqueronte,/ modulé golpe a golpe con la lira de Orfeo/ los suspiros de la santa y los gritos del hada”.
ANTONIO COSTA GÓMEZ, ESCRITOR Foto: Consuelo de Arco